Acaba de finalizar el Congreso Internacional de Cirugía Taurina celebrado en Sevilla los pasados días 16 al 19 de octubre. Este Congreso como los anteriores, pretende reunir las experiencias de aquellos profesionales de la cirugía que, entre sus actividades cotidianas, dedican una parte de su tiempo a la asistencia a los heridos por los cuernos de los toros, bien sea en plazas o recintos cerrados autorizados, o, lo que es más frecuente, en festejos populares en recintos protegidos, en las calles de localidades como parte de sus fiestas populares o en campo abierto.

Cuando escribo estas letras acaba de fallecer una persona en la Vall d´Uxó, provincia de Castellón, tras una cogida espectacular y prolongada, tras la cual poco se pudo hacer, medicamente hablando, salvo intentar un traslado que no se consiguió llevar a término.

El 80 por ciento de las heridas graves por cuerno de toro se producen en festejos populares, como también las cornadas mortales. De ahí que en la Cirugía taurina se diferencien dos modos de actuación. El primero es el que tiene lugar en plazas de toros donde, por ley, deben de existir instalaciones fijas o móviles con unos mínimos de dotación material y personal para prestar los primeros auxilios y reanimar a los heridos si fuera preciso.

La trágica muerte de Paquirri de alguna manera influyó en que se regularan y establecieran las dotaciones de las enfermerías en las plazas de segunda y tercera categoría y de los medios de trasporte de heridos como son las ambulancias asistenciales, uvis o de soporte vital avanzado, como asimismo la disponibilidad de quirófanos móviles en aquellas localidades donde fueran requeridos para cumplir los mínimos asistenciales legalmente establecidos.

El otro medio de actuación, el más frecuente dada la enorme cantidad de festejos/año, es el correspondiente a los puestos de atención medica en festejos populares, sin dotación estable, donde es frecuente que sean los equipos médicos los que lleven sus propias dotaciones de instrumental o elementos consumibles (sueros, gasas, medicamentos, etc.) o soliciten la presencia de quirófanos móviles y a los que los organizadores intentan tacañear todo lo posible los gastos del festejo cuando no es un ayuntamiento el que los sufrague.

Las actuaciones ante un herido en estas circunstancias suelen ser la de reanimación, control de daños y evacuación a hospital de referencia, en ambulancia y en función de la gravedad de las heridas. Es menos frecuente que se realicen intervenciones quirúrgicas en estas circunstancias y, si se hacen, muchas veces son incompletas y requieren de nuevas intervenciones en ambiente hospitalario. De todo esto se expusieron varios ejemplos en las sesiones del Congreso.

Entre las aportaciones quirúrgicas destacaron las referidas a cornadas envainadas, lesiones que muchas veces pasan desapercibidas, y que pueden causar daños ocultos que “dan la cara” con posterioridad. Nosotros mismos presentamos varios casos recogidos de la experiencia hospitalaria de lo que va de siglo y de la propia plaza de toros de Valladolid durante los 50 años que estuvo a mi cargo.

El segundo premio a las aportaciones se le concedió al equipo de Aranda de Duero, encabezado por uno de los que fueran mis colaboradores, el Dr. Merino, por su comunicación sobre las cornadas perineales, esa zona de nuestro cuerpo donde se encuentran el ano, el recto, la uretra y los testículos, zona cuyas lesiones entrañan una enorme gravedad.

Hubo aportaciones, muy numerosas por cierto, de cirujanos mexicanos sobre lesiones en las zonas inguinales y, precisamente, fue un médico mexicano el que se llevó el Premio a la Mejor Comunicación al presentar una cornada en la base del cráneo de un torero profesional que quiso dar una larga cambiada a tres metros del portón, cornada que evolucionó satisfactoria y sorprendentemente.

En fin, se volvió a ver un poco de todo, pero, en mi opinión, se trató muy superficialmente el tema de las cornadas en festejos populares, incluidos los recortadores.

No podemos hablar de que se hayan aportado demasiadas novedades asistenciales, salvo el uso de algún producto para coagulación rápida de las hemorragias o de algún aparato de ecografías rápidas, aparatos que son más bien de uso hospitalario en servicios de urgencia que de enfermerías de plazas de toros. Volvimos a dedicar una parte de las conferencias al problema de la hemorragia por lesiones vasculares y su manejo, eventualidad bastante frecuente en ambos campos asistenciales, tanto en enfermerías de Plazas de Toros como en festejos populares.

Se habló también de las diferentes metódicas reglamentarias en los países invitados, Francia, México, Venezuela, Colombia y Perú, con sus diferentes peculiaridades organizativas y legislativas. Y tuvimos ocasión de contar con la presencia de viejas glorias del toreo patrio, los maestros Espartaco y Padilla.

Se entregaron distinciones a personalidades de los medios de comunicación, como D. Carlos Crivell de “Sevilla toros” y D. Andrés Amorós, de “El Debate” y “Es radio”, por su especial consideración con la actuación y el trabajo de los cirujanos taurinos.

El premio “Máximo García de la Torre”, el máximo galardón de la Sociedad se otorgó al Dr. Enrique Crespo Rubio, al ser su trabajo el elegido anónimamente por un jurado que se reúne cada 4 años.

Por último, la Sociedad Española de Cirugía Taurina hizo entrega de los títulos de Socios de Honor a dos de sus miembros en base a sus respectivas trayectorias profesionales. Uno de ello fue para el Dr. Amador Jiménez, de Cuenca. …Y el otro fue para mí.

Y después…Sevilla. Pero eso tiene un “sabor“ especial.