Publicada
Actualizada

Es un taxi como tantos miles que cruzan la ciudad de Teherán todos los días: amarillo, sencillo y colectivo, donde pasajeros que no se conocen comparten rutas. Salvo por un pequeño detalle. Al volante, detrás de unas gafas cuadradas y bajo una gorra gris va Jafar Panahi, realizador iraní al que su gobierno le ha prohibido rodar películas desde 2010. “Sé lo que te traes entre manos”, le dice con una sonrisa uno de los pasajeros que le reconoce, señalando la cámara instalada en el salpicadero del coche.

Taxi Teherán es una mezcla de documental y ficción, protagonizado por actores no profesionales, conocidos del realizador, su sobrina o amigos de amigos. Los planos son secillos, rodados por las cámaras instaladas en el taxi. A través de los distintos pasajeros, de su historia y de sus conversaciones, Panahi va construyendo una radiografía de la sociedad iraní. La violencia del Estado hacia sus ciudadanos, que castiga con la pena de muerte delitos menores, la vulnerabilidad de la mujer y sus derechos tras la muerte de su marido y el papel y el lugar del cine en una sociedad maniatada por la censura, son algunos de los temas que se suben a su taxi. Es una crítica al régimen y una denuncia de las sucesivas violaciones a los derechos humanos pero sin alardes. Es una película tranquila, con dosis de humor y sarcasmo.

El cine es lo que da sentido a mi vida. A pesar de los obstáculos, de las limitaciones de trabajar en lugares tan privados, nada podrá impedirme de hacer películas

La más ilustre de las pasajeras es Nasrin Sotoudeh, abogada y activista de los derechos humanos, impedida de ejercer su profesión tal y como Panahi. “La dama de las flores”, como se le llama en la película, coge el taxi para ir a visitar a la familia de una mujer detenida por asistir a un partido de voleibol masculino. A lo largo del viaje, los dos hablan sobre las limitaciones que el Gobierno impone a sus actividades y la lucha por la libertad de expresión.

Evitar el realismo sórdido

“Para hacer películas que puedan ser distribuidas en Irán hay normas a tener en cuenta: el respeto por el velo, evitar el contacto entre hombres y mujeres, la violencia, las discusiones de política y economía y el realismo sórdido”. Sentada en el asiento delantero del taxi, de cámara en mano, la sobrina de 11 años de Panahi le expresa su preocupación por el trabajo que le han pedido en el colegio. El realizador sonríe, y asiente: “Sí, es difícil atenerse a las normas”. Panahi lleva toda la vida saltándoselas.

Panahi, en un fotograma de la película Taxi Teherán

Taxi Teherán es la tercera película que Panahi presenta tras la prohibición del Gobierno y seguro que no será la última. “Para seguir conectado con la sociedad, pensé en conducir un taxi, para estar cerca de la gente y hablar con ella. Pero sé que estaría tentado a llevar una cámara dentro del coche y eso no funcionaría”. Jafar Panahi hablaba en una entrevista a Indiewire en 2014, sobre las limitaciones impuestas por el Gobierno. No se puede saber con certeza cuánto de premonitorio o cuánto de azar tenían estas declaraciones, pero viendo el último filme del realizador, es difícil no esbozar una sonrisa.

En julio de 2009 fue detenido por primera vez, tras asistir a la ceremonia en memoria de una joven manifestante asesinada durante unas protestas

Por “actuar contra la seguridad nacional y hacer propaganda contra el Estado”, Panahi fue encarcelado dos veces. En julio de 2009 fue detenido por primera vez, tras asistir a la ceremonia en memoria de una joven manifestante asesinada durante las protestas en contra de la reelección del presidente Mahmud Ahmadineyad. Unos meses después le denegaron el visado para viajar al festival de Berlín y en 2010 le volvieron a arrestar. Esta vez, Panahi pasó 86 días en la cárcel de Evin. Allí, el realizador se sometió a una huelga de hambre y salió en libertad bajo fianza en mayo del mismo año, tras la presión internacional de organizaciones y figuras destacadas de la cultura.

Tras su salida de la cárcel, nueva condena: 20 años sin permiso para rodar películas, escribir guiones o dar entrevistas. Tampoco salir del país. Panahi apeló la sentencia, pero en 2011 se confirmó. En su casa, sin poder rodar sus historias, Panahi se saltó las normas e hizo dos filmes. Esto no es una película se presentó en 2011, fuera de concurso en el festival de Cannes. Dos años después, ganó el Oso de Plata en el Festival de Berlín con Cortina Cerrada. Aclamado a nivel internacional, en Irán su cine solo se puede ver clandestinamente, en copias piratas de DVD.

Taxi Teherán ganó el Oso de Oro en el Festival de Berlín, galardón que recogió la sobrina del realizador al estar impedido de viajar. “El cine es lo que da sentido a mi vida. A pesar de los obstáculos, de las limitaciones de trabajar en lugares tan privados, nada podrá impedirme de hacer películas. Tengo que seguir haciéndolo sean cuales sean las circunstancias, para defender mi dignidad y sentirme vivo”, dijo Panahi en un comunicado, cuando la película fue seleccionada para el festival. En una carta abierta, la organización cinematográfica del Gobierno iraní, responsable de autorizar las películas que se pueden hacer en el país, lamentaba que el festival decidiera “fomentar los malentendidos sobre el país ensalzando un director cuyo trabajo había sido prohibido”.

Discípulo de Kiarostami

Panahi fue reclutado a los 20 años para servir al ejército iraní en la guerra contra Iraq. En 1981 fue capturado por los rebeldes kurdos y estuvo 76 días en cautiverio. Después de cumplir el servicio militar, entró en la Universidad de Cine y Televisión en Teherán, donde estudió realización cinematográfica y empezó a hacer pequeños cortos documentales para televisión.

En 1992, decide hacer un corto sobre Kiarostami y, tras la buena acogida del filme, pedir trabajo al realizador, que le contrata como asistente de dirección en la película A través de los Olivos, en 1994. Tras confesarle su intención de rodar una película, Abbas Kiarostami le anima a sacarla adelante y se ofrece para escribirle el guión. De ahí nació El globo blanco, el debut de Panahi, su compromiso con las películas de denuncia social y su inclinación para dar a las mujeres protagonismo en sus historias.

Noticias relacionadas