En los últimos cuatro años, en España, ha habido tres elecciones generales legislativas, de más reciente a más antigua: la del 28-4 de éste año 2019, la del 26-J del 2016 y la del 20-D de 2015. Además de las que según calendario tocaban, desde “europeas” a municipales, pasando por autonómicas en distintas convocatorias. Sería un auténtico fracaso, no de los votantes sino de los políticos que han recibido sus votos, que de nuevo hubiera otra cita electoral antes del cuarto aniversario de las de 2015.
Los españoles con la particular visión de cada uno, desde los que participan siempre en los comicios, a los que solo lo hacen en ocasiones, han optado por un Parlamento fragmentado, en el que se sientan hasta catorce formaciones políticas diferentes, que son trece si se agrupan las confluencias de Podemos: PSOE (123), PP (66), Ciudadanos (57), Podemos (42), Vox (24), ERC (15), JxCat (7), PNV (6), Bildu (4), CC (2), NA+ (2), Compromis (1) y PRC (1). Pero más allá del resultado, la responsabilidad de iniciar la legislatura con un Gobierno formado y una mayoría en torno a él afecta a los distintos partidos políticos y a sus líderes.
A quienes se llaman políticos lo que se les exige es que hagan política y la negociación, pactos incluidos, es algo sustantivo a esa tarea. El recurso a una nueva convocatoria electoral sería la sublimación de un fracaso: el de los políticos de nuevo, y nadie puede pensar que los votos que recibió un día los seguirá recibiendo otro. La historia de la democracia tiene infinitos ejemplos de ello, también en España y algunos muy recientes.
Más allá de cualquier sensibilidad política concreta, la configuración actual del Parlamento hace que la posición del PSOE, aún lejos de alcanzar la mayoría absoluta por si solo, le hace parte imprescindible de cualquier acuerdo para la gobernabilidad, pues no hay combinación posible entre los 227 escaños que no tiene (350-123), para conformar una mayoría alternativa. El sumatorio del PP más Ciudadanos (curiosamente también 123 escaños) necesitaría del apoyo de Podemos o los nacionalistas, e incluso los 147 escaños que alcanzarían sus sumas con Vox, precisarían bien el apoyo de la fuerza liderada por Pablo Iglesias, bien de todas las restantes fuerzas presentes en la cámara, empezando por ERC y el JxCat, lo cual se antoja cercano a la imposibilidad.
Luego lo razonable parecería empezar por establecer un programa de medidas que suscitase acuerdos, con salvaguardias para quienes lo suscribieran, sin condicionarlo por la presencia de determinadas personas, ni reparto de sillones, que para cualquier votante resulta muy poco ejemplarizante. ¿Qué pasó con aquella cita tan recurrente de que "en política se está para servir, no para servirse"?
La inercia observada en la evolución de los votos obtenidos en las tres citas electorales realizadas entre el 28-A y el 26-M de este año parecen haber pasado una cierta factura tanto a Podemos, como a Ciudadanos, quienes, especialmente éstos últimos, no consiguieron acercarse a las expectativas, perdiendo ambas formaciones, cada una de ellas, más de dos millones de votos, en el estrecho margen de un mes. ¿Qué les podría hacer pensar a ambos partidos que en una nueva convocatoria electoral podrían recuperar apoyos? Y todo ello tras sus respectivas y recientes crisis, y en pleno proceso de debate interno en la formación naranja, con su líder más alejado de los medios que en toda su anterior historia política.
Pero tampoco PSOE y PP deberían ver la posible nueva cita electoral como una segura oportunidad de recuperar votos de quienes intentaron sus “sorpassos”, unos por su incapacidad (aún por ver) de constituir pactos estables con quien calificaron como socio de referencia (Podemos), y otros condicionados por el efecto Vox y su propio vínculo a Ciudadanos.
Se suele decir en los cenáculos políticos que “las urnas las carga el diablo” y si no que se lo pregunten, por ejemplo, a David Cameron o Theresa May, y a Susana Díaz, en España también. Ningún sufragio se puede dar por ganado, ni ningún numero de escaños como un suelo cierto.
La única certeza sobre la que poder construir política en este momento en España es la conformación actual de su Parlamento, sobre la que, al menos, hay dos posibilidades reales de establecer un punto de salida sólido para esta nueva legislatura. Señores políticos hagan política, negocien, discutan, argumenten, contraargumenten y sean capaces de elegir entre “lo malo y lo peor” para ustedes mismos, alcanzando el máximo común denominador de lo bueno para el conjunto de todos los españoles, solo así lograrán sacarnos de nuestro convencimiento de que, hoy, falta talla política. Demuéstrennos lo contrario.