La historia interminable del Real Valladolid
Que el Real Valladolid no funciona no es que sea un secreto. Ya sea sufridor de Zorrilla o fiel a distancia, el que haya visto los últimos encuentros del Pucela sabrá de sobra que las cosas no terminan de ir bien y que el río trae agua revuelta. Con zonas calmadas y nítidas, eso sí, pues entre tantos golpes y malas noticias, asoman detalles positivos a los que poder agarrarse. Pero vayamos por puntos, sin adelantar acontecimientos.
Las dos últimas derrotas han sido verdaderamente sonrojantes, ya no por el hecho de haber perdido seis puntos de forma consecutiva, aún queda mucho campeonato y la Segunda es una competición de desgaste; sino por el cómo se han producido. En el fútbol, el cómo a veces no importa, sobre todo cuando se gana, pero cuando se pierde, el cómo se lleva el papel protagonista.
Lo sucedido en Cádiz fue una demostración pasmosa de realidad. El equipo amarillo, dirigido por Álvaro Cervera, está más trabajado, más automatizado en todos sus movimientos y tácticas. En parte tiene sentido, ya que son varios años de la mano, pero esto no puede ser excusa ni explicación. Los fantasmas del gol en contra en el tramo inicial volvieron a hacerse realidad, y a partir de ese momento, el Real Valladolid fue un juguete roto en manos de los andaluces. Timoratos en ataque, prácticamente sin generar ocasiones, y con ese temblor de piernas en defensa tan habitual en las últimas jornadas.
Pero si eso ya fue un buen topetazo, lo vivido el domingo en el Estadio José Zorrilla se lleva la palma. El Pucela había demostrado que cuando encaja en los primeros minutos, sufre para poder remontar el resultado adverso, es cierto; pero también había mostrado una notable fiabilidad en su propio estadio cuando el equipo que se adelanta en el electrónico va vestido de blanco y violeta. De hecho, hasta entonces, sus dos derrotas como local habían llegado merced a un resultado adverso en el primer tiempo.
Cuando las cosas van mal, siempre pueden descubrirse nuevas formas de llevarse derrotas. Así pues, los de Luis César Sampedro aprovecharon sus ocasiones, pusieron distancia en el marcador antes del paso por vestuarios, y se dejaron remontar en uno de los peores segundos tiempos de toda la temporada, mostrando nuevamente esa tan nombrada debilidad defensiva, y esas facilidades que tantos goles en contra están costando. Veintiocho, para ser exactos.
Esquemas, números y errores
Ante el Numancia, el técnico blanquivioleta decidió cambiar el dibujo sobre el césped de su equipo, en busca de solucionar los diversos problemas que se han venido sucediendo en las anteriores jornadas. El rival volvió a anotar en los compases iniciales, aunque por los pelos se salvó el entrenador gallego, al levantar el linier el banderín por fuera de juego. Sin embargo, aunque el resultado no lo mostrara, el Pucela había vuelto a conceder en defensa.
El único que se benefició del 4-3-3 que se plasmó en el verde fue Anuar, con mucha más libertad en ataque al tener a un compañero guardándole la espalda del centro del campo. El ceutí pudo descolgarse como interior, ofrecerse más pegado al costado y aparecer en el balcón del área. Sin duda, uno de los detalles positivos que trajo la variante técnica. Pero en defensa no se solucionaron las concesiones. Y de nuevo, aunque se cambiara de esquema, aunque los números no fuesen 4-4-2, los errores fueron los mismos.
Una salida del balón arriesgada, con dos laterales convertidos, al mismo tiempo, casi en extremos, y los teóricos extremos ocupando los carriles centrales. Una ecuación que deja una solución habitual durante este curso. Fallo en el mediocentro, contraataque del conjunto rival y gol en contra concedido por demérito. Y si a esto, se le suma una incipiente fragilidad a balón parado, se obtiene la remontada, más que merecida, que se llevó el Numancia de vuelta a Soria.
Puede que este 4-3-3 sea la solución o puede que no lo sea. Poblar el centro del campo sin ninguna duda facilita la salida desde atrás, el control del encuentro, pero no protege de cometer concesiones en la parcela defensiva. Tampoco asegura que futbolistas como Gianniotas, Hervías o Plano, quienes han demostrado tener calidad y chispa diferencial para la Segunda División, ganen en regularidad. O que todos los jugadores mantengan sus marcas en un saque de esquina en contra. Tan solo solo son esquemas, números que explican cómo se sitúan los jugadores sobre el campo. Y el problema, los errores, son generales.
Unas firmas celebradas
Entre tanto río revuelto, está claro que algo ha cambiado en las oficinas del Real Valladolid. En la temporada en la que más canteranos están participando en los últimos años, también se están renovando y ampliado los contratos de los denominados ‘chicos de la casa’. Los Anuar, Calero, Toni o Miguel de la Fuente estarán algunos años más a orillas del Pisuerga, y si hay algo a lo que puede agarrarse la afición, es esto.
Sin perder la perspectiva, claro, pues aunque el futuro parezca ilusionante, la proximidad es lo que cuenta, y aunque la hinchada pucelana se felicite por la continuidad de sus jóvenes promesas, el goce no es pleno si el equipo continúa con su cuesta abajo incesante. Por el momento del curso, y por las jornadas restantes, la oportunidades es idónea para cambiar el rumbo; pero mientras los errores sigan siendo habituales, el Real Valladolid continuará con esta historia interminable.