Fotograma de La peste.

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Series Festival de San Sebastián

Corrupción y mentiras: la España de hace cinco siglos era igual que la de ahora

El Zinemaldia ha acogido el estreno de 'La peste', la serie más ambiciosa de la televisión española.

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Un país corrupto, los pobres marginados en chabolas y los gobernantes lucrándose mientras la gente las pasa canutas. No, no es la España de la crisis y el Gobierno de Rajoy, sino la Sevilla del siglo XVI que han dibujado Alberto Rodríguez y Rafa Cobos -su guionista de confianza- en La Peste, la serie más ambiciosa dela historia de la televisión española que ha presentado sus dos primeros capítulos en el Festival de Cine de San Sebastián.

Nunca antes una ficción televisiva había entrado en la Sección Oficial de un certamen, pero la maravilla que han creado los artífices de La isla mínima merece la pena. Técnicamente es lo más impresionante que ha hecho nuestra industria. Nada que envidiar a las superproducciones de HBO o Netflix. Movistar+ ha tirado la casa por la ventana con una serie adulta, oscura, con una fotografía que recuerda a Zurbarán y un primer episodio que es una triple pirueta mortal. Un tono de letargo, con una atmósfera sombría, sin apenas giros y una presentación de personajes tan pausada que asustará a más de uno. Son las notas que definen un primer acercamiento que también es hipnótico y que deja claro en cada plano que aquí hay una creación de autor que se verá en la cadena a partir de enero del año que viene.

Paco León, uno de los protagonistas de La peste.

Paco León, uno de los protagonistas de La peste.

Una época en la que Sevilla era el centro del mundo. Un crisol de culturas que se mezclaban sin orden y bajo el yugo de los poderosos y de la iglesia. Un país lleno de corruptos, de mentira y de suciedad. Una epidemia de peste es el Macguffin de Rodríguez y Cobos para volver a echar lazos sobre nuestro presente. Como hicieron en su trilogía cinematográfica sobre las cloacas españolas que comenzó con Grupo 7 y terminó con El hombre de las mil caras. Rodríguez reconoce que La peste del título es una metáfora, y que incluso en un episodio se explicita. “La peste es el hombre, y vendrán otras pestes, pero mientras el hombre siga siendo hombre acabará con todo porque no estamos preparados”, añade Rafa Cobos citando a Camus.

Los poderosos vuelven a aprovecharse de su influencia y ahogan al pueblo, algo que no creen que sea sólo característico de España, sino de todos los pueblos. “Los romanos estaban corruptos, Nerón especulaba, hasta el hombre de Cromagnon lo estaba. La corrupción está en la condición humana, existe desde que existe el hombre”, dice el guionista. Para su director es verdad que “hay pueblos que lograron poner otro tipo de normas y es verdad que nosotros muy bien no lo tenemos, desde luego”.

Los romanos estaban corruptos, Nerón especulaba, hasta el hombre de Cromagnon lo estaba. La corrupción está en la condición humana, existe desde que existe el hombre

Para Rodríguez otro de los temas más interesantes de los que habla La peste es la importancia de la Iglesia, con la inquisición campando a sus anchas. “En aquel momento dios era omnipresente era imposible concebir el mundo sin dios. Ese era uno de los grandes retos, porque yo no soy creyente, y tengo una formación muy deficiente en religión. Tuve que ponerme en la cabeza de alguien de aquella época, pensar en su moral. La religión era un superparaguas, pensar en la otra vida en el infinito, aunque por otro lado fuera un superyugo”, cuenta a EL ESPAÑOL. Una importancia de la religión que pervive en España actualmente. “Hombre, claro, es que nosotros somos católicos y siempre lo seremos, es imposible que nos desprendamos de ello”, añade.

Entre las metáforas visuales que aporta La peste, está la de una ciudad a las afueras del núcleo urbano. Una aglomeración de pobres y marginados para la que confiesan que se fijaron en las chabolas que circundan las grandes ciudades como Río o Bogotá, en “las que hay tanta gente dentro que ya no caben, y los más desgraciados terminan fuera, tirados en el fango de los arenales”.

El cine en las salas y La peste en casa

La idea nació antes del estreno de La isla mínima. No llegaba al folio y medio de duración, y nacía de conversaciones entre ambos en las que teorizaban sobre cómo sería ir por Sevilla en el siglo XVI. Tuvo que llegar Movistar+ para que se hiciera realidad. A pesar del auge de las ficciones nacionales, Rodríguez cree que es exagerado hablar de la edad de oro del cine español, y que lo que demuestra es que “tenemos una memoria cortísima”. “Hemos olvidado series fantásticas, no sólo las que yo veía de pequeño como Curro Jiménez, sino obras como Fortunata y Jacina, pero es verdad que se intenta hacer una televisión distinta, lo que me parece un paso muy interesante”, zanja.

Rafa Cobos y Alberto Rodríguez presentan La peste en San Sebastián.

Rafa Cobos y Alberto Rodríguez presentan La peste en San Sebastián. EFE

No tienen miedo en confesar que prefieren el cine, pero que las condiciones para realizar La peste han sido de total libertad creativa. Eso sí, tienen claro que las películas como se ven en una sala no se ven en casa. “Las películas están hechas para verse en pantalla grande. Yo trabajo para que el espectador vea, sienta y oiga con la sensación de una sala oscura, con esa calidad de imagen y sonido. Me preocupa como le llegue el producto, porque yo la hago en esas condiciones, pero entiendo que la gente consuma las películas de otras formas, yo mismo he visto el otro día Manchester frente al mar desde casa”, opina Rodríguez que ahora tendrá que conformarse con que su nueva obra la vean en casa un público mucho más amplio.