Por Mario Martín Lucas
Han pasado más dieciséis meses desde que Jordi Pujol pronunciara, el 23 de febrero de 2015, aquella metáfora, que sonó como indisimulada amenaza, de: “…si vas segando la rama de un árbol, al final cae la rama …con los nidos que hay. Pero no solo cae esa rama, también caen las otras”. Su alegoría, muy cargada de intencionalidad, no necesita de mucha explicación en esta España asolada de escandalosos casos cómo Bárcenas, Urdangarín, Rato o Blesa.
Desde entonces las informaciones, declaraciones y noticias de prensa sobre el señor Pujol, su familia y sus distintos negocios no han parado de producirse sin que judicialmente en nada haya quedado afectado, hasta ahora, su persona y su patrimonio; mientras el partido político del que fue líder histórico ha llegado a cambiar de nombre, una vez que ya no formó parte de los tres más votados el 26-J por los ciudadanos de Cataluña, permaneciendo la referencia nominal de CDC (Convergencia Democrática de Cataluña) únicamente para hacer frente a los numerosos frentes de responsabilidad judicial que tiene abiertos.
Tras la DUI, el frente independentista, los pactos con la CUP, la sustitución de Artur Mas por Carles Puigdemont y otras muchas más cosas, se vuelven percibir unos aromas muy parecidos a los emanados como consecuencia del pacto del “Majestic”, en virtud del cual la CDC liderada por Jordi Pujol en 1996, apoyó, con su voto afirmativo, la investidura de José María Aznar; sin que nadie haya sido capaz de reivindicar los diez votos que concitó, fuera de las propias filas del PP y Ciudadanos, Ana Pastor para ser designada presidenta del Congreso, y es que el gran artificio de la política cómo artículo de consumo masivo es trasladar la sensación de que todo cambia... para que nada cambie y todo permanezca. La “bona societat catalana” siempre se ha entendido muy bien con las opciones conservadoras españolas representadas por el Partido Popular, más allá de las tensiones, en las que unos y otros se amparan, para amagar, sin dar.
Mientras lo anterior sucede, el Sr. Pujol sigue sin ser exigido ante la Justicia, como tampoco lo ha sido el Sr. Rato, pero, quizás, el ejemplo más paradigmático de este equilibrio inestable lo encontremos en el conocido “caso Millet”, que saltó a las portadas de los periódicos en 2009, también referido como “caso Palau”, y verdadera clave de bóveda del sistema clientelar implantado en Cataluña, cuya investigación concluyó en 2013, habiendo acreditado que Felix Millet y Jordi Montull se apropiaron de 30 millones de euros del Palau de la Música, mientras que CDC recibió 6,6 millones en comisiones de Ferrovial a cambio de la adjudicación de obra pública por parte del último gobierno de Jordi Pujol. Pero siete años después sigue sin abrirse juicio oral y en el horizonte parece vislumbrarse que tampoco lo hará en 2017.
Visto la visto, lo cierto es que la “rama” que tanto preocupaba al Sr. Pujol, sigue sin caer, a pesar de haberse tambaleado, sujetando entre sus hojas a un importante nido, y mientras tanto Mariano Rajoy continuará cuidando del “árbol”. Lo demás es puro entretenimiento.