Hace exactamente un año, en estas mismas páginas, reflexionaba acerca de este periodo festivo en el que nos vemos envueltos cada año. No hemos vuelto casi de las vacaciones estivales y ya la publicidad nos empieza a bombardear con el “por-venir”, aunque todavía queden unos meses para el momento exacto.
Lo importante es que nuestra cabeza y nuestros hábitos consumistas no se adormezcan y caigamos en una desidia. Es una estrategia que se renueva cada año y a lo largo del año. Están las familias de vacaciones en la playa y ya los anuncios recuerdan que hay que comprar los libros y el material escolar; llegan de vacaciones y, sin asimilar la vuelta al cole, ya te plantan luces en la calle y en los centros comerciales para anunciarte que hay que pensar en comprar regalos; y sin tregua alguna, cuando estás asimilando los regalos y en plena cuesta de enero, ya te empiezan a avisar de lo bonito que es tener unas vacaciones de ensueño y que sería bueno que las reservaras para facilitar su pago. Es un “sin vivir” el presente.
Los seres humanos nos acostumbramos a todo y vamos adaptando nuestros comportamientos a las circunstancias que nos rodean. No sé si es una virtud o un vicio de la condición humana, pero lo cierto es que así nos comportamos. No tenemos más que salir a la calle y observar que, salvo raras excepciones causadas por climatologías adversas, las calles se llenan de gente de manera exagerada cuando nos ponen un reclamo. Las imágenes de televisión nos lo muestran. Gente, mucha gente por todos los sitios. Queremos vivir corriendo. Pero estamos en NAVIDAD, ahora sí. Un periodo vacacional, festivo, que quiere envolverlo todo en un ambiente de paz, de bondad y de felicidad. Lo complicado es justificar por qué ahora sí y en otras épocas del año no, si en nuestra presencia vital no se encuentra.
Aquel que llegó en un momento histórico de la vida del hombre a este plantea y nos dio un mensaje de paz. Fue recibido por los humildes y adorado por los “sabios”. Se pasó la vida haciendo propuestas de amor, de perdón, de verdad frente a la mentira. Esa fue la “Buena Nueva”, que nos gustaría que estuviera presente en el mundo todos los días del año y todos los años de nuestra vida. Y es que, en este mundo que nos rodea, donde la mentira es la verdad de la vida, el perdón la guía de los torpes y el amor un concepto adulterado, se hace cada vez más necesario hacer fiestas para recordar que vivir en el Amor es siempre mejor que vivir en el odio.
Por eso, es el momento de “hacer un alto en el camino” y vivir el presente sin prisas, rodeados de la familia, de la gente que quieres y a la que deseas lo mejor para su vida. Momentos de paz que puedan extenderse a cada instante de la vida, amor que pueda sembrarse donde hay odio, felicidad para todos hombres. Hacer llegar a cada rincón del planeta lo que hace 2023 años nos trajo un Niño en un pequeño pueblo de unas lejanas tierras donde tampoco han sabido asimilar ese mensaje.
En estos días de Navidad, con las felicitaciones propias del momento, un deseo muy personal para nuestro país: si todos pedimos, paz, amor, felicidad, yo también pido VERDAD. Que la mentira no sea el eje sobre lo que gira todo. Que el engaño se destierre. Nada da más pena en esta sociedad que todos demos por hecho que, si se juntan dos que nos gobiernan o aspiran a gobernarnos, lo que se resalte sea la mentira, el engaño. Nadie espera que se digan propuestas de verdad, todos sabemos que se engañan. La MENTIRA se ha hecho dueña de nuestro patio y en él no hay más remedio que jugar en este sentido. Han profanado las reglas del juego.
A pesar de todo, estamos en Navidad y es el momento de las reuniones familiares, de los buenos deseos y de los regalos. Que la mentira no llene estos espacios de paz. Que cuando abramos nuestros regalos encontremos VERDAD y no el vacío del engaño y la mentira. No son unas simples fiestas semejantes a las verbenas veraniegas, no es la festividad del patrono, es la Fiesta de las Fiestas, es NAVIDAD, el recuerdo de que, en un momento de nuestra historia, alguien, un NIÑO, vino a llamarnos la atención para que, viviendo en la paz, en el amor, en el desprendimiento, en la pobreza, en la búsqueda de la justicia, etc.…, seríamos bienaventurados. Por eso, malaventurados serán los que odian y siembran la discordia, los que derrochan, los egoístas, los injustos, los mentirosos, los narcisistas y los que solo piensan en ellos. Solo los bienaventurados serán felices porque se abrazan a la VERDAD. Esto nos lo dice este Niño que nace en Belén y nos trae una moral para la felicidad.
En su recuerdo y para todos FELICES FIESTAS porque ES NAVIDAD.