Juro que venía pensando horas antes de Secret Story en cómo iban a hacer este año con Halloween. Y es que, claro, al caer el 31 este año en domingo las probabilidades de que este jueves me hundieran en el aburrimiento más supino -como cada año- eran muy altas. ¡Voilà! A las 22 ya estaba el percal montado: mucho disfraz patético, luz forzadamente tenebrosa, pretendidamentre terrorífico todo... y ridículo en realidad. Ahí, un maestro llamado Joao y su performance.
Muchísima pintura negra, muchas cosas viscosas, saltamontes, grillos, sangre y sesos fresquitos. Y gritos, mogollón de gritos. Miedo, al menos forzado y engolado a más no poder. Puff, ¿se creen si les digo que, para mí, la única experiencia cercana al terror ha sido cuando he visto a Jorge Javier Vázquez disfrazado de no sé muy bien qué o de quién? A medio camino entre la vieja del visillo y Aramis Fuster. Él ha dicho que las redes dicen que se parece esta noche a Ana Rosa. Lo dice él y a mí me da la risa. Ojalá algún día me quiera tanto como Jorge a sí mismo...
Vaya por delante, porque si no me siento mal, que valoro mucho el currazo que hay detrás de estos programas y la cantidad de gente que trabaja en ellos. Chapó por ellos, pero tengo que ser franco: cada año me duermo de sopor. No es que no lo sepan hacer, es que me da la sensación de que siempre es lo mismo: las mismas escenas y los mismos sustos. Y bueno, qué decir. Una noche terrorífica para todos; desternillante de pena y hastío para mí. ¿Qué me pasa con el miedo? No lo sé: lo trabajaré. Resulta que por aquello de ponerle el broche de oro ha vuelto a la casa por una noche Miguel Frigenti, ¡vestido de Payasín!
Y este, Payasín, también. Ambos, mano a mano, dando miedo. Sí: pueden bostezar. Visto lo visto, ¡me ha parecido interesantísimo cuando han abordado el tema de Adara Molinero y su padre! Y eso que era del pasado martes, pero, oye, imágenes normales y sin tonterías. Tramas humanas un poquito más reales.
Contó Adara cuándo se distanció, puede, irreversiblemente de su padre y a mí se me parte el alma: "Cuando me separé se posicionó con la otra parte y... yo necesitaba a mi padre. Me duele día tras día, es una herida que llevo dentro". Es imposible no conectar con ella, no dejarse mecer por su sufrimiento. Adara tiene un grifo de dolor dentro que cuando lo deja correr... es letal para el espectador. En cambio, entra el padre por teléfono, frío, distante, ahora sí, diabólico, y todo se congela, hasta el sentido: "Esto ha llegado a un punto que tendríamos que darle la vuelta de alguna manera".
Y suelta un te quiero de hielo antinatura. Su hija, horas después, sigue flotando de la ilusión, pese a todo: "Hacía dos años que no escuchaba su voz. No me decía te quiero antes tampoco porque es una persona muy tímida. A lo mejor este año podemos juntarnos de nuevo por Navidad. Los padres son imprescindibles en la vida, lo sé porque yo soy madre". Ay, Dios, cuánto, cuantísimo daño hacen estos discursos de la familia sagrada, del amor a la fuerza porque sí y los golpes de la sangre: no, no y no. Hay familias que no son buenas, que se merecen que andes lejos; que no quieras saber nada de ellas. Hay padres malos y punto.
Una vez hablado un poquito del romance entre Cristina Porta y Luca Onestini -casi me lo creo un poquito más el show-, el espacio se zambulle de lleno en eso que llaman, más o menos, el túnel del terror. El mismo recorrido, más o menos, con cada uno de ellos... El sopor entra en mí. Esa voz de ultratumba con la que, de seguro, voy a soñar esta noche... Ay, Dios. Un poco de información: después de la parafernalia, la cosa estaba en que quien se comiera el plato de sesos sin rechistar ganaba seis puntos extra en las nominaciones.
Solo lo han conseguido Isabel Rábago, Cristina Porta, Julen y Sandra Pica. Pese a mi repulsa a todo lo que implica miedo mal infundado, tengo que reconocer que me he reído bastante con la prueba de Rábago; también un poquito con Luis Rollán y con Onestini. Pero, mi Adara, madre mía, madre mía, madre mía: hija mía, ¡a quién se le ocurre ponerse un vestido imposible, ceñidísimo, cortísimo para una prueba como Halloween y túneles y toda la vaina! Los cámaras habrán sudado la gota gorda para que no se le viera a la concursante nada que no debiera.
Por favor, apunte importante después de tanta estopa: ¡qué risas y qué buen rato he pasado con los tartazos finales! Gracias, Secret Story, por este regalo.
Expulsado: José Antonio Canales Rivera
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