Y “vuelta la burra al trigo”, como dicen en mi tierra salmantina, y es que no hay como terminar tu nombre en “on” para que te rimen con paredón. Ya lo vimos hace muchos años con Tarancón y después con Puigdemont y Errejón. Ahora le toca a Mazón y no es que no se lo merezca, en sentido figurado claro, sino porque es la clase política actual, la que se lo ha ganado con creces.
Mazón es, no obstante, el representante ordinario del Estado en la Comunidad Valenciana, art. 152.1 CE. Su responsabilidad es la de todos y su dimisión, ahora reclamada ardorosamente, sería colectiva.
Sabido es que, como dijo Yves Leterme, ex primer ministro del Gobierno belga,
“La política está para resolver problemas, no crearlos”, y estos días hemos visto con meridiana claridad como ante la furia de la naturaleza, en forma de inundación desbordada, los políticos han estado out y sin previsión alguna.
El “prevenir es curar”, ha estado totalmente ausente como se ha evidenciado y la más mínima precaución que podría haber evitado cuantiosas vidas humanas, que es lo más preciado del ser humano, ha brillado por su ausencia.
También ahora hemos sabido, cuantas cosas se están sabiendo, que unas obras proyectadas para canalizar barrancos asesinos llevan años paralizadas. Y, por ello, ahora viene también la era de los reproches y las acusaciones mutuas, como si ello pudiera arreglar lo ya irremediable.
Los políticos, al menos los buenos políticos, están para corregir antes de que el mal ya no tenga remedio.
Recuerdo a un político que tuvo una influencia en nuestra reciente historia, como fue el dirigente comunista Santiago Carrillo, cuando en una cena en Lisboa en 1974, nos explicaba que había que superar la lucha de clases y mucho más “la dictadura del proletariado”, conceptos trasnochados y que él, junto con otros líderes europeos, había bautizado como “eurocomunismo”, dando una lección de realismo que, como hemos visto, ha sido irreversible.
Ahora, nuestros líderes también deberían tomar buena nota y anticiparse a problemas y acontecimientos en lugares donde las previsiones han dado ya suficientes avisos, como ha sucedido en ciertos sitios de Valencia, donde la “dictadura” de los elementos meteorológicos hay que vencerla con antelación.
¿Sirven nuestros actuales políticos para ello? Las dudas se están acrecentando para una gran mayoría de ciudadanos que impotentes asisten a esta “ceremonia de la confusión” en que estamos sumidos.
En Ciudad Rodrigo, valga de ejemplo, se construyó en 1997-2003 la presa de Irueña, eso sí, con la abierta oposición de grupos ecologistas que llegaron a paralizar las obras en un pleito en la Audiencia Nacional.
Menos mal que los ayuntamientos afectados reaccionaron a tiempo y, gracias a dicha presa, las terribles inundaciones de ciertas zonas por los periódicos desbordamientos del Río Águeda se han terminado. Dinero hay suficiente para evitar todos estos males. Solo la imprevisión los mantiene amenazantes.
Esa, creo que es la mayor solidaridad que el pueblo, siempre ejemplar, debe exigir a los que mandan. Y éstos contribuir con su esfuerzo a cubrir las necesidades imperiosas de la gente que generosamente les paga sus sueldos para que aseguren a todos una digna calidad de vida, como proclama el preámbulo de nuestra Carta Magna que siempre debe servirnos de guía.