Empieza el zafarrancho de combate
Trigésimo novena semana de 2018, la del acoso y derribo al Gobierno de Pedro Sánchez ‘El ocurrencias’. Mírala cara a cara que es la tercera, dice el estribillo de una sevillana aplicable a la ministra de Justicia, Dolores Delgado, de quien se espera sea el tercer miembro del Consejo de Ministros que dimita en poco más de cien días de ejecutivo socialista tras una moción de censura tan legítima como forzada. Y de aquellos polvos, estos lodos. Estos y los de todas las cloacas del Estado que están saliendo a relucir.
Insisto en lo que ya comenté con la ministra de Sanidad, Carmen Montón. A mí me da igual cómo calificara a su homólogo Fernando Grande-Marlaska o si le ríe las gracias al ex comisario Villarejo. Lo grave es que Dolores Delgado ha mentido reiteradamente. ¿Por qué? ¿Tan difícil era decir, sí, comí con Villarejo, tenía relación con él, hubo conversaciones informales, pero eso fue en el pasado? ¿Tan difícil pedir excusas a quien se haya ofendido? Porque quien esté libre de pecado que tire la primera piedra y se la debe juzgar por ser ministra de Justicia, no por sus excesos verbales o amistades (que se lo digan a Alberto Núñez Feijóo y sus paseos en barco con un narcotraficante). Pero no, primero que si no se reunió, después que dos o tres veces, luego que era en actos por obligación, después niega haber insultado a Marlaska, que las grabaciones habían sido manipuladas con corta pega, luego ya lo admite pero está sacado de contexto. Y claro, culpa de la prensa. Pues, zas, toma otra grabación donde encubría un delito de compañeros de profesión con menores de edad. Y si alguien cuando es fiscal calla, qué no hará cuando es ministra, y si miente para agarrarse al cargo por una conversación informal, qué no hará por mantener el poder.
Y como la prensa es la culpable de un acoso y derribo al Gobierno (hasta la vicepresidenta Carmen Calvo, muy ‘querida’ en Salamanca, dejó caer que hay que restringir la libertad de expresión, y se quedó tan pancha), pues no hay tres sin cuatro. Ahora han puesto en órbita al astronauta Pedro Duque, ministro de Ciencia, Innovación y Universidades, con una sociedad para pagar menos impuestos. Igual que el ex ministro de Cultura, Maxim Huerta. Él tuvo la decencia de dimitir, pero Duque ofreció unas explicaciones que no le libran de culpa e incluso pensó que los periodistas estaban en la quinta luna de Valencia. La gravedad, que no gravitatoria, de este asunto la marcó su ex compañero cultural, pero sobre todo su jefe. Porque cuando estalló el escándalo de los papeles de Panamá con el ex ministro del PP José Manuel Soria, Pedro Sánchez esgrimió a los cuatro vientos, cual Olivia de Havilland, que si uno de los suyos había creado una sociedad para pagar menos impuestos o evadirlos, no duraría a su lado ni 24 horas. Pues ya han pasado más de cincuenta.
Toda esta tormenta en la política nacional repercute también en la forma de actuar de la política local. Por cierto, haciendo un inciso, no he visto a nadie del colectivo LGTBI+ ni de Podemos o similares saliendo a la calle para manifestarse y pedir la dimisión de la ministra Delgado por llamar maricón de forma despectiva al ministro Grande-Marlaska, ni pedir dimisiones por doquier del ministro Duque en aras de la transparencia y el buen gobierno. Quien calla, otorga, y quien tiene diferentes varas de medir pierde credibilidad. Si esas mismas palabras las hubiera pronunciado alguien del Partido Popular o Ciudadanos, ¿cuál habría sido la reacción de estos colectivos? Y basta revisar las hemerotecas para comprobar sus feroces ataques al ex ministro Soria, que es tan defraudador como Duque y Huerta.
El caso es que ya estamos en la precampaña de la precampaña. Las elecciones municipales y autonómicas están ya a la vuelta de la esquina. Pablo Casado tenía ya previsto presentar este fin de semana candidatos, pero el suicidio de un concejal del PP en Palencia ha obligado a cambiar la agenda. En octubre llegarán los nombres de alcaldables, en noviembre todos, y cuando pase la Navidad ya estamos con listas electorales e inauguraciones previas a la campaña oficial. Prueba de este zafarrancho de combate es la creciente actividad comunicativa de los partidos políticos. El PSOE ha ido esta semana a rueda de prensa y comunicado diario, algunas jornadas hasta cuatro. El PP ha respondido a todos. Si hasta envió uno en respuesta a Luis Tudanca, secretario general del PSOE de Castilla y León, y candidato a la Presidencia de la Junta, ¡antes de que el propio Tudanca hablara! Claro, el líder socialista se repite tanto y es tan previsible, que hasta los rivales se permiten el lujo de anticiparse.
El PSOE de Salamanca también, atacando en repetidas ocasiones y directamente al concejal de Fomento, Carlos García Carbayo, principal aspirante para ser alcalde en funciones cuando Alfonso Fernández Mañueco renuncie para centrarse en su candidatura a la Presidencia de la Junta de Castilla y León por el Partido Popular. Dos puyazos sin anestesia y donde duele. Uno, acusándole de no saber gestionar las arcas del Ayuntamiento de Salamanca, despilfarrando dinero en los contratos de servicios municipales. Otro, acusándole de no controlar las obras que se realizan en la ciudad, con una chapuza sin igual en el barrio San José. Plis, plas. Para que se vaya acostumbrando a lo que le viene, porque si tenemos en cuenta una conversación en la que un alto dirigente del PP decía de Carbayo, “tiene que ponerse más las pilas, con lo que va a ser”, pues entonces será el elegido para la sucesión. Y el PSOE ya le ha anticipado el recibimiento.
Hablando de la sucesión de Mañueco, dicen que renunciará a la Alcaldía, pero no dejará de ser concejal, que hará una dejación de funciones y nombrará un alcalde interino hasta las elecciones para así evitar un pleno de votación de alcalde, que supusiera tener que negociar otra vez con Ciudadanos una investidura y darles protagonismo a escasos meses de las elecciones. Si es así, la jugada es muy buena por parte de los populares, pero, ¿se imaginan a Mañueco sentado en los plenos como un mero concejal sin abrir la boca? ¿La persona que ha dirigido los designios de Salamanca durante los últimos siete años? Y la oposición lo tendría ‘a huevo’ para acusarle de querer permanecer para seguir cobrando dietas. Me cuesta creerlo, pero oye, cosas veredes, amigo Sancho. Tiempo al tiempo. En breve saldremos de dudas.
A este zafarrancho de combate se ha sumado Izquierda Unida, con comunicados sobre cuestiones municipales, autonómicas y nacionales. Una mayor presencia de una formación que en Salamanca marca distancias, y muchas, con Podemos. Hasta parece una oposición municipal más, aparte de Ganemos. Y volvemos al conglomerado de la izquierda de la izquierda, con Ganemos, Podemos, IU, Equo, Partido Comunista… Todos contra uno pero haciendo la guerra por su cuenta, no uno para todos. Perfectamente lo reflejaba un cargo de Equo en una conversación informal de café al lado de un servidor que ni siquiera tuvo que poner la oreja para entender todo lo que comentaba. Que en qué situación estaban, aliados a nivel nacional con Podemos pero en Salamanca con gente de su formación que ya ni siquiera los rechaza, incluso hay sentimientos de odio arraigados en profundas enemistades. Y por medio gente de Izquierda Unida que no puede ver a los dirigentes de Podemos, pero sí tiene amistad con muchos afiliados de base. En resumen, un polvorín a punto de estallar, a no ser que aparquen sus diferencias por un objetivo común y sean enemigos interesadamente bien avenidos.
Porque en los partidos políticos siempre hay facciones y rencillas, pero al llegar las elecciones todo son sonrisas, abrazos y palmaditas en la espalda. No obstante, ¿a quién se le puede borrar la sonrisa porque su vida personal le pase factura en la profesional? ¿Qué socialista está deseando que caiga su propio Gobierno para que haya elecciones cuanto antes, Pedro Sánchez vuelva a fracasar y el partido recupere su identidad? ¿Y qué popular desea que Mañueco no gane las elecciones autonómicas para que en el PP haya una profunda regeneración? Pero ya saben, se dice el pecado, no el pecador. La próxima semana, les prometo más madera.