'Cuerpo abierto', 'terror folk' gallego y una sesión de psicoanálisis
Ángeles Huerta debuta con una historia sobre el deseo, la frontera entre la razón y el espíritu y la tradición como elemento cultural indispensable.
Entre pasiones desenfrenadas y presencias desconocidas, Miguel (Tamar Novas) llega a Lobosandaus, un pueblo de montaña situado entre España y Portugal, con un ávido reto: enfrentarse a una cultura desconocida, y con tradiciones ancestrales, dejando de lado su racionalismo y espíritu científico. Lo esotérico articula sus vivencias en Cuerpo abierto, el debut de Ángeles Huerta que ya se puede disfrutar en salas.
La directora gijonesa fusiona el misterio, el universo gótico y el romanticismo literario en una cinta que pone sobre la mesa muchas de las cuestiones "que preocupan al hombre contemporáneo", tal y como indica Huerta a EL ESPAÑOL. Pese a estar ambientada en el año 1909, los sentimientos que inundan a Miguel son "fáciles de identificar" para el espectador por su relevancia.
Más allá de crear un universo místico, el límite y la frontera se convierten en conceptos esenciales que se emborroran y se funden. Los personajes de Cuerpo abierto se someten a un viaje entre la realidad y lo inabarcable para convertir el filme en una reivindicación de los monstruos y espíritus ibéricos que también inundan la tradición española.
Rodada en 'A Raia', la frontera entre Portugal y Galicia, Ángeles Huerta reivindica la libertad como una fuerza mayor que atraviesa todos los conceptos, y acciones, del ser humano, independientemente de si vive en el siglo XX o en la contemporaneidad.
Pregunta.- La historia está basada en Arraianos (1991), de Xosé Luís Méndez Ferrín, ¿por qué elige el misterioso pueblo que éste relata para su debut como cineasta?
Respuesta.- Cuando leí el relato de Méndez Ferrín encontré todos los ingredientes para la película que yo quería ver. Tiene todo el potencial estético de todas las películas de género, de lo gótico, del romanticismo, pero también de pasiones más allá de la muerte. Es un relato con una historia muy clásica porque trata una serie de posesiones, de cuerpos abiertos, pero deja espacio para grandes preguntas y cuestiones contemporáneas, como la identidad de género o la identidad cultural.
P.- Se mezcla la fantasía con el terror, la tradición y el folklore, pero ¿cuál es el elemento principal?
R.- Diría que el concepto de frontera, pero no como límite, sino como espacio de lo posible. Los muertos nunca se van del todo, nos acompañan, todo eso está recogido bajo ese término. Una frontera, es obvio, es un sitio donde se hablan varias lenguas, donde las diferencias se desdibujan, donde hay una zona de transición. Ahí está esa reflexión acerca de lo ilusorio de los límites. No hicimos la película pensando en reivindicar nada, pero creo que es responsabilidad de la cultura encarnar una España que es mucho más diversa de lo que a veces nos quieren hacer creer.
"España se parece mucho más a lo que vemos en el cine que a lo que vemos en la televisión"
P.- ¿Qué importancia tiene mostrar esa convivencia entre espacios, cuerpos y lenguas?
R.- España se parece mucho más a lo que vemos en el cine que a lo que vemos en la televisión. Somos un país más rico, más diverso y mejor avenido de lo que nos quieren hacer creer. Tenemos que estar orgullosos de esta diversidad.
P.- La cinta pone sobre la mesa el eterno debate entre lo que debemos creer y lo que se cree, o cómo muchas veces la ciencia poco puede hacer para luchar contra el misticismo.
R.- Estamos un poco huérfanos de espiritualidad y creo que al espectador le resulta fácil identificarse con el personaje de Miguel, ese profesor que llega al pueblo y que al final es transformado por el deseo. La película también va de eso, de la carnalidad. Cuando la hice pensé en el desconcierto del ser humano contemporáneo, en la falta de herramientas de un mundo secularizado ante las grandes preguntas de la vida, ya sea un hombre o una mujer. Cuando algunos productores vieron el primer corte me dijeron que la película trataba la crisis de la masculinidad. En última instancia todo espectador hace suya la película, aunque no la ruedes con esa intención particular.
P.- Eso lo representa muy bien con el personaje de Tamar Novas.
R.- Intentamos que el personaje de Tamar Novas encarnase el perfil de hombre moderno. A través de sus ojos vemos ese mundo porque nosotros también estamos atravesados de racionalismo y la nuestra también es una sociedad profundamente secularizada. Al final no se trata de plasmar que es un sitio atrasado, no me gusta verlo así, sino como una cultura secularizada frente a una cultura no secularizada que tiene herramientas para interpretar el mundo que a veces pueden ser más efectivas que las herramientas del racionalismo, que se quedan un poco corto para explicar ciertas cosas.
"Al mundo secularizado le faltan herramientas ante las grandes preguntas de la vida"
P.- ¿Considera que el folklore es un género con cada vez más espacio en el cine patrio? En 2021 el Akelarre de Pablo Agüero fue la cinta más galardonada en los Premios Goya.
R.- No creo que sea el tipo de cine español más común. ¿Que se han hecho cosas? Sí, pero creo que lo tradicional y lo fantástico está poco explotado, no responde a una corriente mainstream. En el género en particular se tiende mucho a buscar modelos ajenos a nosotros mismos y es una pena porque tenemos una tradición muy rica con monstruos ibéricos que encarnan todos esos miedos populares. Incides en el folk y en el horror, que están ahí, pero creo que la película también es un relato gótico. Tomo como modelo la literatura victoriana, el Drácula de Bram Stoker, y en ese sentido creo que es muy reconocible toda la tradición que tiene que ver con la exaltación del romanticismo, con lo esotérico, con un erotismo un tanto macabro. Son relatos que encuentras en Mary Shelley o en la Rebecca de Hitchcock, la adaptación de Daphne du Maurier.
P.- ¿El buen cine que se está creando en España ayuda a que el caldo de cultivo abrace historias que quizá antes desechaba?
R.- Caldo de cultivo hay, pero creo que la gente no se da cuenta de lo milagroso que es que cualquier película independiente llegue a salas. Son muchos años de lucha, de buscar debajo de las piedras, de recorrer Europa… La nueva Ley del Cine tampoco lo pone fácil a los productores independientes. Si se empieza a producir sólo para las plataformas vamos a perder muchas historias. Cada vez hay más gente diversa que llega a la dirección, pero nos quedamos sin cine español si la gente no va a las salas. Hay una tímida recuperación. Ha habido una época muy dura para todos, para los cineastas, para los churreros y para las limpiadoras del hogar, no tenemos por qué ir más de víctimas que el resto, pero hay que animar a la gente a ir al cine.