Opinión del doctor Antonio María Mateo


Ayer viernes tuve el honor de presentar la conferencia 'El Devenir de la Cirugía Vascular', que fue impartida por el doctor Jose Antonio González Fajardo, Académico Corresponsal y actualmente jefe del servicio de Cirugía Vascular del Hospital 12 de Otubre de Madrid.

Un acto enmarcado en las sesiones científicas de la Real Academia de Medicina y Cirugía de nuestra capital. El conferenciante, del que tengo el honor de haber sido su profesor durante su formación como médico en el Hospital Clínico de Valladolid, cuando estaba recién iniciada la Unidad de Cirugía Vascular, bajo mi dirección.

Debo reconocer que, el doctor González Fajardo, se ha convertido en uno de los Especialistas de Cirugía Vascular más cualificados. Es Profesor Titular de la Especialidad en la Universidad Complutense de Madrid, socio del Comité Europeo de Cirugía Vascular, Socio y Miembro examinador del Comité Europeo de Cirugía Vascular. En la actualidad, ocupa el puesto de secretario general de Cirujanos vasculares de habla Hispana, sociedad de la que, por cierto, fui socio fundador. Es editor-jefe de la revista Angiología de la Sociedad Española de Angiología y Cirugía Vascular.

A continuación, se resumen las consideraciones más importantes de su discurso:

La aparición de nuevos métodos diagnósticos y terapéuticos mínimamente invasivos han revolucionado la cirugía y han supuesto un punto de inflexión inexcusable. La revolución tecnológica es imparable y las especialidades no son lo que eran y deben adaptarse. Vivimos en la era de la aceleración de las innovaciones que han cambiado la atención quirúrgica. Basta comparar las antiguas salas quirúrgicas con los quirófanos híbridos actuales llenos de medios tecnológicos que facilitan la navegación por el cuerpo y su tratamiento mínimamente invasivo.

Hoy todo cirujano debe adaptarse e integrarse a esos nuevos adelantos de fusión de imágenes angiográficas, tomográficas o de resonancia magnética y aprender el manejo de robots, tubos y catéteres. Además, una nueva industria tecnológica de avances endovasculares, laparoscópicos, protésicos y de robótica promocionan sus productos y estimulan su consumo. El arte manual se va arrinconando, aunque la habilidad y el conocimiento siga siendo fundamental para una correcta selección de pacientes y de tratamiento.

Como ejemplo, se mencionó la evolución del tratamiento del Aneurisma de Aorta Abdominal. La operación abierta de un aneurisma de aorta era una de las intervenciones fundamentales de un cirujano vascular y marcaba el inicio verdadero de un cirujano que poseía el dominio de los vasos. Con todo, la mortalidad y la agresividad quirúrgica no era soportados por todos, y el aneurisma sintomático o roto era una espada de Damocles para cualquier paciente, dependiendo de la habilidad del cirujano y, especialmente, de si en su área sanitaria había un equipo quirúrgico experto.

Pero todo cambió en septiembre de 1990 cuando el argentino Juan Carlos Parodi realizó en Buenos Aires la reparación endovascular de un aneurisma mediante la exclusión con unos prototipos experimentales de endoprótesis . Sorprendentemente, el procedimiento no recibió atención en los medios y tuvo poco impacto inicial en la comunidad internacional.

Sin embargo, el Endoinjerto de Parodi cambió la especialidad de la cirugía vascular. Los cirujanos aprendieron que se podía tratar cualquier cosa con los procedimientos endovasculares. Pronto esta invención y su desarrollo de guías, catéteres y dispositivos se extendió a otras patologías (disecciones de aorta, traumatismos, unidades de ictus), llegando hoy día al desarrollo de endoprótesis fenestradas y con ramas para el tratamiento de los aneurismas toraco-abdominales. La Universidad de Harvard (Boston, Massachussets) lo nombró como uno de los grandes cambios médicos de los últimos cien años.

El gran problema que esto nos plantea es si en el futuro habrá cirujanos que sepan aplicar los procedimientos de cirugía abierta convencional porque en determinados casos la cirugía abierta seguirá siendo necesaria. Cuando dentro de 5-10 años se jubilen la gran masa de cirujanos, ¿Quién podrá rescatar o resolver los problemas que muchas veces serán incluso más complejos? Las sociedades científicas y los profesionales miran de perfil este gran problema de salud pública que se nos va a venir.

Las especialidades médicas que se fueron desarrollando en la segunda mitad del siglo XX, se están transformando por la progresiva transversalidad de procesos. Esto sucede entre la cirugía general y el especialista de digestivo que cada vez es más endoscopista, entre la cirugía torácica y la neumología con los broncoscopios, cirugía vascular y el intervencionismo radiológico, cirugía cardíaca y la cardiología intervencionista, la urología y la uroendoscopia, e incluso la neurología, que hoy consigue destapar trombos en las arterias cerebrales o inyectar sustancias para disolverlos, como recientemente ha sucedido con un personaje público vallisoletano, etc. El desarrollo evolutivo es imparable. El cirujano debe adaptarse y evolucionar, porque si no lo hace él, lo harán otros. Pero la situación a la que caminamos genera incertidumbre y desasosiego.

La formación quirúrgica deberá evolucionar. Deberán potenciarse cursos de simulación, en modelos o cadáveres, simplemente porque las técnicas básicas de disección y sutura se perderán durante la formación. Tal vez deberá haber en todas las unidades algunos cirujanos entrenados para estas situaciones de riesgo porque la cirugía tradicional está sufriendo un profundo cambio. Con todo, probablemente la cirugía vascular convencional, la cirugía abierta, quedará en manos de las unidades de trasplantes de los grandes hospitales que serán los únicos que mantendrán el hábito quirúrgico del abordaje, disección, control y sutura de vasos.

En fin, la sociedad cambia, las especialidades se desarrollan y la formación médica deberá adaptarse y evolucionar para afrontar estos nuevos retos.