El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy/Santi Otero/EFE

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26-J, que nadie espere milagros

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Por Jose Tomás Cruz Varela

(De mi puño y tekla)

Intentar hacer pronósticos medianamente acertados, a menos de un mes, sobre la repetición de las elecciones generales del 26-J es una lotería, con la dificultad añadida que aportan los presuntos “cocinados” de los sondeos de opinión. Los españoles, a lo largo de 14 meses, acudimos a las urnas en cinco ocasiones: andaluzas, autonómicas, municipales, catalanas y generales. La participación del 73.2% en los comicios generales del 20-D, fue debida en parte a la incorporación de los partidos “emergentes”, cuyos complicados resultados todos conocemos y padecemos. Circunstancia que al no darse en la próxima convocatoria y ya en pleno verano, podría incidir lamentablemente en un posible incremento de la abstención.

Las únicas audiencias de TV que han crecido en algunas cadenas, dentro de sus limitaciones, han sido debido a las llamadas tertulias de debate. Lógicamente, muy por debajo de los porcentajes alcanzados por retrasmisiones deportivas, series, concursos o la despreciable telebasura tipo Sálvame y similares.

Recordemos que según la última encuesta del CIS, el 44% de los ciudadanos no hablan de política con sus amigos, y un 86% no envía ni un solo SMS, Whatsapp o correo electrónico sobre las pasadas elecciones generales, algo que sucede en parte por la baja consideración de los españoles sobre sus políticos y la pereza manifiesta de opinar por escrito.

Las redes sociales, actualmente, no son la opinión de la sociedad, solo responden a una parte de ella, siendo utilizadas para efectuar comentarios puntuales y mayoritariamente por el sector joven de la población, generalmente más informado y crítico que la España analógica con edades superiores que no participan en ciertos temas. Conviene reflexionar que por primera vez en democracia, el PP ganó las elecciones gracias al voto masivo de los mayores de 65 años y jubilados, más protegidos en la época de crisis, en contraposición al ambiente precario en que se mueve la juventud y por ende, más proclives a los cambios defendidos por ciertos partidos.

Los españoles en general se sienten desencantados y en ocasiones engañados. Cada vez, y con mayor intensidad, se va imponiendo el sentido común criticando los enfrentamientos y permanentes descalificaciones entre partidos. De ahí que su prestigio y credibilidad sean tan altamente denostados. Los ciudadanos instan y solicitan a las distintas formaciones a que expongan sus programas, ideas y estrategias tendentes a resolver nuestros agobiantes problemas, comenzando por la tan necesaria creación de empleo. Está demostrado que el limitarse a culpar y criticar al adversario sin ofrecer como contraprestación soluciones válidas y exentas del populismo que nos invade, se convierte en una lamentable pérdida de tiempo, dinero y prestigio. Si los partidos son incapaces de superar sus discrepancias y aprender a pactar.. ¡Aviados estamos!

Son demasiados los que temen, y no les falta razón, que nuestros fosilizados políticos intentarán una vez más vendernos "los mismos perros y con sus mismos collares". Hueros de ilusiones y emocionalmente empobrecidos. Seducir a la sociedad ya no es tan fácil y menos con tales candidatos, muchos de los cuales repiten y actúan como zombis, siendo su juego preferido la rapiña de votos, pero incapaces de crear un solo proyecto ilusionante, actuando como adornos de aparador caduco que para nada valen y menos sirven.

Es doloroso reconocerlo, pero muchos de nuestros dirigentes políticos viven cegados por la ambición y el egoísmo en todas las distintas administraciones. Se impone que los candidatos nominados para las próximas elecciones, acudan con otra mentalidad de honradez y espíritu de servicio, adoptando criterios más plurales. Es muy triste el tener que reconocer que de seguir así la corrupción se convierta en algo consustancial entre la clase política cuyos casos, lamentablemente, se multiplican en progresión geométrica…

De cualquier forma, que nadie espere milagros de los resultados que arrojen las elecciones del 26-J. No solo se trata de alcanzar un pacto o coalición entre diversas fuerzas para poder formar Gobierno, sino que lo hagan bajo un programa que permita alcanzar los objetivos perseguidos. Resultaría impresentable el vernos avocados a una tercera votación, que con independencia del ridículo que supondría, a nivel económico España no lo soportaría y con unas consecuencias inimaginables para el país y sus ciudadanos.

Debemos acudir a las urnas masivamente tras reflexionar sobre la orientación de nuestro sufragio. Se trata de un momento transcendental que solo puede superarse apelando a la cordura... ¡Tiempo al tiempo!

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