Opinión

András Bíró, el último resistente

András Bíró.

András Bíró. Wikimedia Commons

Hace días murió, a los noventa y ocho años de edad, András Bíró, el último resistente del año 1956, cuando los húngaros se alzaron contra la intromisión de los rusos en Hungría, la primera revolución antisoviética en la Europa, entregada a Stalin, tras los pactos de Yalta.

András tuvo que exilarse en Francia tras el fallido alzamiento húngaro, una portada de la revista Paris Match, del año 1956 le retrata, alzado en una asamblea multitudinaria, cuando recibieron la noticia de que una columna de tanques rusos avanzaba hacia la capital, y ante el miedo que comenzaba a extenderse entre los allí reunidos, saltó como un resorte para decirles a sus compañeros, "tranquilos, que si mostramos miedo, ya hemos perdido".

De familia acomodada, el padre era judío húngaro que trabajaba como administrador de una importante empresa, y la madre era una mujer serbia diseñadora de ropa y empresaria. La familia, debido a la persecución que empezaba a darse en Hungría contra los judíos, prefirió mudarse a Sofía, para evitarse problemas, lugar donde había otra sucursal de la empresa en que trabajaba su padre.

András nació en Sofía y allí vivió hasta los diecisiete años, en que retornó a Hungría, donde, a los pocos meses se enroló en el Partido Comunista, como una forma de luchar contra el nazismo, pero un hombre para el cual, la libertad, la autonomía y los derechos humanos eran su bandera de vida, difícilmente podía cuajar en un partido autoritario, tras tres veces de ser degradado internamente en el partido, acabó siendo expulsado.

En su exilio parisino trabajó como periodista, era su profesión, hablaba diez idiomas, y tuvo la ocasión de contactar y forjar una perenne amistad con Edgar Morin, padre del pensamiento complejo, y el único de los intelectuales franceses que a raíz de la represión de los soviéticos en Hungría abdicó de sus filias comunistas. También frecuentó a Castoriadis y otros pensadores de esta época.

Posteriormente trabajó en Roma en la F.A.O. (Organización para la Agricultura y la Alimentación de Naciones Unidas), donde introdujo a intelectuales de países en vías de desarrollo entre sus corresponsales, ayudando a cambiar una visión excesivamente occidentalista, que era predominante cuando él asumió la dirección de las revistas Ceres y Mazingira.

Trabajó también con la ONU en proyectos de desarrollo local y de autoorganización con comunidades de pescadores en Méjico y de campesinos en Nairobi. 

En su retorno, ya jubilado, en 1986 en Hungría crea en 1990 la Fundación Autonomía (Autonómia Alapítvány) y se dedica a la promoción y el reconocimiento de la minoría gitana en Hungría, desarrollando, entre otros programas un sistema de microcréditos para emprendedores Roma de gran éxito, por el en 1995 recibe el Premio "Right Livelihood", también llamado el Nobel alternativo, "por su resuelta defensa de la minoría gitana de Hungría y sus esfuerzos efectivos para ayudar a su autodesarrollo".
Además, creó un premio para periodistas que denunciaban el antisemitismo, racismo y discriminación que aparecía en Hungría, y escribió varios artículos y libros, entre ellos From Victimhood to Citizenship (Del victimismo a la ciudadanía), El camino para la integración de los Roma, en compañía de Nicolae Gheorghe y de Martin Kovats, y dos autobiografías Hazajöttem (Llegué a casa) y Kommunista voltam - A vakhittől az autonómiáig" (Yo fui comunista. De la creencia a la autonomía).

Entre sus enseñanzas nos recuerda la importancia de la mayéutica como metodología de trabajo con grupos humanos desfavorecidos, pues les permite descubrir y extraer su propio conocimiento latente. Es el diálogo con los participantes y las preguntas provocativas, el principio guía y no el monólogo y la persuasión de los profesionales, que debemos evitar, pues a fin a cabo es su vida, no la nuestra, nos decía.

Y con relación a sí mismo, su actitud para cuestionar, sus ideas, creencias y aspiraciones, en contraste con lo que la realidad objetiva muestra, ha sido una constante en su vida, como base de su evolución y perfeccionamiento continuo. Esta dialéctica de la humildad, del contraste con la realidad y con otros puntos de vista, de entender las razones fundamentadas del otro y respetarles, aunque no se compartan, ha sido otro de los rasgos de su carácter.

He tenido la suerte de disfrutar más de veinte años de su amistad y libertad, desde que llegué en 2003, como Consejero Pre Adhesión a Hungría, y de intercambiar, semanalmente con él, puntos de vista, como medio de mejorar mis conocimientos, y humanidad y, desde la claridad y el calor que me dio su compañía espero, allí donde se halle, llegar a su morada, y seguir cazando, con él, instantes íntimos de sabiduría, y dialogar y debatir como era nuestra costumbre. À la prochaine, András!