El monte y los tecnócratas
Escribía en septiembre del 2017 -entre otras cosas- lo siguiente: Que la quema de bosques es consecuencia, entre otras, de la desaparición de un uso adecuado, correcto, un uso experto, continuo asentado en el tiempo y en la experiencia “usos y costumbres”; este duopolio y no la ley creada supuestamente para proteger, son los que ha permitido -con ese uso y mantenimiento- que nos llegue el patrimonio natural, cultural, monumental y social que hoy tenemos en el monte.
Una exposición de motivos es una relación de hechos, circunstancias y sus consecuencias que llevan, cuando se trata de una ley, a explicar de el por qué se legisla sobre el asunto en cuestión.
La exposición de motivos que encabeza la Ley de montes de Cyl. del año 2009 dice lo siguiente: La percepción de los montes por parte de la sociedad y su relación con ellos han evolucionado notablemente a lo largo de la historia. Durante milenios, los montes han sido considerados como lugares apartados, inhóspitos y hostiles para el hombre, apreciados únicamente como fuentes de materias primas para el autoconsumo o la industria. Sólo a mediados del siglo XIX se abre paso una nueva concepción, derivada de la incipiente ciencia forestal, comenzándose a tener conciencia de la posibilidad del agotamiento de los recursos que los montes proporcionaban, por prácticas de uso abusivas.
Entiendo que la actual política de montes parte de una concepto o premisa equivocada al considerar el monte como un bien a proteger cuando lo que debería ser “un bien a cuidar, para que, bien utilizado mantenerlo.
La protección es consecuencia de ese todo.
Partamos de la base de que esta Ley desecha, por no decir que hace desaparecer al generalizar como “sociedad” la labor que a lo largo de siglos (no a partir del XIX) han venido ejerciendo los habitantes del mundo rural para utilizar, mantener, adecuar y así cuidar el terreno en general y, los montes en particular, a su aprovechamiento más correcto, adecuado, idóneo.
Solo a mediados de siglo XIX, como dice la exposición técnicos forestales, se dan cuenta que el monte debe ser protegido. Eso ya se venía haciendo desde hace siglos.
Por poner un ejemplo: la dehesa salmantina no la hicieron esos técnicos forestales a partir del XIX. La dehesa es un terreno, una realidad económica, productiva y natural que los siglos muchos, y la mano de obra, mucha también, se ha encargado de crear. Pues ahora los técnicos forestales han decidido que las cortas de las encinas ya no se pueden realizar como antes, ahora hay que hacerlo como ellos han aprendido en los libros, valiente ignorancia el conocimiento que no se asienta con la experiencia.
Walter Benjamín decía:
“La totalidad de la experiencia, es decir, la existencia”
Lo que ha traído esta ley es un tecnicismo que ha impuesto limitaciones mal entendidas, restricciones en las labores de siempre para qué, aquellos que mejor han entendido el campo, el monte, sigan aplicando esos conocimientos como se ha hecho siempre, de toda la vida, pan hoy, trabajo para el pan de mañana.
Es gritar para reivindicar la vuelta a un uso que se hizo costumbre porque era, sobre todo, un uso que primaba mantener, proteger y explotar de una forma ecuánime para y por el habitante, para y por su ganado, para y por el bosque es y era una gestión que trataba de producir el alimento del año y de asegurar el del año siguiente.
Lo dije en su momento, también, hay que volver a hacer un uso multidisciplinar del monte, zonas de acampada libre implantando previo curso de capacitación y seguro de responsabilidad, una cultura de acercamiento de conocimiento, cuidado y mantenimiento.
Y como masa forestal para producir energía, a tenor de esto, por qué no se ha potenciado el I+D+I en la producción, fabricación y eficiencia energética delos sistemas de gestión y producción de pellet y masa arbórea, se trata de aprovechar todo el espacio improductivo que tiene esta Comunidad Autónoma.
Lo que sí ha creado esta ley y eso desgraciadamente se ha visto en el último incendio de Ávila es que la gestión de los montes en base a la ley de Montes del 2009 lo que deja tras de sí es una caja de cerillas que no necesita más que una chispa para destrozar, aún más, la vida en el ámbito rural.
Pagaremos muy alto precio por precarizar lo rural.