La silenciosa muerte de Joe Rigoli, famoso por su Felipito Tacatún
Apresurado homenaje tras la repentina muerte de Joe Rigoli. Hoy es de esos días en los que la noticia de su desaparición deja en el alma un jirón de tristeza al mismo tiempo que una sonrisa se dibuja en nuestro rostro.
Joe, con esa cara de no matar a una mosca, nos mataba de risa con ese humor tan del otro lado del Atlántico, pero que nos ganó desde la primera vez que apareció por primera vez por las famosas -ahora desaparecidas- 625 líneas de los televisores de nuestra infancia.
Su primera aparición fue en el espacio Tarde para todos allá por 1972 con su eterno Felipito Tacatún, sus muecas imposibles y su famosa muletilla "Yo... sigo". Fue tal su éxito que Chicho Ibáñez Serrador -como buen conocedor de donde se encontraba lo mejor de cada casa- contó con él para el Un, dos, tres.
Chicho Ibáñez Serrador le incluyó en varias temporadas del 'Un, dos, tres'
Allí apareció en las temporadas de 1977, 1978 y 1982. Entre medias también hizo sus pinitos en Fantástico (1979-1989), el contenedor televisivo presentado por José María Iñigo. Las salidas de tiesto, los diálogos imposibles y el surrealismo en estado puro del gran Joe Rigoli formaban parte de este espacio que era una cita obligada de los telespectadores españoles en aquellos años.
También participó en Lápiz y Papel, un concurso realizado (entre 1981-1982) por el gran Fernando Navarrete con guiones de Willy Rubio y cuya presentación recaía en Ángel Quesada y José Carabias.
Tan blanco era su humor que incluso en 1984 formó parte de El Kiosko, el programa infantil presentado por Verónica Mengod en TVE. Allí compartía momentos delirantes junto a Pepe Soplillo, un simpático y travieso muñeco al que Pepe Carabias le prestaba su voz. Lo último que supimos de él fue su participación prestando su voz en dos películas para niños: El ratón Pérez y Pérez, el ratón de los dientes.
Joe Rigoli nació en el barrio de Palermo y empezó su carrera a los 14 años desplegando y acomodando sillas en un circo. Dicen que el morirse es ley de vida, pero resulta más triste el saber que alguien que tanta alegría repartió se haya ido de este mundo en la más absoluta soledad en una residencia para actores con pocos recursos económicos.
La vida es así de cruel pero, como yo, hay una generación de teleadictos que no te vamos a olvidar. ¡Gracias por tus muecas! Y como decía tu eterno personaje Felipito Tacatún... Yo sigo.