Por una parte
La bomba de relojería ha estallado ya en la que algunos vienen llamando la España progresista. La prensa se atiborra de noticias que hacen referencia a bancos de alimentos desbordados, a colas para recoger comida en centros sociales y parroquias, a los ERTE, a la crisis económica que se avecina, rebrotes y a la insolidaridad de algunos que luego remendarán tocando la trompeta desde un balcón o dando palmitas. Este desastre social se achaca a la pandemia, aunque habría que añadir que un panorama político totalmente inservible y el desinterés e indiferencia social están poniendo también su buena parte en el saco.
Por otra parte
Pedro Sánchez se va de vacaciones a Doñana en pleno repunte de contagios. Pasará unos días en periodo estival con su familia en la ostentosa e idílica finca de las Marismillas, de un valor medioambiental incalculable.
El líder socialista acaba de llegar a Doñana después de disfrutar unos días con su familia en Lanzarote, en concreto en el Palacio de La Mareta, una mansión de cuento de hadas. Para el desplazamiento familiar usó en varias ocasiones el avión Falcon.
Los reyes Felipe y Letizia, y sus dos hijas, la princesa Leonor y la infanta Sofía, tampoco podían perderse unas felices vacaciones en el Palacio de Marivent de Palma de Mallorca.
Para acabar
Otros presidentes del Gobierno y reyes también han disfrutado de unas “merecidas” vacaciones lujosas y de las prebendas y deleites de entornos y parajes de titularidad nacional; es decir, sufragadas de los impuestos de los ciudadanos que no tienen acceso a las mismas. Nada ha cambiado, a pesar de lo indicado en el primer párrafo de esta columna.
A pesar de haber estado tres meses sin la mayoría de actividades en marcha, improvisando morgues para amontonar a los muertos, discriminando a ancianos de unos derechos sanitarios, sufriendo lo insufrible… aquí en España no se perdona las vacaciones ¡ni Dios! Agosto es sagrado, y no hablo ahora de la burguesía política o de reyes… Todos “tienen derechos a unas merecida vacaciones”, la cita ya se ha enquistado en nuestro país. No obstante, siempre hay quien no las “merece”: esos cientos de personas que esperan en una cola kilométrica para recoger una bolsa de comida.
Al comprobar la desfachatez generalizada de mi país y la diferencia de clases entre la tribu política y el españolito de a pie, me viene a la mente un aforismo de oro que se puede encontrar en el epistolario de Miguel de Unamuno: “Me ahogo, me ahogo, me ahogo en este albañal y me duele España en el cogollo del corazón”.