No es el único en el mundo, pues también los hay en México, pero en España, donde todo hay que decirlo, brilla cada año con mayor esplendor
Hay además una característica única además de tener al toro de protagonista y es que se desarrolla en la Plaza Mayor convertida en coso taurino para estos días madera a madera y clavo a clavo en muy pocos días, menos de una semana, se levanta enhiesta para alojar a los aficionados que son el pueblo y los visitantes que inundan la ciudad.
Además, vienen a torear las figuras a los festivales: El Juli, Manzanares, Ginés Marín, Morante cuando toca, Perera, etc. que, junto con los novilleros premiados del Bolsín, forman un elenco de toreros de arriba y abajo del escalafón. Y los novillos de las mejores ganaderías del campo charro.
Pero, además, (hay muchos ademáses) se funden en ordenada simbiosis, el torero serio con el popular que sin solución de continuidad se complementan con los encierros, los desencierros y las capeas totalmente abiertas a quienes se atrevan a correr y lidiar tales morlacos.
Y como remate final los pregones, este año el pregón Mayor lo ha dicho con mucho ánimo, el alcalde de Madrid Martínez Almeida. Pero hay más, como el del histórico Bolsín, pronunciado con sapiencia taurina por el torero y escritor Raúl Galindo. Y muchos más que encienden el precarnaval con luminosidad cultural.
En fin, este año habrá propina con un día más los famosos y siempre anhelados “Cenizos” el miércoles de Ceniza en compensación por la suspensión del pasado 2021, por la dichosa pandemia.
La historia de este carnaval, no las fiestas de toros que son anteriores, se remonta a 1731. Y así seguirá hasta que la vida quiera por mucho antitaurino que medre, pero no aquí, que sería un acto de lesa traición.