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En la década de los años 40, España vivía en blanco y negro. El franquismo campaba a sus anchas y había extendido la censura y el olor a rancio y naftalina a todas las áreas de la vida, incluido al arte. Los cineastas, los escritores, los pintores, nadie trabajaba en libertad. Su obra era revisada por un aparato censor que eliminaba lo que no les gustaba. Algunos se iban, otros agachaban la cabeza, y unos cuantos intentaban burlar la censura arriesgándose.

El cine que se hacía en España en esa época fue capaz de hacer virguerías como La torre de los siete jorobados, mientras por otro lado se ceñía a una campaña de propaganda franquista, con un dictador que hasta pudo ver en pantalla grande su sueño húmedo hecho película, Raza (1941), de la que él escribió el guion, y que contaba con una revista ‘especializada’ para adoctrinar al pueblo a través del cine falangista del momento.

Por eso, en ese contexto, la llegada en 1946 de una revista como Fotogramas gracias a la familia Nadal-Rodó fue casi un milagro. Aquella publicación se convirtió, casi sin quererlo, en un manifiesto antifranquista que defendía la libertad del séptimo arte. Su lucha nunca fue abierta, de hecho el franquismo se encargó de censurar cada portada, pero no en lo editorial, sino en lo carnal, donde decía si había mucho escote o poco.

Marisa Paredes en Querido Fotogramas.

Y así, Fotogramas, se hizo un hueco no sólo entre los cinéfilos, por dar un soplo de libertad en una época donde no la había. Su equilibrio para apelar a “los amantes de Sara Montiel pero también hablar de la Escuela de Barcelona” la convirtieron en la publicación favorita de los amantes del séptimo arte, como recuerda a este periódico Sergio Oksman, director de Querido Fotogramas, el documental que está ya en la cartelera y que es un homenaje y casi un regalo por el 70 aniversario de la publicación.

Por la película, que se presentó en el pasado Festival de Cine de San Sebastián, pasa la historia viva del cine español. Actores, actrices, directores y periodistas que trabajaron en sus filas, como Maruja Torres o Jaume Figueras, y que hablan de lo que supuso la revista. Lo hacen leyendo las cartas que los lectores mandaban a Mr. Belvedere. Para un profesional del cine español había una meta: salir en la portada de Fotogramas.

Involuntariamente la película se ha convertido en un homenaje a las redacciones, y casi en una apología del papel, porque es un documental analógico

También hablan historiadores de nuestro cine, como el mítico, Román Gubern, que explica que la revista "era, a su manera, una revista política que, a través de sus medios frívolos y gráficos, visuales y glamurosos, estaba haciendo política a contracorriente". Una opinión que comparte Oksman, aunque no sabe si fue algo realmente voluntario. “Claro, yo no sé cuánto de eso era intencionado o cuánto acaba sucediendo sin más, pero es verdad que en un momento tan gris, Fotogramas abría puertas a sitios vetados. Quizás lo hacía de forma involuntaria… Al final en el documental hay pinceladas de todo eso, no quería retratar nada, si alguien lo mencionaba se decía, y tampoco era una revista combativa, de hecho lo máximo que les censuraron eran los escotes, pero sí que era moderna, y generaba ciertas tendencias”, apunta.

Para Oksman, el destape es un momento en el que la revista explota, y lo hace gracias a una “frivolidad calculada” que la hacía no ser material “exclusivo para cinéfilos, si no que estaba en el punto medio”, especialmente con la llegada del destape tras la censura, lo que hizo que casi todas las actrices del momento quisieran posar ligeras de ropa en la portada de la revista que se había convertido en un mito para todos.

Fotogramas sigue, pero justo antes de la presentación del documental, tomó la iniciativa de cerrar la mítica redacción de Barcelona, una decisión polémico y cuestionada que pilló al director con el montaje terminado: “Involuntariamente la película se ha convertido en un homenaje a las redacciones, y casi en una apología del papel, porque es un documental analógico en donde se leen cartas originales, sale gente manoseando revistas en papel y se habla de un tipo de periodismo que ya no existe. No quise ser nostálgico, pero sí que reivindica elementos que han desaparecido y están desapareciendo, porque el periodismo vive una situación crítica”.

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