Ayuso se ha coronado ya como la princesa del pueblo, la femme divine, la gran triunfadora del tiro en el pie que se ha dado Casado con el revólver que le ha pasado Teodoro. 

Ayuso es el trending topic de la calle, de la frutería y el taxista; de la venezolana que levanta cada día la persiana de un local donde te hacen una de esas manicuras horteras con brillantina, del repartidor del gas, de la peluquera que mira a través del escaparate a ver si entra un cliente y del empresario que lleva a sus hijos al colegio concertado; del jubilado con un soplo en el corazón y de alguna escritora feminista de izquierdas. 

Es el pulso de la calle, el bocadillo de calamares, las cañas, la discoteca progre y el peinado punk. El euro en la bandeja de un bar con el ticket de un café y un seminario sobre mujeres. Todo cabe en Ayuso. Su proyecto es ella y un Zendal. El de Casado un selfie y un partido. Creyó que el partido era él, y el partido ya se juega más en las redes sociales y en la calle que en Sol o en Génova. 

Ayuso es la jarra que ha ido recogiendo todo el hartazgo silencioso de una España dócil en lo general y guerrera en el detalle. De matarnos, hagámoslo por las cosas pequeñas. Por ejemplo, por el partido. Que los once millones de pobres que hay ya en este país no merecen este bolero popular de fuego cruzado.

Ayuso es lo que Casado no fue, porque cuando Sánchez jugaba al Estratego alargando en pandemia la asfixia económica de Madrid mientras le perdonaba la vida a otras con mayor incidencia acumulada, Casado se quedó frente al espejo ensayando poses con sus guantes de boxeo mientras Ayuso salía al cuadrilátero a pelear la Villa frente al villano.

El Partido Popular le está empezando a coger el gustillo a eso de enviar al segundo de a bordo a enfrentarse a la plebe. 

Y en medio del oasis socialista en el que nunca pasa nada, Casado se movía cómodo. Sin apenas esfuerzo. Entre selfie y selfie, creyendo que siempre salía del lado bueno.  Dirigiéndose a un electorado popular que ha pasado de creer que era de derechas a tener que serlo de centro, para terminar aceptando que en realidad siempre fueron liberales. El PP ya es hoy Ciudadanos, pero a lo grande. Un partido sin corbata. 

España. Por España. Algunos dicen "por este país" porque diferenciarse es importante. Cada cual elige cómo ser lo mismo que el otro pero diferente. Que aquí nadie venía a hablar de ese libro, sino del suyo. Del de cada uno. 

Con el agua al cuello y el nivel más alto de pobreza de toda la Unión Europea, el objetivo creímos que era España. O sea, la peluquera, el repartidor, la feminista y el empresario. Pero el objetivo ha resultado ser el partido.

Casado ha aparecido frente a los españoles para apagar un fuego que no existía en un partido que ya lideraba, en la calle, una mujer. Al final el fuego ha resultado ser Ayuso y quien se quemaba, era él.

Ahora Ayuso podrá hacer girar el timón de la barca popular hacia el embarcadero de los pactos que considere y Castilla y León podría ser el primer puerto. Tiene a todo un decepcionado y huérfano electorado a su merced y podrá convencerlo de lo que quiera. Porque ahora, el electorado, ya es ella.