¡Bienvenidos a la nueva normalidad sentimental! Esta vez no podemos echarle la culpa a una pandemia, a las radiaciones que generan las antenas parabólicas que interfieren con nuestro cerebro o a los alimentos transgénicos. Ni siquiera es culpa del gobierno de turno o del vecino que no nos da los buenos días en el ascensor.
El ser humano ha cambiado su modo de relacionarse sentimentalmente hablando. La actitud y comportamiento a nivel afectivo-sexual de las nuevas generaciones resulta compleja e interesante como estudio sociológico.
Estas palabras, lejos de ser un juicio o un reproche, sí intentan analizar el nivel de felicidad y satisfacción que tienen nuestros jóvenes hoy en día en el terreno amoroso.
Una gran parte de ellos, cuando salen, como vulgarmente llamamos “de fiesta”, salen a pasarlo bien, bailando, bebiendo si se tercia y disfrutando de sus amigos y amigas. La idea es olvidar sus problemas, desconectar y dejar de lado lo que les preocupa o atormenta.
Pero hay otra gran parte que sale a conocer gente, a ligar, a buscar el amor de su vida en la barra de un bar.
Y éste puede aparecer allí, en una biblioteca, en el super o en cualquier app de citas que puedan instalarse. Esto es algo muy común. No nos vamos a escandalizar por ello. Un porcentaje alto de las personas que buscan pareja suelen utilizar estas apps, y muchas veces encuentran a su “media naranja”.
Lo que me llama más la atención es el nuevo modus operandi.
Hemos llegado a un punto donde las cosas ya no son pasajeras o temporales, son mucho más que eso. Son relaciones ¡flash!
La manera de actuar o comportarse de muchas personas es la siguiente:
Salen, entran en una discoteca, conocen a alguien, intercambian cuatro palabras y comienza la acción.
Hasta ahora nada fuera de lo normal. Lo llamativo es que esto puede durar de 3 a 4 minutos como máximo y luego pasan a conocer a la siguiente persona.
Total, que después de una larga noche tienen el Instagram de 5 o 6 personas, una resaca considerable y el corazón vacío, que no partío.
No podemos echar la culpa a las bebidas espirituosas, porque después de dos o tres noches así, ya nadie te creería, esa excusa no funciona. Más bien, es algo más profundo, es algo social.
Nuestro mundo se mueve muy rápido, tenemos miles de estímulos a un golpe de clic. Si por ejemplo, vamos a comprarnos unos zapatos, con un movimiento de dedo vamos pasando uno tras otro en nuestro móvil y en unos segundos hemos visto cientos.
Pues lo mismo pasa en el terreno sentimental.
Siempre se busca lo mejor. Eliges estar con una persona, pero de repente entra otra al club que parece mejor, dentro de tus gustos y preferencias, y le dices que sí. Pasando a la acción con la nueva víctima. Cinco minutos después se repite el mismo proceso.
Esto está más que normalizado entre los jóvenes hoy en día, y tiene su lógica. Buscan siempre la perfección. Al tener todo al alcance de su mano no se conforman con nada. La idea de no conformarse es buena, el problema grave es la lucha interna por llegar a una cima que no existe.
Nunca la podrás alcanzar porque es infinita, y eso genera una gran frustración e infelicidad.
Ese camino por la montaña se hace tedioso, tortuoso e incluso insoportable en algunos casos.
Esa felicidad flash que te genera el romance pasajero dura segundos, y viene acompañada de una gran resaca y depresión emocional.
¿Merece la pena? Eso solo depende de ti. ¡Tu vida, tus reglas!