Llega el día de la fiesta nacional y poco podemos celebrar salvo un peldaño más en el pozo de la amoralidad y el desgobierno.
Desde hace décadas asistimos a la desmemoria histórica del pasado, del presente y del futuro. Nos administran personas con un nivel de sentido común de niños de preescolar, sin capacidad de reflexión sobre la consecuencia de sus actos.
No es de extrañar después de tantos sistemas educativos fallidos en los que el infantilismo y la falta de esfuerzo han sido la moneda de cambio en los aspectos políticos y sociales.
El delincuente se ha convertido en el ciudadano modelo. Levantar la persiana a las seis de la mañana es sinónimo de falta de inteligencia.
Se ha dejado que España esté mediática, política y económicamente administrada por un grupo de personas que tienen 24 sobre 7 la conciencia de vacaciones.
Un día sí y otro también lo irracional, los escándalos, la inseguridad ciudadana, la inseguridad sobre la propiedad privada, la okupación, los asesinatos, las bandas de todo tipo, sólo ha servido para que se instale el miedo.
Tenemos un billón de euros más de deuda que hace seis años y sigue creciendo. No por ello hemos notado que la sociedad avance en ningún aspecto salvo en tener algún móvil de quinta generación y poco más. Todo es más caro y más inalcanzable.
En el resto del mundo empiezan a producirse cambios relevantes, en ocasiones como consecuencia de los conflictos existentes, que afectarán a nuestras vidas. Hay que pensar en quiénes los van a administrar y cómo vamos a gestionar el cambio.
Los jóvenes que verdaderamente formados ingenieros, matemáticos, físicos y médicos no paran de emigrar. Aquí sólo quedan los pasea folios de las facultades de letras que sólo aspiran a una plaza política donde sea, a costa de quién sea y con conocimientos de gestión nulos.
Becarias y becarios a lo Clinton que sólo aspiran a crear miseria aprendida. La sociedad va empobreciéndose al compás de las bragas de las mujeres. Cuando la mujer no se esfuerza la sociedad desaparece.
El feminismo imperante las ha borrado en dignidad y ejemplaridad. La correa de transmisión está rota. El progresismo nos devuelve a lo que Franco solucionó, volvemos al hambre y las alpargatas pero sin orden.
Quieren agilizar la homologación de títulos de terceros países, entre ellos los africanos, titulaciones de un nivel ínfimo que no sabremos si son falsificadas.
Mientras los de aquí pagando y sacrificando su juventud. No hemos conseguido ver con gafas a los de la etnia innombrable ni a los chinos tomando el sol, pero homologar, homologaremos a sistemas educativos tercermundistas donde la corrupción es una constante y no garantizan los estándares mínimos de calidad.
Mientras los ciudadanos de toda la vida sin saber cómo hacer después de 62 subidas de impuestos mientras el déficit sigue incrementándose.
Se gana menos que hace veinte años, no se puede acceder a la vivienda, sanciones por cualquier cosa, más tributos y cotizaciones sociales. Pero hay que elevar en 4 puntos más la presión fiscal, unos 60.000 millones de euros. Si el dinero no circula no se crea riqueza.
Da mucha vergüenza y miedo la incompetencia y la estupidez, pues sólo crea pobreza y miseria.
El problema vendrá cuando todas estas regulaciones se acaben y no haya más dinero, y está población no autóctona se quede en la calle a su suerte, desesperada sin nada que perder suelta. Ese día llegará.
Clavo tras clavo vamos cerrando el ataúd. El cine español recibirá 3.500 millones de euros en subvenciones, un sector que nunca ha levantado cabeza entre otras cosas por estar subvencionado, nos costará más la leche y el arroz, pero veremos películas.
El sistema fiscal español está diseñado para que no podamos ahorrar. Einstein afirmaba que Dios no creo el mal ya que el mal es el resultado de la ausencia de Dios en el corazón de los seres humanos.
De momento en España parece que hemos llegado a ese punto. Toca volver a rezar.