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Opinión

Tenemos lo que nos merecemos

22 noviembre, 2017 13:47

En este momento nos encontramos con una situación en la que los partidos constitucionalistas se echan las manos a la cabeza cuando los ciudadanos mantienen su intención de voto a los que les mienten, a los que les ofrecen mundos inalcanzables, a los que se empeñan en llevarlos a la ruina, y claman contra el independentismo por su incoherencia intelectual y su inconsistencia personal, pero se olvidan de sus propias frases de “lo que se promete en campaña no es verdad y todo el mundo lo sabe” “qué más da haber prometido 800.000 puestos de trabajo si eso era mentira” “da igual no haber regenerado la vida política si he conseguido una solución económica” “los que roban o mienten están amparados por la presunción de inocencia y la responsabilidad política es posterior a la penal”.

Nos planteamos que el ciudadano no puede admitir la corrupción pero concede mayoría a los corruptos; nos extrañamos de que los ciudadanos no sancionen a los que lo hacen mal, pero no somos conscientes de lo mal que lo hace el resto; nos sorprendemos cuando este o aquel partido obtiene muchos votos o no obtiene los que se supone le corresponden, pero no somos capaces de intentar comprender lo equivocados que están a la hora de ponerse ante los ciudadanos.

Estamos haciendo política de 120 caracteres y de redes sociales y pretendemos que los votantes adopten decisiones sesudas con valores, criterios y formas que los políticos no tienen para si, y luego se sorprenden, alucinan.

El único medio de alcanzar el éxito es el trabajo, la seriedad, la coherencia y la calidad personal, los atajos no existen, los errores se pagan, los defectos deben de servir para aprender, la humildad es el fundamento de todo ello y, eso, ni se lo plantean los políticos.

En las próximas elecciones no habrá grandes sorpresas, volverán a repetirse los resultados y, con cara de bobos, se sorprenderán los que hoy, sin meditación, sin seriedad, sin explicación, considerándonos a los ciudadanos “perritos sin alma”, se presentan como estadistas de élite, cuando lo único que han hecho es el mangarranas.

Es triste contemplar cómo hemos hurtado a la sociedad los valores, la resistencia intelectual, el esfuerzo colectivo y personal, la seriedad, el respeto, la dignidad y la felicidad para convertirla en “sálvames” ”putillas y chaperines dorados” sin más criterio que el crematístico y la más baja calidad moral y el onanismo intelectual, de lo que no se puede esperar un líder solvente, sino un ladrón inconsistente pero con una cara de acero iridiado.

Hubo quien afirmó que si se tocaba la rama se podía pudrir el árbol y, exactamente eso, es lo que estamos viviendo sin hacer nada, sin decir nada, sin actuar para nada de nada y nos quejamos por comer mierda, pero ponemos mierda en nuestro plato y desechamos el solomillo que nos ofertan con el criterio de que la mierda se vende bien y el solomillo hay que trabajarlo.