Otra capilla, el mismo error
El autor, profesor de Ética en la Autónoma de Madrid, cuya capilla fue asaltada esta semana en nombre del "laicismo", critica la actuación de los intolerantes.
Pronto hará cincuenta años. En el año 1968, un grupo de hombres y mujeres admirables hicieron posible el nacimiento de la Universidad Autónoma de Madrid, una institución que, como se advierte en su título de inspiración kantiana, nació con la vocación de convertirse en una Universidad desprovista de servidumbres ideológicas, políticas y morales. La pluralidad, la tolerancia y la libertad han sido y serán nuestras marcas distintivas, virtudes, todas ellas, imprescindibles para servir a la convivencia pacífica a la que toda sociedad saludable debe aspirar.
Esta semana, uno de los espacios de nuestra Universidad ha aparecido cubierto con pintadas en las que podían leerse consignas tales como “aborto libre” o “universidad laica”. La entrada al lugar fue forzada y, tras el allanamiento de este espacio de titularidad pública, los asaltantes volvieron a imponer sus consignas con rubro indeleble y mancharon el suelo, los confesionarios, los bancos y algunas imágenes que simbolizan motivos religiosos que son asumidos como sagrados por algunos miembros de nuestra comunidad.
Las palabras "crítica" y “libertad” pocas veces han sido empleadas de forma tan banal como por estos asaltantes
Los autores de estos hechos también abandonaron algunos pasquines en los que se apelaba al “espíritu crítico” y a la “universidad libre”. Palabras de tanta hondura moral como “crítica” y “libertad” pocas veces han sido empleadas de una forma tan banal.
El aborto, la laicidad o la libertad son, desde luego, vindicaciones discutidas y discutibles en el seno de cualquier comunidad consagrada al cultivo del conocimiento y de la palabra. El asalto, cometido a escasos metros de nuestras aulas, de nuestras bibliotecas y de tantos otros espacios en los que diariamente nos encontramos profesores y alumnos para sumar nuestro esfuerzo por la construcción de un horizonte científico y moral transitable no es, sin embargo, un hecho menor.
Ninguno de los valores de la tradición cristiana son contrarios al espíritu de ésta o cualquier otra universidad
Con esta acción no sólo se atentó contra un espacio determinado, sino que trató de imponerse por la fuerza un mensaje en un local en el que, como tantos otros, una minoría pacífica de nuestra comunidad se reúne para compartir inquietudes, símbolos y textos que para ellos son importantes. Hasta donde sé, por cierto, ninguno de esos valores son contrarios al espíritu de ésta ni de ninguna universidad y puede que, si la historia no nos miente, el nacimiento de la universidad deba precisamente no poco a la tradición cristiana.
Soy por convicción escéptico y desconozco cuál podría ser la solución óptima sobre la presencia de las capillas en las universidades públicas. Con respecto a la institución en la que un día estudié y a la que hoy tengo el inmenso honor de servir sí puedo garantizar que la libertad y la laicidad están fuera de toda duda, lo que convierte esta vindicación no sólo en una agresión injustificable sino en un verdadero absurdo.
Si la laicidad es un valor deseable, sin duda habrán de serlo también la pluralidad, la tolerancia y la convivencia
Si la laicidad es un valor deseable, sin duda habrán de serlo también, y acaso con más urgencia, el respeto y la promoción de esa pluralidad que tantas veces es objeto de los delitos de odio. Recordemos que la Universidad no es simplemente un lugar de tolerancia y convivencia, sino que es la sede en la que se apuntalan los argumentos y las razones que custodian socialmente esos principios.
Censuro la conducta de aquellos asaltantes que han tratado de arrogarse un papel falazmente heroico al violentar y mancillar de modo tan cobarde un espacio desprotegido en el que se reúne, insisto, una minoría pacífica cuyo mayor delito es madrugar para recordar las palabras de un tal Jesús de Nazaret. No encuentro nada escandaloso en esas palabras que dicen que dijo el hijo de un carpintero y lamento desde lo más hondo de mi vocación universitaria el atentado contra la diferencia legítima que encarnan mis alumnos y compañeros cristianos.
*** Diego S. Garrocho Salcedo es profesor de Ética en la Universidad Autónoma de Madrid.