El líder de Podemos, Pablo Iglesias/J.P.Gandul/EFE

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¿Ambición o inmovilismo?

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Por Alejandro Pérez-Montaut Marti, @alejandropmm

El pasado lunes, Podemos lanzó una oferta de negociación al Partido Socialista. Lo hizo casi de forma simultánea al anuncio de la fecha del pleno de investidura, que según dijo Patxi López, se celebrará el próximo dos de marzo. Sin embargo, lo que debía ser una propuesta abierta al diálogo y al consenso, resultó finalmente una estrategia basada en el chantaje y sin otro fin que el bloqueo institucional y la celebración de nuevas elecciones.

No salgo de mi asombro al ver que la celebración de un referéndum en Cataluña supone una línea roja y un punto imprescindible para llegar a un acuerdo con el PSOE. Bueno, en realidad me lo esperaba, pues desde hace tiempo, algunos venimos viendo las verdaderas intenciones de Iglesias y los suyos. Unas nuevas elecciones son el escenario ideal en el cual Podemos quiere verse dentro de cuatro meses, para así fagocitar a ese errante PSOE que cae una y otra vez en sus reiteradas y previsibles trampas. A Iglesias no le importan ni Rivera ni Rajoy, ni siquiera le importa la sociedad española a la que tanto menciona en sus discursos, sino que su único objetivo es el de acabar con Pedro Sánchez despojándole del segundo puesto en número de votos y alzándose así como principal alternativa y fuerza de la oposición. Lo que me extraña es que Sánchez siga tan sumiso y obediente ante las infantiles y humillantes exigencias de Podemos, que siendo la tercera fuerza, ha decidido marcar los tiempos y las formas de unas negociaciones artificiales, pues como digo, su verdadero objetivo es la cita electoral a la que casi con total seguridad asistiremos el 26 de junio.

De acuerdo que los actuales líderes de Podemos no van demasiado sobrados en cultura general y Memoria Histórica, pero a estrategas no les gana nadie. La carencia cultural de Iglesias y Errejón, ambos Doctores en Ciencias Políticas, se ve suplida con creces por su capacidad de chantajear y manipular, no sólo a su contrincante, sino también a su electorado. La emergencia social queda hoy en el más profundo olvido cuando Iglesias niega toda posibilidad de gobierno si no se celebra un referéndum de autodeterminación. "De la emergencia social ya hablaremos", pensarán, pues desde el 20-D ese tema que tanto preocupaba a Podemos ya no se encuentra en la primera página de su agenda. La celebración de un referéndum es un punto imprescindible pero no sincero del programa de Pablo Iglesias. Desgraciadamente, Iglesias utiliza el independentismo de la misma forma que lo hacen los que ahora gobiernan en Cataluña. En este caso, el separatismo es el utensilio fundamental con el que Podemos quiere llegar a nuevas elecciones generales, pues saben que el Partido Socialista no puede aceptar la celebración de un referéndum bajo ningún concepto. Aprovechando la ansiada independencia y la negativa del PSOE, Iglesias se asegura una nueva cita electoral y un suculento número de votos en Cataluña. Estrategia, mezquina y engañosa, pero al fin y al cabo estrategia.

En el otro extremo encontramos a Mariano Rajoy, que lejos de mover ficha y luchar por la España que merecemos, permanece sentado dedicándose, con una agenda vacía, a la vida contemplativa. Después de la dimisión de Esperanza Aguirre, Rajoy debería haber tomado ejemplo, asumir su responsabilidad en los muchos casos de corrupción que afectan a su partido en todo el territorio nacional y pronunciar la palabra dimisión. Sin embargo, prefiere aforar a Barberá en la diputación permanente para que, en el caso de celebrase nuevos comicios, un juez no pueda procesarla. Así, vemos al Presidente del Gobierno en funciones dejar que pase el tiempo para ver si por algún casual Pedro Sánchez cae rendido y derrotado a sus pies. Cómplice de la corrupción, Rajoy no quiere darse cuenta de que su partido perdería muchos apoyos de celebrarse elecciones, consecuencia de la obsolescencia de sus dirigentes, que antes que dejar sus respectivos cargos y dar la cara, deciden destruir a su propia formación y a su propio país. El PP ha de prepararse para ese posible escenario y presionar al actual presidente para que abandone y dé paso a nuevas caras, sin cargas pasadas y sin favores pendientes de pago, que puedan reconstruir lo que un día unos pocos corruptos decidieron derribar sin el más mínimo escrúpulo. Y como obras son amores, lo primero que ha de hacer Rajoy es dar un paso atrás, otorgando poder y alas a gente como Bonig o Cifuentes, comprometidas ambas con la verdadera regeneración del PP para que éste vuelva a ser lo que era. La ejecutiva nacional deberá proveerse de un nuevo equipo, más joven, fresco y dinámico. Un nuevo equipo liderado por algunos nombres que ya se van oyendo en los medios y en el propio partido, que haga al Partido Popular renacer de sus cenizas y acabar con el lastre de la corrupción, volviendo así a ser alternativa de voto para muchos españoles que, o no los votan, o votan con la nariz tapada.

¿Ambición o inmovilismo? Humildad para unos, valentía para otros.

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