En el calabozo de una cárcel, padre e hijo se interrogan mutuamente. El padre es un profesor de filosofía al que la nueva ley le acaba de relegar a la condición de prescindible. El hijo, un universitario que ha dejado los estudios por un trabajo de mensajero y que, esta noche, está entre rejas por haber provocado un incendio. Fuera, una ciudad inundada de basura por una huelga. Dentro, un choque de generaciones, un conflicto de valores y preguntas que se suceden, una tras otra, sin encontrar respuesta.
Así empieza Nada que perder, la obra que la Cuarta Pared estrena este jueves y que pone fin a cinco años de ausencia en los montajes para adultos de la compañía. “Antes lo hacíamos casi cada año pero, en medio de la crisis, los planes que teníamos se trastocaron”, cuenta el director, Javier García Yagüe .
No sólo las dificultades económicas hicieron mella, “antes trabajábamos con seis actores y ahora lo hacemos con tres”, sino que las obras que la realidad exigía no se ajustaban a lo que la compañía tenía programado. “Cuando todo esto empezó estábamos con una producción casi existencialista, sobre la influencia de la ingeniería genética en la vida cotidiana, y no tenía sentido hacer eso. Pero tampoco queríamos hacer un teatro documental y tardamos en encontrar el ángulo, hasta que decidimos hablar de la realidad del punto de vista de los valores”, añade el director. “Es una obra en contra de la apatía y de la sensación de que nos acostumbramos a cosas que no son normales: procesos judiciales que duran 10 años, la corrupción, la falta de solidaridad, las desigualdades”.
¿Quién es el culpable? ¿Qué harías tú? ¿Qué grados de responsabilidad tenemos todos?
Todos estos temas pasan por las ocho escenas de Nada que perder. Concebida como una obra de serie negra, el espectáculo parte de un asesinato y se estructura en ocho interrogatorios consecutivos. Policías y sospechosos, abogados y empresarios, padres e hijos, psiquiatras y pacientes desfilan por el escenario para hacernos un fresco de una sociedad donde parece que todo vale y donde se refleja el peligro de llevar a alguien al extremo de no tener nada que perder. “De eso habla la obra precisamente, de gente que está entre la espada y la pared, del riesgo de poner a la gente en esa tesitura. ¿Quién es el culpable? ¿Qué harías tú? ¿Qué grados de responsabilidad tenemos todos?”, pregunta el actor Pedro Ángel Roca, que integra el elenco junto a Marina Herranz y Javier Pérez-Acebrón.
El Tercero
Los tres van interpretando sucesivos personajes hasta un total de 17 que componen la obra. Entre ellos está el Tercero, la figura central, presente en todas las escenas, que va lanzando preguntas y comentarios sobre lo que pasa. “El Tercero interviene de manera casi externa. No está en la escena en sí. Puede ser la voz de tu consciencia, un alter ego del entorno, de los creadores o del espectador, que aporta datos, cuestiona el propio personaje, lanza preguntas”, explica Yagüe.
Nuestros sueldos, nuestra posición y nuestra capacidad de poder soñar. Parece que ya no podemos alcanzar nada porque casi no tenemos nada
Una figura tan importante que ha salido de las tablas para construir un blog, El rugido que no cesa, donde va recopilando noticias de actualidad que podrían dar pie a cualquiera de las escenas que se ven y que ayuda a construir el personaje. Escrito a ocho manos, por los hermanos Quique y Yeray Bazo, Juanma Romero y Javier G. Yagüe, el punto de partida del texto fue justo las páginas de actualidad. “Partimos de noticias y de cartas al director también, porque ése es el último refugio de alguien que ya no sabe a quién recurrir, lo único que le queda es mandar una carta al director, como el que manda un mensaje en una botella y la lanza al mar”, recuerda Yagüe.
Así nació una obra que habla desde la rabia, la impotencia y el enfado sobre lo que ha pasado a ser la normalidad de un país en crisis. “Refleja lo que nos está pasando a todos. A la gente que vemos en la calle, a la gente con la que hablamos y a nosotros mismos. Nuestros sueldos, nuestra posición y nuestra capacidad de poder soñar. Parece que ya no podemos alcanzar nada porque casi no tenemos nada”, dice la actriz Marina Herranz.
Debate social
A menos de un mes de las elecciones, Nada que perder invita el espectador a cuestionarse, a reflexionar sobre lo que ha pasado en los últimos cuatro años y a meditar su decisión antes de meter la papeleta en la urna. “Cuando hablaron de hacer las elecciones en noviembre pensamos que no tenía sentido estrenar después. Afortunadamente para nosotros, las aplazaron y nos dieron una ventana ideal, porque consideramos que el teatro tiene que estar en el debate social”, recuerda el director. “No creemos en el teatro museo, o de adorno, lo que hace uno los domingos cuando se aburre. Nos interesa dejar huella, transformar al espectador. Queremos que la gente viva una experiencia intensa y salga con una semilla que al día siguiente le haga reflexionar”.
Nos negamos a seguir chapoteando en la basura y a dejar de hacer preguntas. Eso sería tirar la toalla.
El año que viene, la Cuarta Pared celebra su 30 aniversario, una compañía que ni los años, ni la crisis son capaces de doblegar. “Si algo nos ha hecho aguantar tanto tiempo son los retos y el no aburrirnos a nosotros mismos ni a la gente que viene a vernos. El teatro es mi profesión pero no quiero hacerlo como obligación”, dice Yagüe. “Sólo tiene sentido cuando tienes algo que contar y por eso también hemos esperado estos cinco años”.
Tiempo que sirvió para dar forma a una obra escrita desde la indignación pero que no pretende dar soluciones. “Sabemos que no hay remedios fáciles para lo que está pasando”, dice el director. “Pero nos negamos a seguir chapoteando en la basura y a dejar de hacer preguntas. Eso sería tirar la toalla. No hay que resignarse”.