Salvando las extremas diferencias entre la crudeza de la realidad de los acontecimientos que estamos viviendo con motivo de la aprobación de la ley de amnistía y las bromas que puedan hacerse por la próxima llegada de Puigdemont a España, salta a mi mente la pregunta: ¿Cómo será? Personalmente se me ocurren muchas posibilidades, todas ellas puras elucubraciones mentales e imaginativas que rozan la comicidad, pero también la tristeza, la desesperación, catástrofe, desastre, desgracia, infortunio, desdicha, fatalidad, siniestro, adversidad, drama, melodrama que supone tal nefasta decisión del Partido Socialista y su gobierno Frankenstein.
Créanme que yo siempre me imaginé su vuelta a “casa” esposado cuan prófugo, con una causa judicial pendiente y una celda preparada en la cárcel para cumplir la merecida condena de un violador de la ley, de un malversador de fondos públicos, de un traidor a la nación y de un golpista. El presidente del gobierno de España, Sánchez, días antes de las elecciones del 10-N de 2019, en un debate electoral, decía: “yo me comprometo hoy y aquí a traerlo de vuelta a España y que rinda cuentas ante la Justicia española”. Como se puede ver en este y en muchos casos, la palabra de Sánchez no vale una mierda y reconociendo que su forma de hablar es siempre la mentira, nadie nos podíamos imaginar hasta dónde podría llegar tal engaño. Hemos pasado de salir a detenerlo, a salir a recibirlo. Para ello nos cargamos todo, menos la reputación de Sánchez y todo el PSOE, que la tienen por los suelos.
La verdad es que, puestos a hacer mofa de este recibimiento, cuestión muy española hasta de los acontecimientos más tristes para España, no quiero ni imaginarme la llegada del prófugo, traidor, malversador y golpista. Se enviarán embajadas a Waterloo para determinar lugar, fecha y hora del encuentro entre el proclamado muy leal, noble, fiel y honorable servidor de España, Puigdemont, y el más cobarde, vil, mentiroso y traidor de España, Pedro Sánchez.
Por parte del fugado estarán acompañándole sus leales escuderos, todavía huidos, Antoni Comín, Marta Rovira, Clara Ponsatí y Lluis Puig y, cómo no, su valedor y conseguidor abogado, Gonzalo Boye, condenado por colaboración con ETA e investigado por sus vínculos con el narco Sito Miñanco y gran amigo de Putin. Es decir, una buena “banda” de secuaces acompañando al “capo”.
Por parte del gobierno se barajan dos posibilidades, que acuda allí, a Waterloo el mismísimo Sánchez para rendirle pleitesía o enviará sus “acólitos” bien amaestrados para organizar los fastos. Por supuesto irá su leal escudero y ministro pergeñador de la amnistía Bolaños, su avanzada mano claudicadora de todos los pactos y secretario de Organización del PSOE, Santos Celdrán, y probablemente el último fichaje de la causa sanchista y gran defensora de la claudicación ante los independentistas, la burgalesa Esther López, portavoz oficial del PSOE. No se tienen noticias si en esta ocasión serán acompañados por la lumbrera de Patxi López, pero no quieren arriesgarse a que todo salga “de aquella manera”.
Las reuniones se harán, como siempre, a puerta cerrada, sin prensa y los ciudadanos nos enteraremos a través de la “hoja parroquial” y portavoz del gobierno: “El País”. Allí se dirá el lugar, fecha y hora de tal recibimiento y en su crónica de tal claudicación, rendición, bochorno, deshonestidad, quedará escrita la historia como en otros tiempos en el NODO. La crónica comenzará así: En el paso fronterizo de La Jonquera (para ser políticamente correcto) su excelencia el presidente del Gobierno, que "dedica su inteligencia y esfuerzo, su sabiduría y su prudencia de gobernante a mantener nuestra patria dentro de los límites de una paz vigilante y honrosa que redundará en beneficio de la nación y de nuestro pueblo (Cfr. Primer Noticiario Español. NODO), acompañado de los miembros del Consejo de Ministros, las altas autoridades del Estado y los miembros de la delegación socialista que acordaron tal acto, recibe con honores de Estado al Muy Honorable Carles Puigdemont, expresidente de la Generalitat de Cataluña, haciéndole entrega del texto de la Ley de Amnistía que le convierte de golpista, traidor, malversador y prófugo de la justicia, en el más honorable, fiel y honrado ciudadano español (sin ofender), gracias a su fervor independentista. En el momento de estrechar las manos de ambos caudillos suena “Els segadors” como signo de reconciliación entre ambos mandatarios. Por su parte, el honorable Carles Puigdemont se hace acompañar de un importante séquito de independentistas provistos de su barretina y miles de CDRs que le aclaman fervientemente.
Esta será la crónica oficialista. Pero la verdadera, la que los ciudadanos percibiremos es la rendición de un presidente que solo piensa en él, en estar en el gobierno y no ser gobernante. Y veremos a los miembros del gobierno “postrados de hinojos”, sumisos y entregados a la infamia. Y los independentistas miembros de los CDRs mostrarán en una mano sus nóminas, advirtiendo que quieren seguir cobrando del Estado y en la otra los autos de los jueces con los que se limpiarán sálvese la parte. Solo nos quedará por ver que los porteadores del señor Puigdemont, en su entrada a España, sean los ministros del gobierno. ¡Cuídese Sr. Óscar Puente, el más fornido y bravucón de todos, que le vemos en los telediarios con Puigdemont a sus espaldas, “a caballito”, entrando por la Junquera!
Al margen de las bromas, la situación es “trágica” para una nación como España, vendida por un presidente sin escrúpulos y un PSOE baboseando ante su líder.