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Abril de 1941. En pleno auge de la II Guerra Mundial, miles de judíos intentan escapar del horror nazi buscando refugio en los países no ocupados por los alemanes. Entre ellos está Ana Frank y su familia. Su padre intentó pedir asilo en Estados Unidos, pero el visado nunca llegó. El resto de la historia es conocida: en 1944 los Frank fueron descubiertos en el anexo donde se escondían y llevados a Awschwitz donde Anne, su hermana Margot y su madre Edith acabarían por morir.

La historia sobre la búsqueda de asilo de los Frank en Estados Unidos se conoce desde 2007, cuando el YIVO Institute for Jewish Research desveló 80 documentos oficiales y cartas de Otto Frank que atestiguaban su lucha. Ahora, el documental Sin asilo: El capítulo no contado de la historia de Anne Frank reconstruye los acontecimientos a través de entrevistas con los familiares y amigos supervivientes, centrándose en las consecuencias de la política restrictiva de inmigración por parte de EEUU y demás países aliados.

Personas muriendo, sofocadas en camiones, bebés ahogándose en el océano… No hemos aprendido nada.

La película, presentada el mes pasado en el YIVO Institute, en Nueva York, recoge el periplo del padre de Anne Frank intentando, sin éxito, poner a salvo su familia. "Los Gobiernos no miran a los refugiados como individuos y así es como los deshumanizan", dijo la directora del documental, Paula Force, el día del estreno.

Los paralelismos con la crisis de refugiados sirios, con miles de personas esperando a las puertas de Europa, son evidentes. "La película enseña cómo las personas estaban desesperadas, intentando salvarse", dijo Geiringer-Schloss, amigo de infancia de Anne Frank. "Ahora mismo asistimos a una situación idéntica: personas caminando hacia Europa, intentando salvar a sus familias, pero nadie quiere acogerles. Personas muriendo, sofocadas en camiones, bebés ahogándose en el océano… No hemos aprendido nada. El mundo necesita hacer algo. O dentro de unos años, estaremos asistiendo a películas sobre esta crisis".

Asilo en EEUU

"Me veo obligado a pensar en emigrar y creo que EEUU es el único país a donde podríamos ir. Quizás te acuerdes de que tengo dos hijas. Nos preocupamos sobre todo por la seguridad de las niñas. Nuestro propio destino tiene menos importancia", contaba Otto Frank en una carta a su amigo Nathan Straus, en abril de 1941.

Según explica el historiador Richard Breitman en los documentos de contextualización del archivo del YIVO Institute, el inicio de la II Guerra Mundial despertó los miedos de EEUU de que un aluvión de refugiados trajera otros peligros. Muchos observadores creían que algunos de los países tomados por los nazis habían caído gracias a conspiraciones urdidas por los refugiados acogidos en ellos. "Entre los refugiados en nuestro país hay algunos que pueden estar actuando como agentes de su gobierno y que no respetarán la hospitalidad que le estamos dando", dijo el embajador americano en Cuba entonces.

Ya no era suficiente tener una buena razón para huir de su país, hacía falta tener una justificación para entrar en EEUU

En junio de 1940, el Departamento de Estado había endurecido las medidas de control de los visados. Para los interesados ya no era suficiente tener una buena razón para huir de su país, hacía falta tener una justificación para entrar en EEUU. Además, deberían contar con 'patrocinadores' en el país, que garantizarán que no se transformarían en una carga para el Estado.

Ante estas exigencias, Frank decide recurrir a su amigo Nathan Straus, un hombre bien relacionado, administrador del la Autoridad de Vivienda de Estados Unidos, al que le pidió, en la misma carta, un deposito bancario de 5.000 dólares. Según los documentos, él y su mujer apelaron al Servicio Nacional de Refugiados para que Frank consiguiera los visados.

La posibilidad cubana

Pero en junio de 1941, dos meses después de la carta de Frank, Alemania exige el cierre de todos los consulados estadounidenses en los países ocupados por los nazis, en represalia por la clausura de los consulados alemanes en suelo americano por sospechas de espionaje. De esta manera, los Frank tendrían que viajar a un país neutral -España o Portugal- para conseguir tramitar los visados.

Otto Frank intentó obtener un visado cubano para luego conseguir el de Estados Unidos desde allí

Otro de los problemas era que las nuevas normativas establecían que el visado sólo se tramitaría en el caso de no tener a ningún familiar cercano en territorio alemán, con el fin de minimizar los riesgos de chantaje con los refugiados para que hicieran labores de espionaje. Así, la única manera de escapar era que toda la familia consiguiera los visados simultáneamente.

Viendo que las puertas de Estados Unidos se cerraban cada vez más, Otto Frank intentó obtener un visado cubano para luego conseguir el de Estados Unidos desde allí. Era un proceso caro: más de 2.500 dólares por persona. El trámite fue considerado por Estados Unidos como una forma de saltarse las exigencias del país y avisó a Cuba de que los turistas con visado cubano podrían no estar cualificados para obtener el visado americano. Ante la perspectiva de tener que quedarse con todas esas personas, el país caribeño se vio en la tesitura de tener también que endurecer sus medidas de inmigración.

Sin posibilidad de refugiarse, a los Frank sólo les quedó la opción de esconderse. En 1942, la familia se mudó a un anexo clandestino en donde vivió dos años, antes de acabar en el infierno de los campos de concentración nazis, a los que sólo sobrevivió Otto Frank.

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