Se cumplen este año (24/07/2022) diez años del fallecimiento de Gregorio Peces-Barba Martínez y señalo lo de Martínez, porque yo conocí muy estrechamente a Gregorio por su madre Isabel Martínez, que había sido compañera de colegio y amiga de la mía, Mercedes Cebrián.
Con motivo de este aniversario, se ha celebrado en Madrid (CaixaForum) un acto con la participación de Alfonso Guerra, Manuela Carmena, Tomás de la Quadra-Salcedo y María del Carmen Barranco, que han evocado la gran personalidad y brillantez de Gregorio en sus diversas facetas de abogado, profesor y político, con un denominador común: la defensa de la democracia y los derechos humanos.
Gregorio destacó siempre por su firmeza en sus principios y su trayectoria integradora en su importantísima tarea de político, como hizo como padre de la Constitución y presidente del Congreso. Antes, y yo lo compartí con él como abogado, defendió siempre la justicia y la libertad en los juicios políticos de la dictadura ante el Tribunal de Orden Público y procesos como el consejo de guerra de Burgos, o los incoados por la administración franquista contra medios de comunicación como Cuadernos para el Diálogo, el diario Madrid o Sábado Gráfico.
Gregorio, siempre fue un luchador por la libertad y yo, a su lado, aprendí muchas lecciones que me marcaron el resto de mi vida, tanto profesional como política. Incluso su ejemplo me inculcó algo tan esencial como ayudar siempre a quienes lo precisan sin otra consideración.
También, aunque no se dijo, y yo se lo recordé a los intervinientes, fue un madrileño castizo, como un "joven profesor" al estilo Tierno Galván, al que le gustaba la zarzuela, además de la música clásica y moderna, los toros, me decía José Luis Corcuera, al comentárselo al terminar el acto, “ahora nos llaman reaccionarios”, y por supuesto, la comida tradicional como el cocido y los callos.
Su humanidad era contagiosa, y aunque ello le acarreara algunos problemas, su capacidad de diálogo era infinita. Me recordaba un ex capitán de la guardia civil de entonces que le escoltó cuando fue confinado en el Estado de Excepción declarado por Franco en 1969 en el pueblo burgalés de Santa María del Campo, que era una persona educadísima. "Yo le dije a mi coronel -me contó el capitán- ahora son de la oposición, pero cuando muera el caudillo, ostentarán cargos relevantes, así que tratémoslos bien".
Incluso recuerdo que el confinamiento le sirvió también para terminar su tesis sobre Jacques Maritain que le permitió doctorarse. "No hay mal que por bien no venga". Solía decir.
Ahora, su obra y su ejemplo, sirven a la fundación que lleva su nombre, para el estudio y la cooperación en los derechos humanos, su gran tarea en su ejemplar vida que hoy hemos recordado. Isabel Allende, dijo que "La muerte no existe. La gente solo se muere cuando se la olvida. Si tú me recuerdas yo seguiré contigo". Recordemos, pues a Gregorio para que su vida ejemplar siga entre nosotros.