En defensa del español
Escribir en defensa del idioma español en España parece algo anacrónico y hasta reaccionario. Lo progre, lo guay, lo que se lleva es anteponer cualquier otra lengua o dialecto que se hable en el país al idioma de todos.
El último ejemplo lo tengo en una amiga de visita a viejos conocidos de la Galicia rural que sólo le hablaban en la lengua autóctona. Ella, que domina el portugués, optó por dialogar con ellos en ese idioma por su parecido con el gallego. Y ambas partes continuaron con ese despropósito, en vez de razonar en la única lengua que les era común, o sea, el castellano.
Hechos tan poco razonables como éste empiezan ya a ser moneda común de gente que en algunas regiones hace como si ignorase el idioma español con el resultado de que efectivamente empieza a ignorarlo.
Una situación así sería impensable en cualquier otro país, con contadas excepciones como podría ser la de Bélgica. En Estados Unidos, por ejemplo, no existe idioma oficial y cualquiera puede escolarizarse en la lengua que le plazca. Aun así, lo que los hablantes prefieren y las instituciones fomentan es el uso del inglés, simplemente porque es el más extendido y en el que se entiende un mayor número de ciudadanos.
Ésa es la cuestión, la de entenderse.
No parece, sin embargo, que sea ésa la intención del último invento, la creación de una Academia Aragonesa de la Lengua, con dos secciones, el Instituto de l’Aragonés y el Institut Aragonès del Català, en defensa, respectivamente, de la llamada lengua aragonesa, hablada al parecer entre 25.000 y 56.000 personas, y el catalán, hablado por otras 55.000 en toda la Comunidad. Como se ve, cualquier cosa en vez de defender, fomentar y mejorar el idioma común a todas ellas que es el español.
Por eso, me he atrevido a decir en alguna ocasión que si el español fuese un idioma con el mismo recorrido lingüístico que el albanés ya habría desaparecido en nuestro país. La fortuna que tiene es que lo hablan 500 millones de personas en todo el mundo mientras que en España es cada vez menos conocido y peor hablado.