El ideario atlántico contra el populismo
El Instituto Atlántico de Gobierno (IADG) acaba de celebrar en Madrid su primer año de existencia con su I Semana Atlántica, en la que participaron expertos que desarrollan su actividad en la economía y la empresa, la política, la comunicación, el periodismo, la educación, la cultura y la ciencia.
El presidente y fundador del Instituto, José María Aznar, clausuró las jornadas, en las que se abordaron asuntos como el impacto social del cambio tecnológico, los nuevos desafíos a la seguridad y a la libertad derivados del terrorismo global, las claves de una estrategia energética para España, el Atlántico como escenario económico y el estado del Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP), el futuro de la educación y de la universidad en español y las transformaciones en los medios de comunicación.
Pero más allá de la relevancia de los temas tratados, la importancia de este foro se encuentra en el propósito con el que se ha desarrollado. El Instituto Atlántico de Gobierno no tiene ideología, pero sí tiene ideario. La ausencia de ideología, el alejamiento consciente de cualquier militancia partidista, se complementa con una militancia activa en los fundamentos compartidos por las sociedades occidentales desde la Segunda Guerra Mundial, cuyas instituciones y usos políticos se encuentran ahora sometidos a las severas pruebas del radicalismo, del populismo y de la polarización.
En los países plurales y complejos, las mayorías amplias han sido creadas mediante conductas integradoras
Tomar parte en el actual debate de ideas que sufrimos -bronco, desmemoriado y simplón- parece bastante menos provechoso que establecer espacios de encuentro donde abordar, con la seriedad y las formas que merecen, los asuntos que van a determinar nuestro futuro como sociedad. Y a ello es a lo que dedica sus esfuerzos el IADG mediante la discrepancia razonada, la búsqueda de puntos de encuentro y voluntad de concordia, convencidos de que la convivencia pacífica entre discrepantes que comparten territorio y problemas vale más que la consecución de los objetivos partidistas que cada uno pueda pretender.
En los países plurales y complejos como el nuestro, las mayorías amplias, cuando han existido, han sido creadas mediante proyectos y conductas integradoras, de alcance interterritorial e intergeneracional, transversal. Sobre esta base se ha construido lo mejor de lo que tenemos. Sin embargo, es precisamente el desprestigio social de la moderación y el encumbramiento de la radicalidad lo que ahora parece obtener mayor visibilidad.
Hay que hacer frente a esa deriva, y una forma de hacerlo es crear espacios de encuentro donde hablar con realismo y de manera constructiva. En el Instituto Atlántico de Gobierno caben todos aquellos que -en la izquierda o en la derecha- comparten un ideario donde se inscriben la promoción de los derechos humanos, la defensa de la libertad, el aprecio por las sociedades abiertas, la militancia democrática, el europeísmo, el atlantismo y toda la base cultural y humanística sobre la que estos descansan. Son valores que han hecho posible el desarrollo social en cualquier parte del mundo donde han arraigado.
En España es difícil hallar aportaciones significativas que tengan su origen en instituciones de posgrado privadas
Durante la Semana Atlántica, el IADG ha acreditado su sentido de la institucionalidad presentando su proyecto formativo ante Su Majestad el Rey, ha mostrado su capacidad de convocatoria y ha fijado una posición propia sobre cuestiones esenciales de la actualidad política y social. En esos tres niveles de actividad -institucional, crítica y voz propia- queremos permanecer. Esta combinación es la que, a nuestro juicio, hace del Instituto Atlántico algo casi único en nuestro contexto actual.
Empresarialmente -el IADG es una empresa que no recibe dinero público- habría sido más sencillo hacer lo mismo que muchos: acotar otro espacio cerrado y autorreferido más, un cenáculo para los afines, donde los que piensan igual pudieran disponer de un entorno en el que escuchar sólo lo que quieren oír. Habitualmente, así se ha dado continuidad en el tramo superior de la educación privada a los mismos problemas que tantas veces se arrastran en los tramos inferiores y en el conjunto de la sociedad.
Pero el valor social de ese tipo de proyectos es muy escaso, especialmente en el estudio del gobierno, como dramáticamente se pone de relieve hoy en España, cuando es difícil encontrar aportaciones significativas al debate público que tengan su origen en instituciones de posgrado privadas.
Cabe pensar si nuestra política está produciendo un juego de sombras que agiganta el malestar social
Si la educación superior privada en materia de gobierno se repliega hacia espacios interiores y renuncia a estar presente en los grandes debates públicos, si no se ejercita en esa rutina de estar donde realmente pasan las cosas y de hablar de lo que realmente sucede, su aportación nunca podrá ser decisiva. Aunque pretenda asegurar zonas de confort para pequeños grupos, éstos serán cada día menores, más cerrados y más temerosos de lo que ocurre fuera. Y más vulnerables ante la propaganda y la demagogia. No queremos eso, sino exactamente lo contrario.
Por eso, en nuestra sede, durante la celebración del Máster en Gobierno, Liderazgo y Gestión Pública, han impartido clase más de un centenar de ponentes -militantes de la izquierda democrática en muchos casos- que han aportado distintos puntos de vista sobre lo esencial de lo que nos sucede como sociedades atlánticas y sobre lo que debemos hacer al respecto.
Esta convivencia de pareceres debe llevarnos a pensar que quizás nuestra política está produciendo un juego de sombras que agiganta el malestar social y la polarización -que realmente existen, sin duda, pero no en el grado que se percibe en la política profesional- y animarnos a seguir trabajando para hacer las cosas cada día un poco mejor con la vocación de generar un efecto significativo en la vida pública. En ello estamos. Y a ello quedan todos invitados.
*** Miguel Ángel Quintanilla Navarro es director académico del Instituto Atlántico de Gobierno (IADG).