Lo fácil sería hablar del montaje de Begoña, la indecencia del ministro de justicia, la farsa de una declaración que no se producirá y que se acogerá a su derecho a no declarar, a no contestar preguntas, etc, pero eso es lo fácil y lo que anima a seguir en la disputa del “y tú más” y subir el diapasón… pues, no.
Así, en Reino Unido ha obtenido una mayoría histórica y, por tanto, la victoria electoral, el laboralista Starmer, un hombre tranquilo que vende regeneración y cambio, así como un sosiego político alejado de la confrontación y de la crispación, en una sociedad con una creciente desafección política, altamente crispada y cansada de contemplar cómo las aventuras políticas les llevan a la ruina y a la desazón.
En Argentina Milei, haciendo uso del histrionismo y de la imagen dislocada de un político, pero con la idea de afrontar un cambio, una regeneración y la salida a una crisis prácticamente sistémica, con una sociedad igualmente desafecta y cansada de la política habitual y de las falsas promesas, consigue una victoria histórica.
Sorprende y desvela la miopía política imperante en España cuando la primera se vende como una victoria del “progresismo” y la segunda como el imperio de la “ultra derecha”, cuando lo único cierto es que los pueblos están cansados de la farsa política, de los políticos y de sus trampas para conseguir mantenerse en la púrpura, que no permite a los “perritos sin alma” sobrevivir y salir de las diferentes crisis en las que nos hunden los políticos.
Cada vez que hablamos de la “ultra derecha” lo que buscamos es ocultar a la “ultra izquierda” a la que se blanquea para emponzoñar al adversario por pensar de otro modo. Cada vez que se habla de “cordón sanitario”, de uno u otro lado, se acredita la falta de valores democráticos y la incapacidad mental y real de mantener una confrontación intelectual que se acaba desarrollando con altercados, violencia y desprecio al voto y al votante. Ya está bien de meter miedo, de engañar, de crispar, de alentar la violencia… venga de donde venga.
La disputa no es entre derechas o izquierdas, sino entre liberales y estatalistas, entre los que buscamos, deseamos y luchamos por la libertad económica, social y política sobre la base del Estado capitalista y de Derecho frente a los estatalistas que propugnan un Estado elefantiásico que dirige nuestras vidas, nuestra economía y nos protege. Y, así, los últimos tildan de “ultra derecha” a los que sólo buscan la libertad con la única intención de esconder su falta de respeto al ser humano para ensalzar al Estado. Buscar una u otra fórmula es perfectamente lícito y respetable siempre que se presente con la verdad y sin engaños.
Dentro de la derecha, como en la izquierda, se mantiene esa diferencia, y así existe una derecha que propugna ese dirigismo proteccionista y estatalista (vid. Lepen, Orban, sectores cada vez más importantes de VOX) y otra más liberal (vid. Meloni, Milei), como en la izquierda, una más radical (Sánchez, Podemos-sumar, Maduro, Kitcner) y otros más socialdemócratas (Starmer, González, Costa).
Cualquier diferencia resulta simplista, pero lo cierto y verdad es que, cada vez con más fuerza, comienza a observarse una importante desafección política, angustia vital del ciudadano por la falta de satisfacción a sus necesidades por parte de los políticos, el hastío de la crispación, de la confrontación radicalizada que no permite la búsqueda y, sobre todo, la solución a los problemas sociales, y es por ello que el sentimiento de “no nos representan” es cada vez mayor, tanto a diestra como a siniestra, que sólo se mantienen por los sectores más radicales y sectarios.
Esta situación explica con especial significación la victoria laborista en Reino Unido que concede a una persona tranquila, carentes de crispación, propuesta a afanarse y regenerar la política desde el trabajo,… ahora toca demostrar que es el sosiego y el servicio al ciudadano, no tanto por la ideología, ni la posición o tendencia política, sino por la paz, el trabajo, la honradez y la ilusión por una nueva forma de hacer política lo que ha propuesto y le ha concedido la victoria.
Esa idea de trabajo, de honradez y de demostrar que se puede hacer política de otro modo es lo que hizo nacer a Podemos y a Vox, que son la necesidad de una y otra parte de la población de exigir una política de la decencia, de la verdad, del trabajo, de la honradez, frente a la política del plexiglás, de la imagen, de la mentira y la farsa, del latrocinio y la inconsistencia y, precisamente la traición de esos planteamientos, han hecho desaparecer a Podemos y está hundiendo a VOX, en la medida que se radicaliza y olvida o turba esa ilusión por el cambio.
España, los ciudadanos, necesita un político que sea capaz de denunciar la mentira y el robo, sea propio o ajeno, que esté dispuesto a trabajar por una regeneración política que comience por sí mismo, un político que sirva y no se sirva, que defienda su posición con trasparencia y sin medias verdades o grandes mentiras, que construya y no destruya, que no crispe, que estudie los problemas reales de los ciudadanos y presente soluciones valientes sin marketing, honrado, prudente y que nos mire directamente a los ojos