La salida de Leire Martínez de La Oreja de Van Gogh ha dejado hoy en evidencia una realidad que muchos venían ignorando: la cantante ha sido la diana de críticas injustas desde que asumió el reto de liderar una de las bandas más icónicas de la música en español. Y no por falta de talento, sino por una razón tan absurda como ser "la que no es Amaia Montero". La obsesión con esta comparación ha empañado la carrera de Leire durante años, relegándola a un segundo plano que nunca mereció ocupar. Es triste y casi patético ver cómo, después de 16 años, algunos todavía se niegan a aceptar la evolución natural de la banda. Esto no es una cuestión de nostalgia, sino de un machaque constante hacia una artista que lo ha dado todo.
Defender a Leire no debería ser un acto de valentía, sino de justicia. Desde el primer minuto, Leire no solo cumplió con su papel, sino que se ganó su lugar en la banda con méritos propios. Su estilo, su presencia y, sobre todo, su voz, aportaron una nueva dimensión a La Oreja de Van Gogh, sin necesidad de vivir a la sombra de Amaia. No se trataba de sustituir, sino de avanzar, de llevar al grupo hacia nuevas alturas. Y lo logró. El éxito de la banda con Leire al frente no se puede cuestionar, y cualquiera que intente hacerlo ignora los hechos. Sin ella, probablemente La Oreja habría quedado estancada en el pasado, incapaz de seguir siendo relevante en la música actual.
Pero aquí estamos, viendo cómo su salida se empaña con rumores, comparaciones y críticas. Las cifras no mienten: discos de platino, conciertos abarrotados, y canciones que han llegado al corazón de millones de personas. Y todo eso con Leire al frente. No era "un segundo plato" ni una "vocalista de transición". Fue la fuerza que permitió que el grupo siguiera adelante, cuando muchos otros habrían tirado la toalla. Es hora de que se reconozca su papel como lo que fue: fundamental. Y aunque a algunos les duela aceptarlo, gran parte del éxito que disfrutó la banda en los últimos 16 años se debe a ella, no solo a un legado pasado.
En recientes declaraciones, Leire ha dejado entrever la realidad incómoda que vivió en el grupo: el constante ninguneo, la falta de reconocimiento y, peor aún, el desprecio disfrazado de rumores sobre el regreso de Amaia Montero. Leire ha sido clara al respecto: lo que le dolía no era que se hablara de Amaia, sino que se olvidaran que es ella quien formaba parte del grupo. "Llevo 16 años en la banda y parece que a nadie le importa", dijo. Y tiene toda la razón. Es desconcertante y doloroso ver cómo su trabajo ha sido pasado por alto, como si esos 16 años no hubieran significado nada. ¿Es este el trato que merecía después de todo lo que ha dado a La Oreja de Van Gogh?
Y aquí viene lo preocupante: ¿es esta salida parte de una estrategia para preparar el regreso de Amaia Montero? No sería la primera vez que la industria musical recurre a este tipo de maniobras sucias para generar ruido mediático. Si este es el caso, estaríamos ante uno de los movimientos más cínicos y crueles en la historia de este grupo. ¿De verdad creen que volver al pasado es la solución? Si algo nos ha demostrado la evolución de la música, es que aferrarse a la nostalgia es una trampa. Y si La Oreja de Van Gogh cree que la única manera de seguir adelante es resucitar una fórmula que ya dejó de funcionar, entonces no están entendiendo nada. Un posible regreso de Amaia, en estas condiciones sería, además de una traición a Leire, un clavo en el ataúd de una banda histórica y respetada por todos.
Gracias, Leire, por todo lo que has dado.
Tu legado en La Oreja de Van Gogh no se mide en años, sino en la pasión y autenticidad que aportaste. Que el grupo siga o no, ya no es lo importante. Lo que venga ahora, tanto para ti como para ellos, es solo una página más. Pero si algo queda claro es que la música, contigo, siempre seguirá adelante. Lo que otros decidan hacer, sin ti, es otra historia que, quizá, ya no importe.