Miguel Ayanz
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Para los seriéfilos y cinéfilos, J. J. Abrams no necesita presentación. Para bien y para mal: es de esos tipos que tienen tantos defensores entregados como críticos implacables. Para los que hayan vivido alejados de la ficción televisiva los últimos diez años, hablamos del autor de Perdidos (Lost), la serie que reinventó la forma en que se narraba en la pequeña pantalla entre 2005 y 2010. Hay quien considera que con ella arrancó la nueva edad dorada de la televisión.

Y sí, Abrams es también del director de Star Wars: el despertar de la fuerza, la nueva entrega de la saga de George Lucas -en los cines desde esta madrugada-, quien, sabiamente, ha decidido ponerla en sus manos. Por qué lo ha hecho tiene mucho que ver con lo que cuenta J. J. Abrams. La teoría de la caja (Ed. Timun Mas), un libro escrito por Toni de la Torre que analiza la trayectoria y la forma de entender el cine y la televisión de este guionista, director y productor, autor de películas como Super 8 (2011) y el reboot de otra saga estelar, Star Trek (2009), con una continuación y otra en camino que tan sólo producirá.

Fan de Spielberg

Abrams (Nueva York, 1966), es, según el autor, “un geek apasionado del cine, que había pasado de escuchar la banda sonora de Star Wars con su walkman en la soledad de su habitación para imaginar la película en su cabeza”. Y de ahí, a restaurar los trabajos de su ídolo, Steven Spielberg, “para luego seguir sus pasos en el mundo de las series de televisión”.

Pero fans de Star Wars los hay por cualquier rincón del planeta. Y no a todos les ponen el Episodio VII entre las manos. ¿Por qué a Abrams? Los 18,6 millones de espectadores que reunió Perdidos en su primera temporada en EEUU son una de las respuestas. En la segunda, ya fueron 23,4. “La fiebre por la serie pronto alcanzó los medios de comunicación, y muchos se empezaron a preguntar quién era el hombre que estaba detrás de ese fenómeno que avanzaba a pasos gigantescos”, explica De la Torre.

La de Abrams fue una historia en ascenso: Perdidos fue clave, si bien faltaba que ese éxito quedara confirmado por otro en salas de cine. La saga de Star Trek supuso su espaldarazo. Abrams retomó una serie de películas en decadencia (la anterior de las entregas antiguas había recaudado 67 millones de dólares) para llevar su Star Trek de 2009 a los 385 millones en todo el mundo, y la siguiente, Star Trek: en la oscuridad, a 467. "El éxito alcanzado con esta franquicia ha hecho que J.J. Abrams reciba el encargo de refundar la saga más popular de la historia del cine. Por supuesto, estamos hablando de Star Wars".

Abrams ha desarrollado la metáfora de la caja opaca: una teoría narrativa que pone el énfasis en la implicación del público

“El impacto de Lost era producto de una forma de ver la ficción para la que J.J. Abrams había encontrado una metáfora en el concepto de la caja opaca”, cuenta la introducción del volumen. “Una teoría narrativa que pone especial énfasis en el carácter participativo de la audiencia, la creación de personajes que conecten con ella, la reflexión sobre las preocupaciones y los miedos más profundos de la sociedad en la que se desarrolla y elementos extraordinarios que sirven como catalizadores para despertar el interés del espectador y atraparlo”.

J. J. Abrams y el equipo de Star Wars: el despertar de la fuerza, durante el rodaje Lucasfilm

Con Perdidos nos adentramos en una isla que imantó frente a la pantalla a millones de espectadores en todo el mundo. Sí, las islas son lugares exóticos de por sí, escenarios propicios a la narración. Que se le pregunten a Daniel Defoe. Pero no todas tienen un avión repleto de pasajeros perdido entre palmeras que rugen con monstruos amenazantes, neblinas que parecen tener vida propia, búnqueres misterioso, osos polares en mitad de la selva… “Las ficciones de J. J. Abrams, como el conejo blanco de Lewis Carroll, provocan la curiosidad del espectador para que se meta en una madriguera y se adentre en universos desconocidos que lo ponen a prueba”, explica el libro. La teoría de la caja.

“Como muchos otros chicos de su generación, J.J. Abrams descubrió el cine con las películas de Steven Spielberg y George Lucas”, recuerda el autor. Pero antes, hubo un momento clave en su vida, cuando su abuelo le llevó a una tienda de magia y allí le compró una caja de cartón, con un contenido supuestamente mágico y un interrogante en su lateral. Abrams no la ha abierto nunca. Aún hoy está en su despacho, en las oficinas de la empresa Bad Robot.

Su primera súper 8

“Me encantan las cajas”, cuenta el propio Abrams en una conferencia en el TED. “El misterio es el catalizador de la imaginación. Es más importante que el conocimiento”. Ese mismo abuelo, explica, fue el que le regalaba herramientas, le enseñaba a montar y desmontar cosas… y el que le regaló, antes de la tienda de magia y la caja, una cámara de súper 8 cuando tenía 10 años.

“La estructura narrativa de las ficciones de J. J. Abrams tiene como objetivo la construcción de esta caja opaca en la que la dosificación de información juega un papel fundamental”, explica De la Torre. “El misterio, la gran pregunta, es el núcleo de la forma de entender la ficción de J. J. Abrams. Porque el misterio significa la ausencia de una respuesta, sí, pero también que muchas respuestas son posibles. El misterio es oscuridad. Es decir, la falta de información. Cuando no hay nada, todo es posible. En realidad, esta idea siempre ha sido inherente a cualquier forma de narración audiovisual”.

"El cliffhanger es un elemento fundamental en las obras de J. J. Abrams", explica el autor del libro, Dani de la Torre

Antes de Perdidos, Abrams había conquistado fans, aunque en menor medida, con Alias, otra serie de ficción. Y después, creó Fringe (Al límite). En todas surgían misterios. “¿Qué hace un oso polar en una isla tropical? ¿Por qué los Observadores aparecen en diversos momentos de la Historia? ¿Quién era realmente Milo Rambaldi?”, nos hace plantearnos el volumen. “Toda ficción de J.J. Abrams arranca con una pregunta cuya solución va inevitablemente asociada a más preguntas”.

Para mantener esa atención es clave el concepto de cliffhanger: esa escena que, al final de un episodio o película, nos anuncia que la cosa no ha acabado, o que no lo ha hecho como creíamos, y que nos engancha como una droga al siguiente. Ya no podemos perdérnoslo. Estamos colgando al borde del precipicio. “El cliffhanger es un elemento fundamental en las obras de J. J. Abrams”, analiza De la Torre. En Alias, alteró la estructura habitual de los episodios para que hubiera al menos dos y cada misión de la protagonista se dividía en dos capítulos. Ni siquiera el cine ha escapado en los últimos años a la necesidad del cliffhanger.

J. J. Abrams, con el co-guionista de la nueva Star Wars, Lawrence Kasdan Lucasfilm

De Abrams conoceremos cómo le influyó de forma temprana la serie El fugitivo. Y también, claro, cómo después su gran inspiración fue el director de Encuentros en la tercera fase y Tiburón. Super 8, cuenta el volumen, “es un gran homenaje al cine de Steven Spielberg, que ejerció como productor en la película. En ella también hay un monstruo, pero lo realmente importante es la historia: un trágico hecho del pasado que ha dejado a dos de sus protagonistas, Joe y Alice, sin familia”. ¿Les suena? “Para vencer la figura paterna, el héroe debe derrotar de algún modo la imagen de autoridad que el padre representa". No, no hablamos de Star Wars, de Luke Skywalker y Darth Vader ni de ninguno de los nuevos protagonistas del Episodio VII, sino de la obra de Abrams hasta ahora, desde Perdidos a Fringe. Pero nos sirve para entender otro de los motivos por los que la primera trilogía de Lucas fascinó a aquel chaval que tenía 11 años cuando se estrenó Star Wars.

Relaciones paterno-filiales

Donde más evidente se hace esta fijación por las relaciones entre padres e hijos de J. J. Abrams es Star Trek. “Llega hasta el punto de alterar el canon de la ficción creada originalmente por Gene Roddenberry para introducir la muerte del padre de Kirk en un trágico sacrificio que moldeará al personaje”, cuenta el autor.

Los personajes importan. Por eso, a Abrams le fascinó -como a medio planeta- el Tiburón de Spielberg, en 1975, pero no sus copias mediocres (como Orca). “Si no nos importa lo que les suceda a los personajes, ¿para qué vamos a preocuparnos si un gigantesco bicho acuático los devora a mordiscos?”, reflexiona De la Torre. “Parte de la grandeza del trabajo de J.J. Abrams reside en su capacidad para hacernos creer que lo importante son las preguntas sin respuesta, cuando en realidad lo relevante es que recorremos los entresijos de la caja junto a personajes que reflejan preocupaciones que nos atañen y a los que percibimos como compañeros de viaje válidos”.

En palabras del propio Abrams, rescatadas por el libro: “Me gusta combinar personajes cercanos y situaciones increíbles. Para mí lo más interesante es cruzar ese puente entre algo que sabemos real y algo que es extraordinario”. Por eso, insistía en su charla en el TED, “cuando la gente hace continuaciones o películas a partir de otras, lo estropean: no se trata de copiar al monstruo, sino de replicar al personaje, las cosas que importan”.

Justo lo que no hizo George Lucas en los episodios IV, V y VI de su propia criatura. Los que hemos podido ver el VII sabemos que Abrams ha tomado nota. Parece que, de momento, la fuerza le acompaña.

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