Nuestros políticos, pobres
No me refiero a que sean unos muertos de hambre, aunque quizás sí acaben siéndolo, habiendo perdido ya las tarjetas black, los sobresueldos, las mordidas y muchas otras gabelas producto de una impune corrupción muy extendida.
Hablo de su imagen pública, de la infamia adherida hoy día a la condición del político, considerado por gran parte de la ciudadanía como un inútil que vive de la sopa boba. Cuando los debates a cuatro de Sánchez, Iglesias, Ribera y Casado, la opinión más extendida era la de eran todos ellos unos pobres tipos, oportunistas y torpes, que apenas sabían expresarse en público. ¡Qué diferencia con los de otros países!, se llegaba a decir.
Pues nada más lejos de la realidad.
Resulta que los de la mayor parte de países —y he asistido a debates electorales en unos cuantos— son peores. Ya ven que en Ucrania acaba de arrasar un cómico, Volodímir Zelenski, que no tiene ni puñetera idea de política. Lo mismo sucedió no hace mucho con el humorista italiano Beppe Grillo, cuyo Movimiento Cinco Estrellas es uno de los dos que conforman el estrambótico Gobierno actual de su país. Claro que allí fue diputada nacional en su día, durante cinco años, la actriz porno Cicciolina.
¿Y qué decir de Gran Bretaña, donde los parlamentarios dan el espectáculo un día sí y otro también y un político aparentemente serio como David Cameron estuvo a punto de romper el Reino Unido con un prescindible referéndum sobre Escocia y ha sumido a su país en el caos con un interminable Brexit que todavía no se sabe en qué consiste?
Para que luego digan.
Pero explíquenme también en qué son mejores los presidentes franceses que los nuestros, desde François Mitterrand, el más corrupto de todos, al errático Emmanuel Macron, pasando por el tramposo Jacques Chirac, el narcisista Nicolas Sarkozy y el inútil François Hollande.
Eso también es aplicable a los norteamericanos, desde el tramposo Nixon hasta aquí, pasado por el torpe Gerald Ford, que no sabía pensar y mascar chicle al mismo tiempo, el desacreditado Jimmy Carter, el actor Ronald Reagan, la saga inútil de los George Bush, el rijoso Bill Clinton, el inane Barack Obama y el inefable Donald Trump. Desde hace muchos años, existe en Estados Unidos una frase que lo define todo: “Si tienes dos hijos, dedica el listo a los negocios; al tonto mételo en política”.
Como ven, nuestros políticos no son buenos, en efecto, pero es que los de los demás países, por desgracia, suelen ser aún peores.