La naturaleza de Castilla y León esconde fascinantes lagos que convierten a algunos pueblos y comarcas enteras en zonas de afluencia turística en todas las épocas del año. Con miles de años a sus espaldas, estos parajes están rodeados de leyendas que se han transmitido de generación en generación o que tienen en algún ilustre escritor su creador y que se transmiten también a los cientos de visitantes que acuden, cada año, a contemplar estas maravillosas masas de agua rodeadas de una espectacular flora y fauna.
Para los amantes del turismo de montaña, los lagos de Castilla y León son un destino que no se puede pasar por alto. Su momento de esplendor suele ser en los meses fríos, aunque en primavera también son dignos de ver, si bien es cierto que el verano suele ser la época del año con mayor afluencia en estos lugares.
El Lago de Sanabria, en Zamora, es uno de los parajes con más encanto de la provincia. De origen glaciar, se remonta a hace alrededor de 100.000 años y cuenta con 369 hectáreas de superficie fluvial y con una profundidad de hasta 53 metros. Se trata del mayor lago de origen glaciar de Europa.
Cuenta con zonas de baño y variedad de actividades, como deportes acuáticos, senderismo o alquiler de barcas. También cuenta con campings y la posibilidad de alquilar barcas. Se encuentra rodeado de bosques de roble, aunque a su alrededor habitan más de 1.500 especies vegetales. En su visita, no se puede obviar el paso por Puebla de Sanabria o San Martín de Castañeda.
Y precisamente en San Martín de Castañeda, tras una subida de cinco kilómetros desde el pueblo, se encuentra la Laguna de los Peces. Esta masa de agua permanece helada durante prácticamente todo el invierno, pero las condiciones climáticas no siempre hacen posible la llegada por carretera, por lo que a veces la primavera y el verano son los momentos en los que más se animan los turistas a visitarla. En el ascenso desde el pueblo a la laguna, es posible contemplar el majestuoso Lago de Sanabria en su totalidad.
En la provincia de León, por otra parte, no se puede dejar de mencionar el Lago de Carucedo, en el entorno de las antiguas minas romanas de Las Médulas. En ese pasado romano, se encuadra la leyenda que rodea a este lago. Según ella, las lágrimas de la ninfa Carissia, tras no ser correspondida por el emperador Tito, dieron lugar al lago.
El Lago de Carucedo abarca unos cuatro kilómetros y tiene unos nueve metros de profundidad. Su origen está vinculado a la explotación minera en Las Médulas y actualmente cuenta con zonas de baño y un entorno idóneo para practicar senderismo y otros deportes. También es el hábitat de numerosas especies animales.
Sin salir de la provincia de León, podemos encontrar también en ella el Lago Ausente, de origen glaciar y al que puede accederse a través de una ruta muy bien señalizada; o el Lago Isoba, que pese a su pequeño tamaño, destaca por su intenso color azul.
En Ávila, otro lago con encanto es el de la Ciudad Ducal, que está abierto a los viandantes a pesar de que se encuentra en el entorno de una urbanización privada por la que han pasado personajes famosos desde la década de los 80.
Llegar al lago desde la urbanización es sencillo si se siguen las indicaciones. Durante el trayecto, los visitantes atravesarán verdes áreas boscosas en las que reinan los pinares, pero algo que sin duda llamará su atención en este entorno es el Mirador de Eiffel, construido por el mismísimo Alexandre Gustave Eiffel en 1873.
La provincia de Ávila es también el lugar donde los visitantes no pueden perderse otros enclaves, como la Laguna Grande de Gredos, que en invierno permanece completamente helada, por lo que visitarla en esta época del año nos permitirá incluso atravesarla de lado a lado. Para los que prefieren el verano, tendrán que tener en cuenta el frío de las aguas antes de bañarse.
Para llegar a la laguna, existe una ruta de senderismo bastante larga, de unos siete kilómetros que se suman a los otros siete de vuelta, con algunas pendientes, por lo que no está de más llevar la ropa adecuada y algo de comida y agua.
Otra laguna que no se puede dejar de nombrar es la Laguna Negra, en Soria, a unos 2.000 metros de altura, que se rodea de una vegetación en la que priman los altos pinos. Por ello y por su emplazamiento, presenta ese aspecto oscuro que la caracteriza. Para llegar hasta allí desde Soria, será necesario recorrer 50 kilómetros.
Como otros lagos y lagunas, esta no está exenta de leyendas. Sobre ella se dice que da acceso al mar por unas cuevas subterráneas, que en su interior habita un extraño monstruo o que no tiene fondo, aunque lo cierto es que tiene unos diez metros de profundidad.
La Laguna Negra también es de origen glaciar y se produjo durante el período cuaternario. A su alrededor se pueden contemplar especies de aves como el halcón peregrino, el águila real o el águila culebrera, lo que la convierte en un entorno especialmente llamativo para los amantes de la ornitología.