Si yo fuera de Ciudadanos…
Si yo fuera militante de ciudadanos, mi primera reacción ante todo lo que está pasando sería la de perplejidad: me sorprendería que no hubiese espacio político para el centro sociológico, desde las extintas UCD de Adolfo Suárez, primero, y UPyD de Rosa Díez, después.
En la política española, lo que se lleva es el extremismo y a un ritmo, además, creciente. En otros países de nuestro entorno político, en cambio, siempre ha habido partidos centristas, bisagra entre los extremos, aunque sin demasiado éxito, todo hay que decirlo.
Aquí, en cambio, el papel de fiel de la balanza, de apoyar a uno u otro platillo político, lo han hecho históricamente los nacionalismos. Ahora, ni ellos. Tras el rumbo disgregador del Estado, los nacionalistas han optado ya, sin disimulo, por lo que para ellos son los partidos del mal menor (españoles pero de izquierda). O sea, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias y sus programas, para así avanzar en su proyecto secesionista.
Si yo fuera de ciudadanos, mi segunda reacción, tras la perplejidad, sería la del desconcierto, la de no saber dónde estoy. En el centro, seguro que no, ya que con Albert Rivera mi partido aspiraba a disputar el espacio de la derecha al PP y ahora, con Inés Arrimadas, le hace el trabajo sucio al socialismo de las mociones de censura para escorar al país hacia la izquierda.
Lo de Arrimadas, además, no tiene un pase, tras su relativo éxito en Cataluña, que no supo ni quiso rentabilizarlo, no ya en el Parlament, dada su inferioridad numérica, sino en la sociedad civil, desde las asociaciones de vecinos hasta las culturales, para después de esa deserción interna acabar huyendo al final a Madrid.
Mi última reacción sería la de la desolación: tras haber crecido el partido a lo loco, incorporando a sus filas a oportunistas de toda laya, correría el riesgo de quedarme solo. Y eso sería terrible, tanto para el país como también para ese último militante del partido, que tendría que ser quien acabase apagando la luz.