El abuelo Lobezno corta cabezas
El mutante más carismático cierra su trilogía con 'Logan', su filme más oscuro, adulto y violento que se ha presentado en la Berlinale. James Mangold ha dirigido una clausura políticamente incorrecta.
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Lobezno se hace mayor. Hugh Jackman también. El actor era consciente -desde hace mucho tiempo- que no podría interpretar al personaje que le dio la fama toda la vida. Desde hace varias películas se ha venido dando pistas sobre el final del mítico mutante, pero la saga dependía demasiado de él. Hasta en el reinicio que comenzó Matthew Vaughn en 2011 y sus secuelas han recurrido a él en forma de cameos o gracias a viajes en el tiempo y otros trucos varios. ¿Puede sobrevivir la franquicia sin Lobezno? La prueba de fuego vendrá ahora, pero antes de eso Jackman tuvo claro que quería dar un cierre a la altura del personaje.
Su despedida se llama Logan – llega a las salas el 3 de marzo y se ha presentado en la Berlinale- y tiene mucho de western crepuscular. Un filme que está hecho a contracorriente de lo que habían sido las películas mutantes hasta ahora, una concesión a Hugh Jackman que ha dirigido con pulso James Mangold. Para decir adiós hay que hacerlo con la cabeza alta y tomando una serie de riesgos que se habían olvidado. Todo se ve desde la primera escena. Un Lobezno viejo, canoso, reventado por el paso del tiempo y los sacrificios hechos duerme borracho en una limusina que conduce durante el día. Unos ladrones intentan robarle las llantas y despiertan al cazador. Y claro, a Lobezno mejor no molestarle. Por primera vez vemos al héroe desatado y salvaje. Hasta ahora en X-Men se mataba, pero no había sangre, ni violencia. Aquí hay para exportar.
En los cinco primeros minutos hay más sangre que en toda la saga. Y no sólo eso, brazos cercenados, cuellos cortados y una violencia explícita desconocida en el cine de superhéroes de Marvel. El éxito en taquilla de Deadpool ha sentado de maravilla a los productores, que ya se arriesgan a tomar decisiones como esta. Porque a nadie con dos dedos de frente se la cuelan teniendo a un hombre con garras en su mano pero que no derrama ni un poquito de hemoglobina.
Lobezno, en su tercera edad, corta cabezas, desmembra cuerpos y no muestra piedad. Y el público lo agradece. Además no lo hace sólo. Va acompañado de una niña con su mismo don que le supera en salvajismo. Otro de los riesgos de la película de Mangold. Ver a una chavalina reventar con sus garras a decenas de villanos no es la decisión más comercial, pero es lo que hace especial a este Logan.
En línea con esta violencia va el tono del film. Triste, lúgubre y de despedida. Lobezno tiene un bagaje que pesa y que ya no puede quitarse. Todas las muertes se acumulan y ya no merece la pena seguir. Todo huele a adiós, y la situación de la acción en esa frontera mexicana no podía estar mejor elegida. Su toque de película del oeste, de clandestinidad y de personajes al borde de la ley funciona con esa fotografía quemada y esos paisajes desérticos. No hay glamour ni humor en estos mutantes. Ni rastro de los trajes de cuero de otras décadas. A Lobezno le acompaña su inseparable Charles Xavier, que también vive confinado y ya con 90 años en los que ha visto de todo.
Logan se permite la licencia de colocar su historia en el año 2029, aunque esto no se traslade en forma de coches voladores y armas futuristas. Lo hace para aprovechar la sensación de paso del tiempo, de que todo ha acabado y deja pistas de lo que ha pasado con el resto de compañeros. También le permite jugar con referencias meta, como esos cómics de X-Men que son parte fundamental de la trama. También es un truco inteligente. A partir de ahora tendrán un espacio temporal muy amplio para seguir explotando la trama mutante e incluso para convencer a Hugh Jackman para reaparecer.
A todo ello -y a pesar de una duración excesiva que supera las dos horas- hay que añadir una capa política que siempre estuvo presente en X-Men y que ahora se hace más evidente y más actual que nunca. Los mutantes (muchos de ellos latinos hijos de madres mexicanas) son excluidos de la sociedad, se les busca, se les persigue y se les quiere echar del país. Su solución es huir a Canadá. ¿Les suena familiar? Pues aquí no hay ningún muro ni está Trump, pero lo parece. Si Lobezno le pillara en esta película no le dejaría escapar.