Morir dignamente
El próximo jueves 24 entra en vigor la ley que regula la eutanasia como un derecho a una muerte digna. Debe decirse que nuestro país con esta ley forma parte de los anteriores cinco países del mundo que habían alcanzado esta regulación junto a Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Canadá y Nueva Zelanda, lo que demuestra que estamos en el pelotón de cabeza.
No obstante, para la aplicación de la ley es necesario que se creen las llamadas Comisiones de Garantía en cada Comunidad Autónoma y hasta ahora solo en Baleares, Extremadura, Murcia, País Vasco, Castilla La Mancha y la Comunidad Valenciana, las han creado, por lo que hasta que no se creen las demás no podrá aplicarse en todo el territorio nacional.
¿Cuáles son los fines y objetivos de dicha Ley? Pues según la misma “regular el derecho que corresponde a cada persona que cumpla las condiciones exigidas a solicitar y recibir la ayuda necesaria para morir, el procedimiento que ha de seguirse y las garantías que han de observarse”. En definitiva, conseguir el objetivo de una muerte digna cuando se sufra una enfermedad grave e incurable o un padecimiento grave, crónico e imposibilitante en los términos establecidos en dicha Ley y certificada por el médico responsable, prestando consentimiento a recibir la ayuda para morir siendo dicho médico responsable el único capacitado para denegar la ayuda, si bien, el paciente podrá recurrir a la Comisión de Garantía y Evaluación.
¿Qué antecedentes existen al respecto? Pues puede decirse que ya la mitología griega nos habla de un supuesto de eutanasia, si bien de una forma muy original.
En efecto, los Centauros eran unas criaturas monstruosas, mezcla de hombre, de cintura para arriba, y caballo, de cintura para abajo, que vivían en los bosques y en los montes. La mayor parte eran violentos, irrefrenables como las fuerzas naturales y pendencieros, siempre dispuestos a enzarzarse en riñas y disputas. Quirón, sin embargo, sólo se les parecía en la figura. Era tranquilo, justo y sabio, amaba a los hombres y se encargaba de criar a los niños que le confiaban. De él adquirieron sus conocimientos generaciones y generaciones de héroes que más tarde serían célebres por sus hazañas. En cierta ocasión, este buen centauro fue herido de modo accidental por Heracles. Como sufría terribles dolores, pero no podía morir por ser inmortal, pidió a Prometeo que le diera su vida a cambio de su inmortalidad. De esta forma, Prometeo se hizo inmortal y Quirón encontrón la paz en la muerte.
Pero, claro, ninguno somos inmortales para cambiar nuestra vida por quien si lo sea y aunque la muerte siempre llega, el plazo puede ser interminable y sobre todo insoportable. De aquí que esta Ley resuelva un problema humano que, aunque no es muy numeroso, si se producirán casos, se calcula que 4.000 al año que hagan necesaria la aplicación de la Ley.
Mónica Povedano, neuróloga, ha señalado que ella no es quien para decidir y que “hay que respetar al paciente”, la cual también añade que “es el paciente quien debe decidir el momento adecuado para que acabe con su sufrimiento y también con el de su entorno”.
Por supuesto que nuestro sistema de salud carece de los profesionales con suficiente formación, pues no hay experiencias ni antecedentes al respecto, sin embargo, todo tiene sus comienzos y este primer paso ayudará a conseguirlo, y a que los pacientes mueran en paz.