El mundo de Giorgio de Chirico, exposición que Caixaforum Barcelona presenta hasta el próximo 22 de octubre, es una completa y extensa antológica del genial pintor italiano que sumerge al espectador en un entramado de hechizo y seducción por lo irreal en nuestro entorno pero existente en nuestro subconsciente.
La exposición reúne un total de 142 obras, procedentes en su mayoría de la Fondazione Giorgio e Isa de Chirico, que se completan con préstamos de más de una veintena de museos y colecciones privadas, así como las pocas esculturas de De Chirico (1888-1978) realizadas a partir de 1940 en terracota y durante los años 1968-1970 en bronce, con unas tiradas limitadas.
La pintura metafísica, antecedente del surrealismo, es un movimiento artístico italiano que nace en 1916 de un encuentro casual de Giorgio de Chirico con Carlo Carrà en el Hospital Militar de Ferrara. Para De Chirico, griego de nacimiento, de padres italianos y de formación alemana, los motivos del movimiento se encuentran en la cultura nórdica extra-pictórica (Nietzsche, Schopenhauer, y Weininger) y también en la clásica y visionaria. El resultado será una pintura con una atmósfera mágica y enigmática, incluyendo la firme y concreta individualidad de presencias singulares.
En muchas de las obras de De Chirico, reina un espíritu clásico, producto también de una formación humanística elevada, incapaz de despertar o resucitar un universo en defunción, del cual sólo quedan en pie unos edificios que resultan deshabitados. Inmerso en los albores de la primera guerra mundial, su obra ofrece un cosmos enigmático, en constante interrogante y reflejo de la desolación de un mundo que se abocaba a una guerra que se extendía a todas las latitudes.
Con respecto Plaza de Italia, el espectador contempla una obra cuyo nexo común es una soledad claustrofóbica y sepulcral. No hay vida orgánica, sólo queda lo material, lo construido por el hombre. Ni siquiera se contempla a la Naturaleza. Tan sólo se percibe un mundo misterioso e inquietante.
Sus Interiores metafísicos parecen desvanes desordenados, donde el tiempo se asienta a placer. Objetos de toda índole, amontonados, y siempre con algún retrato académico que capta la atención del espectador entre todo el amasijo, si obviar una ventana abierta a lo desconocido, al silencio, a lo recóndito. Todo ello en medio de una luz extrema y una gama cromática intensa y vivaz.
Sus Autorretratos, vestido con traje de época, o incluso desnudo reflejan un conocimiento del arte, de su técnica y de su historia que roza la perfección. La mirada de De Chirico es crítica, profunda en intensa. No se conforma con la superficie. Indaga y estudia al visitante, lo mismo que en sus planteamientos pictóricos.
En referencia a sus Retratos femeninos, tienen elegancia y distinción. No exentos de sobriedad, pertenecen a una época más academicista, en la que se observa una profesionalidad indiscutible y una técnica depurada, pero no una identificación con la obra. Sin embargo, tales trabajos le permitieron enfocar su pintura metafísica bajo el prisma de la originalidad y la innovación, pero todo calculado al detalle.
Baños misteriosos son una curiosa serie de obras en la que el agua en realidad es la madera de piezas de parqué del suelo. Aparecen hombres desnudos y cisnes nadando. Resulta chocante el contraste entre la elegancia y sinuosidad del cisne con la anatomía masculina, en un entorno geométrico lleno de luz, pero donde abundan muchos tonos pardos.
Historia y naturaleza es un homenaje a los maestros de la historia del arte. Destaca Bañista en la fuente, una clara referencia a Courbert i su Mujer en las olas. La obra de De Chirico es mucho más explícita a nivel sexual. Una mujer con facciones y connotaciones plagadas de fortaleza, sin esbelteces, se muestra abierta al sexo, mientras está rodeada por la espuma blanca de las olas, en una clara representación del esperma masculino. En la distancia le acompaña otra fémina con mucho más pudorosa.
Finalmente, con respecto a Mundo Clásico y Los gladiadores bien vale la pena citar a la nota de prensa, ya que su significado es muy explícito. Los gladiadores eran héroes destinados a morir, se transforman en actores; la arena se convierte en una escenografía teatral; la muerte inevitable no es más que una representación. La ambigüedad entre realidad y ficción que se muestra en estas obras y cuyo objetivo es ofrecernos una sensación de desorientación es solo otro juego intelectual que nos propone el artista, con las mismas características de cuando «pone en escena» el mundo clásico, con sus ruinas y sus personajes mitológicos inmersos en atmósferas sugestivas surgidas de la memoria y la nostalgia de la antigüedad mediterránea que tanto le apasionaba.
La muestra se complementa con dibujos preparatorios o definitivos, litografías y acuarelas, así como de las escasas esculturas, realizadas en bronce, de diversos tamaños. Si bien su obra en este formato no es extensa, la misma se inició a principios de los cuarenta, cuando modeló en terracota algunos de sus temas clásicos preferidos, como la Ariadna dormida, los arqueólogos y los caballos antiguos, obras que emn 1941 expuso en Milán.