Por fin arrancó la Feria de Otoño de Madrid, después del aplazamiento de la primera corrida por el barrizal del ruedo. Fue con una novillada de toreros punteros en su categoría. Un salmantino Diosleguarde, un mexicano Isaac Fonseca y un extremeño Manuel Perera. Las reses gaditanas de Fuente Ymbro.
Los tres diestros, todo corazón y valor lucharon con fiereza con unos animales no menos fieros que dieron varios sustos que se quedaron en eso. Y al margen del resultado artístico hubo algo que resaltar: las seis estocadas con que culminaron a sus enemigos. Sólo el último, Perera, muy castigado por los revolcones, pinchó antes. Las demás fueron fulminantes. Nuestros matadores de novillos además de torear, saben matar como es su obligación. Y eso es importante, no solo por ser la suerte suprema sino por lo que significa, ante tanto disidente antitaurino animalista.
En efecto, una de las principales críticas de los detractores de la tauromaquia es que se maltrata y tortura al animal, muchas veces con una agonía prolongada. Pues bien, ayer en Las Ventas vimos todo lo contrario y los novillos murieron con la misma rapidez que en un matadero donde lo hacen los que luego consumimos los humanos.
Creo, sinceramente, que ello contribuye a despejar dudas. Al toro se le torea, que para eso se ha criado y el espada-torero lo hace con el valor y arte que le caracteriza. Pero eso sí, acabada la faena que emociona y deslumbra a quienes nos gusta, debe bajarse el telón dando muerte al animal con la máxima prontitud y eficacia, esto es con la dignidad que se merece. Tanto es así que, por ejemplo, Diosleguarde, recibió como premio a su gran estocada una oreja que de otra forma no habría cortado.
Me consta que expertos en la materia como Manuel Sales, ex matador valenciano y el veterinario Julio Fernández, está tratando de implantar nuevos útiles, puyas, banderillas y estoque, para lograr la máxima eficacia con el menor daño al toro. Y está dando excelentes resultados donde se está aplicando. Creo que ello, con la pericia del diestro, por eso se le llama así, debe contribuir a demostrar que la muerte del animal no es un regocijo ni ensañamiento para el espectáculo sino la culminación de una obra que los aficionados consideramos valerosa y artística.
Picasso dijo que "el arte es una mentira que dice la verdad". Pero hay una excepción, la tauromaquia, donde todo es verdad, el miedo, el peligro, el dolor y la sangre, que aunque deba ser solo la del toro; sea también la justa y necesaria como vimos ayer en la plaza con las seis estocadas de los valientes novilleros.