Tom Hiddleston y Hugh Laurie en El infiltrado

Tom Hiddleston y Hugh Laurie en El infiltrado

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John le Carré acaba con los tópicos 'british'

Isabel Vázquez
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Dirigida por una danesa (Susanne Bier) y con un par de actores españoles en papeles testimoniales (Antonio de la Torre y Marta Torné), El infiltrado (que se estrena en AMC el miércoles 24 a las 22:10) es una historia basada en un libro del muy británico John le Carré, uno que escribió cuando la Perestroika le cortó el grifo (temporalmente) de los espías que surgían del frío. Adaptada por un graduado con honores por Cambridge (David Farr) es la típica serie para recomendar a tus padres cuando te piden “algo cortito, de intriga, con buenos actores” (¿los vuestros no hacen eso?).

Sólo tiene cinco episodios, así que antes de que puedas decidir si es buena o sólo pintona, se habrá acabado. El infiltrado se estrenará antes Europa que en Estados Unidos (BBC en Inglaterra y AMC en España tienen la primicia) y la baza más potente está en el reparto, tres hijos de la Gran Bretaña, fantásticos actores ellos, que nos sirven para desmontar otros tantos tópicos sobre qué piensa el mundo sobre los ingleses.

Los británicos son muy buenos porque hacen teatro

En España estamos obsesionados con esta idea. La tradición teatral en Inglaterra es admirable, pero desde hace 30 años ya es mucho más la tele la que curte a sus intérpretes. Como a Hugh Laurie, que desde que dejó la universidad sólo se sube a los escenarios para tocar el piano. Su carrera se ha forjado casi por completo al calorcito catódico y haciendo el payaso, la mayor parte del tiempo. Pero llegó el doctor House y le agrió el carácter.

Desde hace 30 años es la tele, y no el teatro, la que curte a los intérpretes británicos

En El infiltrado es Richard Roper, “el peor hombre del mundo”, un desalmado billonario traficante de armas. También tiene una novia que está buenísima y que podría ser su hija (Elizabeth Debicki hace de la amante de Laurie y nació dos años antes de que éste estrenara Los amigos de Peter). O sea, la encarnación del mal absoluto en nuestros días y un estereotipo atemporal.

Los ingleses tienen muy mala dentadura

En esto insisten, sobre todo, los yanquis, obsesionados como están con enderezar y mantener impecables sus piños desde la pubertad. Sin embargo, ahí está Tom Hiddleston y su espléndida sonrisa para desmontar la regla. Él es Jonathan Pine, un exmilitar metido a gerente del turno de noche en un hotel de Egipto (el “night manager” del título original) que tarda exactamente diez minutos en enamorar y darse un revolcón con la primera mujer que le pide la llave del otro lado del mostrador. Pine tiene un alto sentido de la responsabilidad, lo que unido a su porte de príncipe encantador hace que no quieras dejar de mirarle nunca.

El reparto principal de El infiltrado

El reparto principal de El infiltrado

Esto pasa con Tom Hiddleston incluso cuando se disfraza de mamarracho asgardiano en Los Vengadores, no digamos con el bronceado mediterráneo (el malo tiene su cuartel general en Mallorca) y esas camisas azules estratégicamente abiertas hasta el tercer botón. El Servicio Secreto le recluta para que se gane la confianza de Roper y se meta hasta la cocina en su organización. Mientras espía, le da un repaso a la novia del villano, tirando por tierra también aquel chiste de George Mikes sobre que los ingleses no tenían vida sexual, sino botellas de agua caliente.

Los espías son todos mozos apuestos

Según Le Carré, en sus tiempos era así: no había tías en MI6. Angela Burr, la agente que recluta a Jonathan Pine, es una creación para la serie (su alter ego literario era un hombre). Tener a Olivia Colman para cualquier papel es siempre garantía de calidad. Ella era lo mejor de la olvidable Broadchurch y no David Tennant (tengo mucho miedo a los fans de Doctor Who, pero es la verdad).

Olivia Colman en El infiltrado

Olivia Colman en El infiltrado

Obsesionada con destruir a Richard Roper, Burr trabaja desde su oficina cutre en la calle Victoria, un centro que parece un homenaje a la olvidada Rubicon. Está embarazada, viste rebecas gordas y camisas de cuadros y ya sólo se acuerda de sus aventuras como Jane Bond cuando se junta con antiguos ligues en las barras de los bares. Inteligente, determinada, capaz, Angela es el paradigma de los nuevos tiempos según Le Carré que insiste: hasta que ella apareció, esta adaptación carecía de sentido.