Querido voluntario, dique a la desesperanza e islote de solidaridad en este desbordamiento de dolor, gracias por tu entrega. Gracias por dar la mejor forma a los versos de Celaya, tomando partido hasta mancharte.
Ni te engaño, ni me engaño. No te doy las gracias por ser voluntario, sino por serlo desde tu anonimato que preservas con la misma tenacidad con la que apartas el barro de las calles, por hacerte inmenso desde tu singularidad, por no airear tu noble decisión a los cuatro vientos, ni a las mil cámaras que durante estos días andan buitreando tu semblante cansado y tus ropas impregnadas de lodo, intentando arrancar de tus labios algún comentario manido, heroico y lacrimógeno para ser vertido en la inmundicia de cualquier tertulia olvidable y pasajera, dirigida por los anodinos todólogos de cada día y digerida por ávidos devoradores del chisme, desde la mañana hasta la noche.
Especialmente gracias por ayudar a pesar de los aplausos, "que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha". Como no te conozco, me permito una súplica en forma de consejo. Aléjate de los aduladores, especialmente de los políticos. Que no sepan quién eres, que no mencionen tu nombre, que no te conviertan en su seguidor necesario. Que nadie monopolice tu sagrado individualismo.
Ya ves que los avezados e interesados panfletarios de turno corean un nuevo cántico para este viejo drama: "El pueblo siempre salva al pueblo". Es mentira. Una grosera falacia. Sólo tú salvarás de la angustia y del sufrimiento, durante algunas horas o algunos días, a alguien con nombre y apellidos. El pueblo es un lobo con piel de cordero, cuando no un cordero a secas. El pueblo es demasiadas veces un depredador del pueblo, un facilitador de sátrapas y el palmero mediocre de dirigentes mediocres.
Reniego de la sinonimia entre pueblo y bondad. Hay que diferenciar entre el pueblo y los buenos. ¿Acaso no son pueblo quienes en medio del paisaje desolador de las inundaciones en Valencia están saqueando casas y comercios cuyas puertas se llevó el agua? ¿Acaso no son pueblo quienes con su quietud e indiferencia habitual y criminal blanquean a mandatarios indecentes que abandonan sus principios y sus promesas nada más finalizar el recuento de los votos, o la firma de los pactos, por los que alcanzan el poder?
Los hijos de puta, en la peor acepción de la expresión, también son pueblo. Lo cierto es que sólo algunas individualidades, en todos los tiempos y frente a todas las adversidades, han salvado al pueblo que merecía ser salvado. Por eso, gracias por tu decisión individual, silenciosa, valiente y comprometida.
De tanto en tanto el monstruo que siempre nos mide, nos abofetea y nos interroga sobre nuestra humanidad, reaparece con distintas caras: Dana, volcán, tiranía, guerra…
No hace tanto nos tocó enfrentarnos a ese mismo monstruo de siempre, con cara de Covid. Entonces yo no fui voluntario. Fui lo que soy, enfermero de urgencias. Mi mérito, por tanto, es nulo. Hago mi trabajo, y me pagan por ello. En todos los trabajos hay días mejores y días duros para forjarse, como aquellos. Entonces, como ahora, el monstruo con el que nos encontramos frente a frente saca lo peor y lo mejor de uno mismo.
En lo colectivo hace aflorar la simpleza de la sociedad, la hipocresía, el oportunismo político, el despellejamiento ciego del adversario, la habilidad de los peores para salir indemnes, para camuflarse en el grupo sin ser notados, sin mancharse, sin ser salpicados, ni por una sola mota de barro de esta Dana, ni por una sola tos de aquel Covid.
En los medios nos llamaban héroes (las sociedades infantiles siempre los necesitan) y nos sacaban, derrotados, en una foto, sentados en el suelo, apoyados en la pared de un largo pasillo de hospital con la cara entre las manos. Detesté aquella foto tanto como los aplausos que nos dedicaban desde los balcones muchos de los que antes, durante y después nos insultan cuando han de esperar más de una hora en una sala de espera a la que acuden por un dolor de garganta. Entre los acordes del "Resistiré", esos creadores de panfletos de los que antes te hablaba, también popularizaron otra gran mentira: "De esta pandemia saldremos mejores y más fuertes".
Jamás un grupo ha salido más fuerte de ningún sitio, ni de ninguna tesitura compleja. Sólo las personas, individualmente, pueden salir más fuertes del drama o de la adversidad. Sólo se puede crecer individualmente, más desde el dolor, desde el compromiso a contracorriente, desde la soledad del incomprendido.
En consecuencia, sólo desde la individualidad no contaminada se puede ayudar a los demás. Sólo una suma de individualidades que merecen la pena, están en disposición de salvarse y de salvar a un pueblo cobarde, infantilizado, manipulable y convertido en rebaño.