Ha pasado ya más de un año desde las últimas elecciones autonómicas y municipales, una cita electoral que marcó un antes y después en la vida de todos los aragonesistas. Pasamos de ocupar un gran espacio, de ser el centro político de casi todos los gobiernos, a estar a punto de desaparecer.
¿Por qué vivimos esa situación? Los y las aragonesistas propiciamos esta circunstancia. Algunos decidieron marcharse del Partido Aragonés y adoptar nuevas marcas; otros optaron por unirse a partidos políticos en auge, pero también algunos decidimos quedarnos, luchar por nuestras siglas, por nuestra identidad histórica y por el aragonesismo verdadero.
Una vez superado este periodo de reflexión, es el momento de decidir qué queremos ser de mayores, es la hora de la verdad. Algunos sabemos que queremos seguir siendo lo que siempre fuimos y nunca dejaremos de ser, otros tendrán que decidir y asumir lo que realmente son.
Si algo nos ha quedado claro a lo largo de este último año, lleno de vaivenes y dimes y diretes, es que no debemos entorpecernos en el camino los unos a los otros. Cada cual debe elegir su senda y su propuesta ideológica con total libertad, como siempre hemos defendido. Eso sí, sin impedir a los demás que lo hagan.
Los hombres y las mujeres que hemos apostado por seguir defendiendo las siglas del PAR estamos convencidos de que el aragonesismo puede y debe resurgir con fuerza para hacer frente a los movimientos centralistas, de carácter nacional, que cada día se ponen encima de la mesa. Debemos luchar contra aquellas propuestas, que aparecen cada vez con más frecuencia, y que buscan la ruptura del Estado de las Autonomías, la reunificación de los territorios en uno grande y libre.
Es nuestra obligación, por tanto, reavivar la llama del aragonesismo y del centro político hoy inexistente en nuestra Comunidad. Es necesario trabajar a toda máquina y para ello todo el que quiera colaborar debe hacerlo desde el convencimiento absoluto de aquello que está defendiendo. Dejemos atrás y olvidemos todo aquello que nos separó y nos llevó a una delicada situación; no hagamos de la política una cuestión personal, permitamos que el de al lado camine en la dirección que quiera.
Que nadie se preocupe por los liderazgos del aragonesismo porque estos no se eligen de forma “dedocrática”. Cada uno deberá conocer y examinar los liderazgos que puedan ir surgiendo y que serán una buena muestra de la vida interna del aragonesismo. Los liderazgos surgen de la capacidad de trabajo de la gente, no se designan a dedo, y si son elegidos así fracasan entre bambalinas.
El objetivo fundamental de todos aquellos que nos consideramos aragonesistas debe ser formar parte de un proyecto político atractivo y unido, con fuerza para competir en las próximas elecciones autonómicas de 2027 o cuando quiera que sean. Y para ello, debemos apartar todo lo que nos separa y fomentar lo que nos une; tenemos que ser honestos, leales, quitarnos la careta, mirarnos a los ojos y decir la verdad. Porque el aragonesismo no es patrimonio de nadie, es la defensa de nuestras singularidades, es una forma de trabajar, de entender la política desde el pacto, desde el acuerdo, desde el respeto…
Todo aquel que quiera trabajar, que trabaje; todo aquel que quiera participar, que participe, pero no podemos admitir dobles juegos ni dobles varas de medir. Los aragonesistas hoy no nos podemos permitir la menor perturbación ni perversión de la política.
Es el momento de que los engranajes del aragonesismo encajen como así lo hicieron en el pasado, que muevan esa maquinaria que ayudó a construir nuestra Comunidad. Es el momento de trabajar a toda máquina por y para Aragón.