Muchas personas han sido y son víctimas de maltrato por parte de sus familiares, entorno social, laboral, académico y allá donde existan monstruos capaz de hacer daño por maldad y siempre proyectando sus carencias emocionales sobre aquellos que son diferentes y se salen de lo común.
Hombres maltratadores, mujeres que maltratan y niños que repiten lo que aprenden en casa.
Las personas maltratadas no deben responder con violencia ante tal injusticia y sí con psicología. Es complejo y en muchos casos casi imposible porque el maltratador maltrata a quien puede y no a quien quiere.
Cuando la víctima es un niño o niña, lo pueden vivir sufriendo sin comprender por qué sus padres o hermanos no les quieren si ellos no han hecho nada malo, un porqué que no tiene respuesta en un niño o niña inocente.
La violencia puede ser física o psicológica, ambas suelen ir combinadas pero no siempre.
Las consecuencias pueden enfermar a las víctimas que corren el riesgo de desarrollar en un futuro, enfermedades mentales y cardiovasculares entre otras que los incapacitan doblemente, condicionando su vida para siempre.
Muchos terminan en psiquiátricos, estigmatizados y rechazados socialmente, es un infierno en vida perdida para muchos pero no para todos.
De la caída nos podemos levantar y elevar sobre los agresores que puede que un día tengan remordimientos porque muchos de ellos suelen ser unos fracasados sin empatía ni capacidades especiales a destacar.
Todos somos víctimas en este mundo donde las sociedades y las personas compiten, donde el bien y el mal luchan de forma desigual y en multitud de niveles diferentes.
Vivimos en un mundo poco compasivo donde nos enseñan a amasar dinero y creernos superiores cuando somos como un grano de arena la inmensidad del universo.
El mal es engañoso y caer en su trampa puede dar poder e incluso placer, pero siempre se cobra su deuda.
Los mayores poderes en la vida son la bondad, el amor y la compasión.
En la vida existen errores, pecados y también aciertos.