Querido México: no dejes que te maten
El XIV Festival de Cine de Derechos Humanos recoge dos caras antagónicas de la desigualdad del país norteamericano.
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Son dos Méxicos opuestos los que los cineastas Juliana Fanjul (directora de Muchachas) y Alèssi Dell’Umbria (El viento de la revuelta) proponen al espectador. Sus dos películas se encuentran entre las diez cintas seleccionadas para la XIV edición del Festival Internacional de Cine de Derechos Humanos que se celebra en París. A pesar de centrarse en dos escenarios absolutamente dispares, ambos documentales invitan a una profunda reflexión en torno al modo en que en nombre del progreso se aplastan día a día los vestigios de humanidad.
Muchachas
Con este documental, filmado en 2014 en Ciudad de México, Juliana Fanjul regresa a su ciudad natal con motivo de la muerte de su abuela. Este viaje le servirá para abrir los ojos ante la banalización del clasismo del que son víctimas las criadas por parte de la sociedad mexicana.
La propia Fanjul se encuentra detrás de la cámara, siguiendo durante una hora cada movimiento de tres mujeres invisibles de tres casas que le son cercanas: la de su abuela recientemente fallecida, la de su madre y la de su mejor amiga. Remedios, Dolores y Lupita se convierten en cuestión de segundos en una fuente inagotable de historias silenciadas por un gremio que las prefiere discretas.
Remedios, Dolores y Lupita se convierten en cuestión de segundos en una fuente inagotable de historias silenciadas por un gremio que las prefiere discretas
Sorprende la sensibilidad con la que Fanjul logra introducirse en los motivos que llevaron a estas mujeres a dedicar largas décadas de su vida a la servidumbre de sus ‘patrones’, a los que, desde hace 22 años, Dolores tan sólo se dirige para darles los buenos días al llegar por las mañanas. A medida que el film avanza, el espectador comprende que Fanjul no pretende tanto denunciar sus condiciones de trabajo como la deshumanización de estas mujeres a ojos del resto de la sociedad.
“Reme llevaba sirviendo a mi abuela más de treinta años”, cuenta Fanjul en el documental. “Fue la única persona a la que nadie le dio el pésame cuando ella murió”. De este modo comienza una cinta desbordante de sinceridad, en la que acompañamos a tres heroínas en su día a día extenuante, mientras entramos a hurtadillas en sus pensamientos gracias a la sutileza de Fanjul.
Nos introduce así en los prejuicios que las propias ‘muchachas’ han interiorizado como comunes; desde las sensaciones que despiertan en ellas llevar uniforme y cofia, hasta la normalidad con que todas ellas afrontan el hecho de comer en soledad en una mesa diferente a la de la familia a la que sirven.
El viento de la revuelta
Con este documental, Alèssi Dell’Umbria da la palabra a otra comunidad silenciada: la indígena. Le vent de la révolte (El viento de la revuelta) es una inmersión en la crisis que tuvo lugar en 2014 en el seno del Istmo de Tehuantepec, cuando el gobierno dio luz verde a gigantes multinacionales a llevar a cabo la construcción del parque eólico más vasto de todo el continente. Dando la palabra a los principales damnificados por la futura construcción de 5.000 aerogeneradores, Dell’Umbria transmite los saberes de una comunidad comúnmente considerada analfabeta, y por consecuencia, sin voz.
En cambio, el espectador se ve empujado a una autocrítica descubriendo la vida en las antípodas de lo que llamamos modernidad. Permitiendo ser filmada, la comunidad indígena nos regala la posibilidad de vivir durante dos horas en contacto con la Madre Tierra, en defensa de la cual los habitantes del Istmo van a armarse de piedras y machetes, dispuestos a morir. Dell’Umbria va a acompañar a pescadores y agricultores a sus lugares de trabajo, poniendo cara y discurso a las consecuencias de la instalación de los aerogeneradores en las tierras de las que viven día a día. La cinta aporta un contexto cronológico, social y humano a las decisiones políticas que llevaron al gobierno mexicano a firmar este macroproyecto sin contar con la presencia (y por añadidura, con la existencia) de las comunidades indígenas.
Dell’Umbria va a acompañar a pescadores y agricultores a sus lugares de trabajo, poniendo cara y discurso a las consecuencias de la instalación de los aerogeneradores en las tierras de las que viven día a día
En un alarde de inteligencia, los indígenas van a explicar a la cámara las consecuencias ecológicas que estos molinos de viento causarían de manera inmediata en la naturaleza. Cómo las aves aliadas en sus cosechas se verían obligadas a emigrar ante el viento generado en torno a sus tierras, o la forma en que el parpadeo de las luces rojas de estos aerogeneradores perjudicaría a los pescadores en su labor de madrugada. Sutileza, sabiduría y organización ante la llegada de un gigante que en un primer momento se antoja irreversible.
En cambio, la misma organización que les ha permitido hasta el momento vivir aislados del capitalismo pronto les permitirá también batallar contra la desposesión impuesta de sus tierras comunes. El proyecto, cerrado en secreto entre representantes corruptos y compañías multinacionales como Wal-Mart, Coca-Cola o Heinken, no realizó consulta pública alguna con los habitantes del lugar, ni llevó a cabo ningún estudio de las consecuencias que el proyecto tendría en la supervivencia de los pueblos indígenas.
El proyecto, cerrado en secreto entre representantes corruptos y compañías multinacionales como Wal-Mart, Coca-Cola o Heinken, no realizó consulta pública alguna con los habitantes del lugar
Pronto Dell’Umbria, introduciendo al espectador en la vida del indígena, le transporta a su campo de batalla, haciéndole regocijarse de los logros de esta comunidad invisible armada de piedras, ante el asesinato arbitrario de sus habitantes por parte de los ‘pistoleros’, encargados de silenciar su batalla. La colaboración entre los pueblos afectados por este proyecto va a lograr poner en jaque un proyecto multimillonario, que terminó por no llevarse a cabo.
El viento de la revuelta es un delicioso viaje a la resistencia, que no se priva de lanzar una invitación de reflexión sobre las consecuencias terrenales y humanas de la bulimia de la modernidad.
Dos méxicos, dos mujeres
La difusión de ambos documentales en esta XIV edición del Festival de Derechos Humanos que se celebra en París y alrededores hasta el 19 de abril permite al espectador interrogarse sobre la diferencia abismal que existe entre el papel de la mujer en el mundo ‘moderno’, (Muchachas), y la visión que de ella se tiene en la comunidad indígena.
Mientras Fanjul nos presenta en su cinta a una Lupita entre lágrimas que confiesa haberse casado por el bien de sus hijas con su marido maltratador, Dell’Umbria nos descubre una sociedad en la que la mujer tiene la misma presencia que el hombre en su lucha por la supervivencia. Las escenas de barricada contra los representantes corruptos muestran a las mujeres en primera fila, armadas de bolsas de piedras y con una determinación inagotable.
“No les gusta que se diga, pero podemos considerar que estas comunidades indígenas son matriarcales”, cuenta Dell’Umbria en la charla que sigue a la difusión de su film en París. “Los hombres trabajan, las mujeres gestionan el dinero, luego la vida de la familia”, explica. En las asambleas populares organizadas para debatir sobre los modos de resistencia al molino capitalista, la voz de la mujer, también presente estéticamente con vivos colores y estampados, se alza al mismo tiempo que la del hombre, al que vemos con un mono de trabajo en el respeto continuo de sus compañeras. “Incluso en detalles como la vestimenta vemos que la mujer no es en absoluto un cero a la izquierda en la comunidad indígena”, analiza Dell’Umbria. “La mujer existe”, dice.