Tras año y medio de gobierno de Natalia Chueca, anterior responsable de la movilidad en el gobierno de Azcón en Zaragoza, podríamos decir que la herencia recibida, de la que tanto les gusta hablar, es una movilidad que no avanza, un auténtico camino de baches. El primero de ellos, y de mayor calado, el olvido a la hora de solicitar las ayudas estatales para la bonificación del transporte público, fiel reflejo de una gestión negligente y una absoluta falta de compromiso con la mejora del transporte colectivo en nuestra ciudad.

La reciente admisión a trámite por parte del Tribunal Superior de Justicia de Aragón del recurso presentado por los colectivos ciclistas contra el seguro obligatorio para bicicletas en Zaragoza ha puesto de manifiesto otro de esos socavones en el camino. Esta decisión no sólo cuestiona la legalidad de una medida controvertida, sino que también evidencia la falta de visión y consenso en las políticas de movilidad del actual equipo de Chueca, en una movilidad que no avanza, lastrada, además, por su vinculación al negacionismo climático de VOX, en una relación cada vez más estrecha, también, en otras tantas áreas de gobierno.

A pesar del rescate del gobierno central y de la negativa de los tribunales, estas acciones del PP en el ámbito de la movilidad en Zaragoza tienen consecuencias. La imposición de este seguro obligatorio ha conllevado, de forma directa, una caída de entre el 4% y el 7% en el uso de la bicicleta desde la entrada en vigor de esta normativa. Esta medida, lejos de fomentar una movilidad sostenible, ha supuesto un obstáculo para muchos ciudadanos/as, especialmente para aquellos con menos recursos económicos. Una vez más, el PP ha ignorado las numerosas alegaciones presentadas por la ciudadanía, los colectivos especializados y las recomendaciones de personas expertas en movilidad urbana.

Mientras ponen trabas al uso de la bicicleta, el transporte público en Zaragoza se enfrenta a serias amenazas: la reorganización de las líneas del bus a espaldas de los barrios y sus gentes. Las movilizaciones vecinales contra la posible supresión de las líneas 24 y 34 suponen otro ejemplo más de la importancia y la influencia del transporte público en la vida cotidiana de los zaragozanos y zaragozanas, que estas semanas nos han mostrado su claro descontento ante estas decisiones que afectan, directamente, a su calidad de vida y movilidad diaria.

Estas decisiones, y omisiones nos alejan del modelo de ciudad sostenible, inclusiva y centrada en las personas que comenzó a construirse durante el mandato de Zaragoza en Común. Aquel proyecto apostaba por una movilidad basada en el transporte público eficiente, la promoción de la bicicleta y la peatonalización de espacios urbanos, por la seguridad vial y un claro componente de salud. Todo ello, bajo el consenso de un Plan de Movilidad Urbana Sostenible que contó con el apoyo de grupos municipales, ciudadanía organizada, colectivos vecinales, técnicos del Ayuntamiento y voces expertas.

Es un error devolver el protagonismo al vehículo privado, ignorando las tendencias globales hacia ciudades más habitables y respetuosas con el medio ambiente. Las trágicas consecuencias de la DANA nos ponen cara a cara con la necesidad de mejorar el diseño de nuestras áreas metropolitanas y el cómo preparar nuestro espacio público ante las graves consecuencias de la crisis climática es uno de los factores clave.

Mientras, el gobierno de Natalia Chueca no ha sido capaz de implementar una Zona de Bajas Emisiones, mandatada por Europa, ni ha reorganizado las líneas del bus en base a las necesidades de los barrios, ni se ha sentado junto a vecinos y vecinas a elaborar la nueva ordenanza de estacionamiento regulado, ni han avanzado en la construcción de carriles bici (tan sólo 5km), ni invertido en el mantenimiento de los ya existentes, no ha retomado los planes de peatonalización ni avanzado en la necesaria línea dos del tranvía.

Ni mucho menos se ha preocupado de fomentar la participación ciudadana en la toma de decisiones sobre esta movilidad que nos afecta a todas, a nuestros trayectos y tiempos para llegar al trabajo, dejar a nuestros hijos e hijas en el colegio, cuidar a nuestros mayores. Una movilidad que no avanza, cuando es más necesario que nunca que lo haga, porque nos jugamos la salud, el medio ambiente, el grado de afectación de los fenómenos climáticos sobre nuestras ciudades. Nos jugamos la configuración de la ciudad y el cómo nos movemos por ella. Por ahora, en un continuo camino de baches.