Si echamos la vista atrás, en los años 60 había calles en el Casco Histórico, como San Pablo y otras, en las que vivía la gente acomodada, eran el centro de la ciudad yeso siempre se ha cotizado. Pero la ciudad crecía, cambiaban las costumbres y necesidades de los ciudadanos, comenzaba a generalizarse el coche privado y la expansión de la ciudad ofrecía mejores condiciones para habitar, calles más anchas, edificios más altos y luminosos (en 1974 empieza a exigirse que los edificios de nueva construcción dispongan de garajes), el centro de la ciudad fue desplazándose hacia el paseo de la Independencia y el Casco Histórico fue perdiendo poder de atracción.
Este fenómeno se generalizó en la mayoría de ciudades e incluso de pequeños municipios. Hoy, todos los cascos antiguos tienen problemas similares y no hay más que visitarlos para darse cuenta.
Además, en esa zona, desde los 60 hasta los 90 no se sustituyó ningún edificio porque las ordenanzas, que preveían una altura proporcional a la anchura de la calle, lo impedían por falta de rentabilidad (si se tiraba un edificio de 4 plantas, solamente se podía construir uno nuevo de una planta).
También hay que recordar que el concepto de “rehabilitación” no existía en esos momentos. La consecuencia fue que los habitantes se fueron desplazando a otras zonas de la ciudad, apareciendo nuevos habitantes, normalmente, de menor poder adquisitivo.
Por otra parte, los alquileres de “renta antigua” eran mayoritarios y eso impedía que los propietarios asumieran reformas o mejoras de coste económico elevado. La última parte de la ecuación la constituyen los materiales de la mayor parte de los edificios, de adobe en muros y madera (en mal estado) en los forjados. Es decir, el casco no tenía edificios de piedra en fachadas, sino que, como mucho, se había empleado ladrillo, siendo la mayoría de muy baja calidad.
La consecuencia de todo esto fue que los edificios fueron entrando en ruina económica en muchos casos. De hecho, en una de las primeras elecciones democráticas fue muy importante un lema que decía “el casco para sus habitantes”, porque se estaba produciendo un cambio de población atraída por los bajos precios de alquiler. Lamentablemente, el lema no pasó de ser una frase.
No obstante, a finales de los 80 el Ayuntamiento renovó las redes de agua y saneamiento de la mayor parte de las calles de Casco y se produjeron muchas declaraciones de ruina que facilitaron la renovación de edificaciones cuando se obtenían solares amplios porque las ordenanzas ya contemplaban edificabilidades similares a la s que ya existían. En este punto, la actuación de la Comisión de Patrimonio no consiguió “armonizar” las nuevas edificaciones con las anteriores, y hoy hay calles en las que no quedan apenas edificios antiguos y la “personalidad” se ha perdido para siempre.
Hay que recordar que se han impulsado “Planes Integrales para el Casco Histórico” que intentaban actuar en todos los aspectos (no solo edificatorios) para mejorar sus condiciones y revitalizarlo y que han dado algunos frutos, pero no todos los esperados
Un último factor que ha cerrado el círculo de la degradación del Casco es que muchos propietarios han preferido cancelar los alquileres y tapiar las puertas porque el coste de mantenerlos en condiciones es muy superior al beneficio que se puede obtener. La Inspección Técnica de Edificios, que es obligatoria cada pocos años, impone unos costes para mantenerlos en condiciones de seguridad, habitabilidad y ornato que no son asumibles para sus propietarios, que prefieren tapiarlos y son carne de cañón para ser usurpados por, en muchos casos, gente que los destina a la venta de drogas y prostitución o para habitarlos porque no pueden acceder a otro tipo de vivienda, pero que en cualquier caso, no los mantienen, con lo que llega un momento en el que peligra su estabilidad.
En este punto, se hace necesaria una inspección municipal generalizada que declare en ruina todas aquellas edificaciones que presenten problemas de estabilidad y adquiera los solares resultantes o salgan a la venta para que se vuelvan a construir sin perder el carácter del barrio, creando nuevas plazas y devolviendo la “vida” a las zonas, como Zamoray - Pignatelli que hoy puede decirse que la han perdido. Dotar de los equipamientos necesarios y no echar a perder oportunidades como el Espacio Las Armas, sino continuar en ese camino.
En otras zonas del Casco, como la Magdalena, las ayudas a la rehabilitación y la sustitución de edificaciones han mejorado sustancialmente el barrio. Si en una zona se ha podido, es evidente que en otras también se puede. Es cuestión de tiempo.