Llueve sobre mojado para el PP
Decimocuarta semana de 2018, la del desembarco valenciano en Salamanca para promocionar sus Fallas, el ‘descubrimiento’ de un cuadro de Rubens en la iglesia de La Purísima, los datos del paro de marzo, que vuelven a dejar una letra pequeña no tan positiva, y la suciedad de un ‘desaparecido’ río Tormes, que sufre las consecuencias de la eterna burocracia (quiero pensar que no hay trasfondo político por el enfrentamiento latente entre las dos facciones del Partido Popular de Castilla y León, se supone que la Confederación Hidrográfica del Duero depende del Gobierno, y en Madrid están con Mañueco, otra cosa sería si fuera competencia de la Junta, porque ya se sabe que en Valladolid no hay mucho cariño por el alcalde de Salamanca).
La semana política comenzó con dos encuestas, ambas muy favorables para Ciudadanos, ambas muy preocupantes para Partido Popular, ambas esperanzadoras para Partido Socialista, y ambas catastróficas para Podemos. La primera, sobre la intención de voto para las autonómicas en Castilla y León. A día de hoy, el PP estaría lejos de la mayoría absoluta y no sólo tendría que gobernar con Ciudadanos, sino que la suma de los procuradores de Albert Rivera con los socialistas sería mayoría. Y claro, a Ciudadanos, ¿con quién le conviene gobernar? ¿Con el PP para que pase desapercibida su gestión o con el PSOE para convertirse en referente del centro derecha?
Las gaviotas lo saben y vuelan estos días erráticas, máxime cuando las últimas encuestas de unas hipotéticas elecciones generales dan a Ciudadanos no sólo como el partido más votado, algunas también el que obtiene más escaños. En Castilla y León, sería el más votado en Valladolid, León, Burgos, Segovia y Salamanca. En el caso charro me cuesta creer que obtenga más apoyo que el PP, teniendo en cuenta el carácter rural de nuestra provincia, donde los populares tienen un granero de sufragios. Pero lo mismo pensaban en Francia con Macron y ahora es el presidente de su república. Porque a nivel nacional, el PSOE, como Armada durante el 23-F, por el momento ni está ni se le espera. El Partido Socialista, bajo la dirección de Pedro Sánchez, va más camino de Sancho, el escudero con aspiraciones de gobernador cuya realidad le relega, siempre, sólo para deshacer entuertos.
Prueba del nerviosismo de los populares y su nueva estrategia comunicativa es lo acontecido el jueves durante el pleno del Ayuntamiento de Salamanca, con un PP ‘pancartero’, compitiendo incluso con Ganemos en mostrar carteles reivindicativos. Si bajan al barro de esta forma, mal pintan las cosas desde la madrileña calle Génova, aunque su presidente, Mariano Rajoy, se empeñe en dibujar una situación idílica y proclamar a los cuatro vientos que su gestión es la correcta. No piensan lo mismo funcionarios, jubilados, policías locales, policías nacionales, guardias civiles y trabajadores de justicia, que continúan manifestándose en la calle, esta semana también funcionarios de prisiones, jueces y fiscales.
Pese a ello, Rajoy sigue en sus trece. La semana concluye con la convención nacional del Partido Popular, en la que el presidente de la Junta de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, respalda a Alfonso Fernández Mañueco como candidato del PP para sucederle. Será en cuestión de un par de meses, puede que incluso antes, y entonces Salamanca tendrá alcaldesa interina (la primera en la línea sucesoria sigue siendo la concejal de Educación, Carmen Sánchez) salvo que Mañueco no pueda acompañar la candidatura con la presidencia de la comunidad autónoma (tras renuncia forzosa de Herrera, que no está tan clara, como ya he explicado semanas atrás) y cambie hacia planes masculinos (¿Carlos García Carbayo?).
En esta convención nacional de los populares el nombre propio es Cristina Cifuentes. La presidenta de la Comunidad de Madrid tiene la espada de Damocles sobre la cabeza con el turbio asunto de su máster. Uno de tantos ejemplos de políticos que engordan y adornan su curriculum, pero con un trasfondo ético grave. Que hiciera o no el master, lo aprobara o no, es una nimiedad. Lo preocupante es el embrollo que se ha producido para intentar justificar el trato de favor, para intentar taparlo, porque uno piensa, si se llega a la invención de documentos y falsificación de firmas por un simple título de master, ¿qué es capaz de hacer con asuntos de mayor enjundia, o simplemente por mantener el poder? Tuve la oportunidad de entrevistar en persona a Cifuentes en una terraza de la Plaza Mayor durante las últimas elecciones generales y me pareció una política creíble, con otra forma de gestionar la administración pública, aire fresco para el PP. Pero precisamente la gestión que está realizando de esta polémica la ha bajado de mi pedestal político.
Y hablando de currículos cuya letra en el papel no se corresponde con los hechos en la realidad, ¿qué político salmantino tendría que estar muy preocupado porque su caso es muy similar al de Cristina Cifuentes y si escarban en su pasado podría llevarse un buen susto? Eso me dicen las malas lenguas, como aquellas que aseguran que durante los próximos meses lloverán las denuncias en el Juzgado contra cargos del Partido Popular por su gestión en la Diputación de Salamanca en los años noventa y comienzos del nuevo siglo. Llueve sobre mojado para el PP y, por si fuera poco, puede estallar un escándalo mayúsculo, pues dicen que un alcalde ha dejado embarazada a una integrante de su cohorte y para que guarde silencio la ha recompensado con un buen cargo público. Tranquilos, no es de Salamanca. Pero ya saben, se dice el pecado, no el pecador. La próxima semana, les prometo más madera.