Ya lo dijeron los directores de la serie sobre Cristóbal Balenciaga para Disney+, “la moda va mucho más allá de lo que es un vestido. Es también identidad y esta se construye a través de lo que uno se pone”. Aunque es fundamental en todo tipo de producciones, en aquellas que son de época donde el vestuario cobra una mayor relevancia. Eso no iba a ser la excepción con Sueños de libertad, la nueva serie diaria de Antena 3 creada por Beatriz Duque y Verónica Viñé.
Libre adaptación de la serie turca Fugitiva (Sen Anlat Karadeniz), Sueños de libertad lleva al público a la España de 1958, a una fábrica de perfumes y fragancias situada a las afueras de Toledo. El imperio de la familia De la Reina vive un momento de luchas de sucesión tras los problemas de salud del patriarca, Damián (Nancho Novo). Una producción que ha sido muy bien acogida por el público, logrando liderar ampliamente la sobremesa, con datos entorno al 13,3% de cuota y el 15,1%.
Berto Brezo, diseñador de vestuario de Sueños de libertad y que también fue figurinista de Amar es para siempre, resalta el proceso de documentación que ha tenido que hacerse para ver cómo vestía la sociedad española de finales de los años 50. “Es un proceso de documentación muy elaborado y nada sencillo, dando que tenemos que documentarnos mediante diferentes vías. No es sólo ver el estilo que había, sino formas de vida, tejidos, hechuras, patrones y, por supuesto, las clases sociales”, reconoce en una entrevista concedida a BLUPER.
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El diseñador señalaba cómo las diferencias sociales podían marcarse hasta en las hechuras de las prendas. “A partir de ese trabajo documentado, tienes que ir hacia delante o hacia atrás en el tiempo. Hay que personajes que, por su edad o trayectoria, visten como unos años atrás, porque no están tan avanzados en la moda. Otros son lo opuesto, son más modernos y atrevidos. Es el caso de Begoña, quien lleva pantalones en varias ocasiones, mientras que su cuñada Marta es completamente diferente”, explica Brezo.
Las clases sociales a través del protocolo del buen vestir
De manera sutil, el vestuario remarca esos usos y costumbres, dado que la vestimenta marca esa diferencia de clases. “El caso de Marta de la Reina, se limita a llevar su posición social y a llevar un protocolo como tal, que estaba muy marcado en la época. Actualmente, eso no sucede, pero en épocas anteriores había protocolos de vestimenta. Esto estaba presente tanto en gente con mucho dinero con personas de origen humilde. Los estratos sociales estaban muy marcados”, recalca.
“El protocolo de vestimenta estaba en todo, como en las profesiones. En una barbería, los trabajadores iban impolutos, con su corbata y sus trajes, sean de mayor o menor calidad, dependiendo de su posición social. Estaban muy presentes los protocolos del buen vestir y de la educación”, expone.
“El protocolo de vestimenta estaba en todo, como en las profesiones. En una barbería, los trabajadores iban impolutos, con su corbata y sus trajes”
En ese sentido, el vestuario de Sueños de libertad remarca las diferentes escalas sociales. Esto se refleja tanto con la familia de De la Reina, que están en la cúspide y cuyos diseños son más sofisticados; como con los trabajadores de la fábrica de perfumes y la tienda que está en la misma, con los obreros y dependientas vestidos de manera casi uniforme y con diseños sencillos cuando no están laburando. En medio de patrones y obreros, está la familia Merino, clan asociado que cayó en desgracia tras una tragedia familiar y que refleja una mezcla de ambos mundos.
“Hemos hecho tres marcajes. Están los De la Reina, que son la clase social más alta. Luego tenemos a los Merino, que no son de clase, pero sí que han ido a menos, por la situación que han vivido. Con el vestuario, teníamos que hacer notar que esa familia era de origen de clase alta, pero que actualmente estaban en posición más baja. Por ello, ni podíamos ni queríamos ponerles ropas de clase totalmente obrera”, argumenta.
Aunque, por supuesto, los guiones, los diálogos y los propios actores narran lo que sucede, su vestimenta dice mucho de manera no verbal. “El vestuario no sólo debe vestir a los personajes, sino que tiene que contar una historia. Visualmente, la ropa te tiene que decir de dónde viene y hacia dónde va. Aquí entra en juego el diseño, qué paletas de colores elegimos para la época y los personajes. La actitud de cada uno también marca el color, el diseño”, expone.
Sobre los tonos de colores, estos también dicen mucho de una época y una sociedad. “Cuando estalla la Segunda Guerra Mundial, toda la paleta de colores del vestuario de la gente que estaba sufriendo de primera mano el conflicto, se tornó gris, desaparece, todo se quedó de manera más anodina y neutra. No sólo pasaba con los colores, en las guerras, desaparece el nailon y ciertos tejidos, todo se aprovecha como material para uniformes de los soldados”, señala Brezo.
Una España de los 50 más “colorida”
“La moda ha ido marcando visualmente en qué momento está históricamente una sociedad y un país”
“La moda ha ido marcando visualmente en qué momento está históricamente una sociedad y un país”, explica, recordando que el año 1958 para España no fue un año muy colorido. “En nuestro caso, el 58, no hemos querido reflejar exactamente lo que ocurría con el vestuario en la España real de ese año, porque nos hubiéramos encontrado con una paleta de colores situada entre gamas de grises y marrones”, detalla.
“Colores extremadamente triste”, agrega, recordando que el objetivo de Sueños de libertad es crear un mundo de ficción que no tiene por qué ser una fehaciente radiografía política o social. “Es una serie blanca y no queremos politizar ni contar dramas externos a lo que se refleja en la ficción. Nos centramos en situaciones que viven los personajes a nivel interno”, explica.
Por ello, el vestuario de Sueños de libertad refleja una sensación que refleja unos años 50, aunque con cierta atmósfera de ser algo ajeno. “Hemos optado por un tono más colorido. Queríamos darle esa alegría y vistosidad para que el público no asumiese que la serie es sólo drama, sino que se centra en personajes con los que poco a poco irá encariñándose. Aparte, hemos querido que se luzcan visualmente los diseños, con unos finales de los 50 muy vivos. Eso, la vestimenta lo debe transmitir”, expone.
De ahí, que haya surgido ciertas comparaciones con Velvet, la serie de Bambú que creó unos años 60 ideales en cuanto a diseño de vestuario y muy distintos de los 60 que se vivieron en España. “Bueno, en Velvet se tiraba por una inspiración más cercana en la moda estadounidense. Nosotros no nos hemos querido ir tan lejos, queríamos que hubiera una sensación mayor de cercanía. Por eso, nos hemos ido a Italia, mucho más mediterránea y realista. Es colorida, pero con tonos más suavizados”, especifica.
“Nos hemos inspirado en la moda de la Italia de finales de los 50, que tenía tonos más vivos. La moda española se reducía a tonos grises y marrones”
El diseñador resalta las diferencias que existe también en lo referente a los tiempos. No es lo mismo el vestuario para una película, una serie para el prime time, una miniserie o una serie diaria, como es el caso de Sueños de libertad. “Es un ritmo distinto, desenfrenada. No hay compás tan acelerado. Es cierto que también hay que ir rápido cuando confeccionas para plataformas o series de prime time, pero las diarias es otro mundo. Hay que tener en cuenta que, prácticamente, se graba un capítulo al día y todo se produce por bloques de episodios”, especifica.
El esfuerzo de diseñar para una serie diaria
“Con lo cual, estamos grabando por diferentes localizaciones en un solo día. Igual, podemos llegar a tener entre 10 y 15 episodios abiertos y eso es bastante complicado. Primero, por los rácords, porque el vestuario no es aleatorio. Todo eso lleva un trabajo detrás. Hay que preparar las órdenes con todos los cambios que tenga que haber, como repetir o demás. A ello se suma que en esta producción tenemos muchos exteriores, así que debes amoldar el vestuario a ello. Es un trabajo mucho más complejo de que se ve desde fuera”, defiende.
Berto Brezo fue también diseñador de vestuario de series contemporáneas como Círculo rojo o Física o química. El figurinista destaca cómo el trabajo y el esfuerzo es igual tanto en producciones de época como en ficciones que están situadas en el presente. “Para mí, trabajar en Física o química fue un regalazo que me dio la profesión. Fue un trabajo tremendamente complicado, dado que cada personaje tenía una personalidad diferente y eso había que reflejarlo en cómo vestían”, recuerda.
“Recuerdo que salía a la calle con la cámara en mano. Me fijaba en cómo vestían los chavales al salir del instituto o cuando quedaban en centros comerciales. Había una biblia de personajes y presentación de tramas y, partiendo de ahí, había que construir sus personalidades a través de la vestimenta. En esa época había menos posibilidades para ver las tendencias de los adolescentes, no había redes sociales tampoco”, comparte.
“Además, tuve la suerte de que era septiembre, coincidiendo con los exámenes extraordinarios de Selectividad. Nos fijamos en adolescentes tanto que procedían de la calle de Serrano como los que provenían de barrios más humildes”, concluye.